La Razón (Cataluña)

Aparece el barco que hizo de JFK un héroe

- VÍCTOR FERNÁNDEZ

A veces no basta solamente con bucear en archivos desclasifi­cados para poder conocer los secretos de un presidente como John F. Kennedy. También puede ayudar bastante el meterse literalmen­te debajo del agua para recuperar uno de los episodios menos conocido del político antes de que llegara a la Casa Blanca. «The New York Times» ha confirmado esta semana la aparición de los restos de lo que fue un bote patrullero de alta velocidad de la Armada de Estados Unidos. Se trata del PT-59, una nave que tuvo como capitán a un joven Kennedy durante la Segunda Guerra Mundial. Desde hace días se trabaja en la posibilida­d de reflotarlo de las aguas del río Harlem, en Nueva York. En esta zona se estaban realizando labores para la construcci­ón de un muro con el fin de evitar inundacion­es en un depósito destinado a ferrocarri­les en Manhattan. Fue en el transcurso de estas obras cuando apareciero­n los restos del

PT-59. No se trata, pues, de un episodio menor en la biografía de JFK. Su heroica carrera durante el conflicto bélico, tanto al mando del PT-59 como de otra nave llamada PT-109, fueron muy importante­s para dar un primer impulso en su carrera política al situarlo justamente como un héroe de guerra. El torpedero patrullero se construyó para la Armada estadounid­ense en 1941 en los astilleros de Bayonne, Nueva Jersey. Uno de sus primeros cometidos fue la protección del Canal de Panamá, que muchos veían como uno de los principale­s objetivos de las tropas japonesas contra Estados Unidos. En septiembre de 1943, el teniente John F. Kennedy asumió el mando de la nave tras haber sorprendid­o a todos tomando el control, unos meses antes, del PT-109 que fue embestido y hundido por un destructor nipón, aunque afortunada­mente no hubo víctimas mortales. El PT-59 era un poco más pequeño, pero sí contaba con armamento más pesado que el PT-109. Kennedy lo dirigió frente a las costas de las islas Salomón hasta que unos fuertes dolores de espalda –que lo acompañarí­an para el resto de su vida– y la pérdida de peso lo obligaron a regresar a su país. Tras el final de la contienda el barco fue vendido y tuvo usos menos bélicos, ya que fue utilizado por pescadores que lo alquilaban para salir a faenar en alta mar, además de hacer las veces de casa flotante en el río. Con el tiempo, la nave se fue degradando hasta acabar hundiéndos­e en lo más profundo de las aguas del río Harlem.

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Un joven John F. Kennedy en 1943, año en que estuvo al mando del PT-59, cuyos restos han sido ahora hallados

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