Urbanismo táctico para frenar la COVID-19 y más
Barcelona adopta algunas de las diez intervenciones que propone el ISGlobal para frenar los contagios y que llevan a repensar las ciudades
21 Kilómetros de carril bici ganará Barcelona en los próximos años La desescalada ha descubierto que en la ciudad no hay suficiente espacio para los peatones porque lo tiene el coche
ISGlobal propone 10 intervenciones de urbanismo táctico de bajo coste hasta que no haya vacuna o un tratamiento
El confinamiento ha redescubierto la ciudad a los vecinos. Paisajes de ciencia ficción, sin coches, sin ruido, turistas ni contaminación, que han dibujado en Barcelona postales de los años sesenta. Niños jugando a pelota en la mismísima plaza Real, donde antes del confinamiento, como cantaba Pau Donés, había «vino, whisky y tomateo», según marcaba la demanda –de los turistas, sobre todo–. Los primeros días de mayo, en los que se permitió volver a salir, la gente descubrió que en la ciudad no había suficiente espacio para los peatones, porque el urbanismo se lo había dado a los coches. Para disminuir el riesgo de contagio de la COVID-19 y facilitar la desescalada, ciudades de todo el mundo han experimentado con ideas. Milán, Bogotá, Nueva York o la misma Barcelona son sólo algunos ejemplos. A estos cambios rápidos, se les llama urbanismo táctico.
«Se trata de intervenciones temporales de bajo coste que se pueden llevar a cabo rápidamente en una ciudad», explica David Rojas, investigador de la Universidad Estatal de Colorado y colaborador de ISGlobal (Instituto de Salud Global de Barcelona). Rojas propone diez intervenciones urbanísticas para mitigar el contagio de la COVID-19 que a corto plazo mejoran la salud. Son medidas que deberían considerarse hasta que haya una vacuna disponible o un tratamiento efectivo para el nuevo coronavirus. Pero que podrían quedarse para mejorar la calidad de la vida.
Decálogo de urbanismo táctico
En primer lugar, plantea unas recomendaciones generales: desaconsejar el uso del transporte y espacios públicos a casos positivos o sospechosos; alentar la distancia social de dos metros; facilitar la actividad física; evitar aglomeraciones, o expandir los espacios públicos.
En segundo lugar, apuesta por un urbanismo hecho a medida de los seres humanos, no de los coches. La intervención más popular es ampliar las aceras y expandir los carriles bici. En la desescalada, Barcelona ganará 21 kilómetros de carril bici. Para proteger a la población más vulnerable, Rojas propone además implementar corredores y horarios pensados para los ancianos e inmunocomprometidos,.
En tercer lugar, habla de las ciclovías recreativas para apoyar la expansión de las aceras y de los carriles bici. Para facilitar la distancia social,también plantea mantener abiertos grandes espacios públicos como parques y plazas, así como expandir espacios pequeños. La crisis de la COVID-19 ha servido para acelerar la reconversión de las calles Consell de Cent, Rocafort y Girona en ejes pacificados.
Para frenar el contagio del nuevo coronavirus, también es aconsejable adecuar la señalización y los límites de velocidad. Por ejemplo, cambiar los semáforos que requieran oprimir algún botón a semáforos automáticos. Ajustar el tiempo e manera que favorezcan a los peatones y a los ciclistas. Incluir las recomendaciones de mantener la distancia físic. Y reducir los límites de velocidad.
Consciente de que para reactivar la economía, se debe reactivar la movilidad, propone implementar protocolos de limpieza estrictos y apoyar la ventilación en autobuses y vagones de Metro. Permitir que las personas puedan embarcar en el autobús por la puerta trasera. Suspender el cobro de tarifas en persona u ofrecer transporte público gratuito para evitar la interacción con los conductores de los autobuses o los trabajadores del Metro en las taquillas. También distribuir material de protección a los conductores. Reducir la ocupación máxima y aumentar las rutas que tienen mucha demanda. Así como, establecer horarios para poblaciones vulnerables y servicios de apoyo para trabajadores esenciales. Mientras apoya el uso compartido de bicicletas o sistemas de micromovilidad compartida como e-bikes o motos para reducir la exposición a ambientes cerrados y de proximidad física, en las paradas, desalienta los viajes compartidos.
Aunque puede crear un rechazo inicial de los ciudadanos, plantea concentrar el transporte motorizado en pocas calles y crear calles libres de coches. Y, cuando sea posible, concentrar el tráfico de vehículos de mercancías en las calles principales y fuera del horario de oficina para evitar conflictos con otras modalidades de transporte, por ejemplo, a primera hora de la mañana y a última de la tarde.
Pensando en la economía de la ciudad, propone adaptar los comercios esenciales. Ampliar las aceras teniendo en cuenta las colas de las tiendas, las nuevas terrazas de los restaurantes y los mercados al aire libre. También zonas de carga y descarga.
En noveno lugar, facilitar acceso motorizado a los centros donde se realizan test de COVID-19 y otras pruebas de salud.
Y, finalmente, proporcionar y adaptar los servicios de acogida para personas sin hogar, de manera que puedan cumplir la distancia física y las medidas de seguridad que exige la COVID-19.
La hora de rediseñar espacios
Aunque a corto plazo estas medidas están pensadas para mitigar la transmisión del nuevo coronavirus, también «mejoran la calidad del aire y ruido”, subraya Rojas. También, facilitan la actividad física, mejoran la salud mental, previenen los accidentes de tráfico y otras enfermedades transmisibles. «Todo esto se traduce en una menor demanda de los servicios públicos», explica el investigador. A largo plazo, esta crisis es una oportunidad para rediseñar los espacios en los que viven las personas.