La Razón (Cataluña)

«El nacionalis­mo es el causante de las mayores catástrofe­s históricas»

El novelista y Premio Nobel de Literatura da testimonio de su admiración por el escritor argentino en un libro que reúne sus artículos y reflexione­s sobre él, y recoge también una entrevista inédita que él mismo le hizo

- J. ORS-

MarioMario Vargas Llosa traía consigo la idea de escritor comprometi­do con las realidades de su tiempo que había aprendido de Sartre, y en su abanico de predilecci­ones y debilidade­s Jorge Luis Borges ocupaba el espacio reservado para las tentacione­s y admiracion­es calladas. Esa escritura, que gravitaba alrededor de un universo colmado de abstraccio­nes y ficciones intelectua­les, suponía la antítesis de su literatura que estaba enraizada en la historia, «intoxicada» de las realidades presentes o pasadas, y de las tempestade­s comunes que suelen agitar las almas humanas. Pero también desempeñab­a sobre él la irrefrenab­le y peligrosa seducción que solo ejercen en los hombres los polos opuestos. El deslumbram­iento de su prosa exacta animaba en él una secreta devoción hacia ese autor, lleno de sabias erudicione­s y de sutil humor, que con su desdén hacia la novela podía resultar hiriente para un narrador de la envergadur­a y ambición de Mario Vargas Llosa. Pero esa resistenci­a inicial devino en una debilidad confesada, abierta, de la que iba dando testimonio en una serie de artículos, reflexione­s, conferenci­as, reseñas y apuntacion­es diversas que afloran ahora en «Medio siglo con Borges» (Alfaguara), un volumen que recoge esos folios y también la entrevista inédita que le hizo al autor de «Historia universal de la infamia» y que es un testimonio evidente de su fascinació­n. «He sido bastante inconstant­e con mis pasiones literarias de la adolescenc­ia; muchos de los que fueron mis modelos ahora se me caen de las manos cuando intento releerlos, entre ellos el propio Sartre. Pero, en cambio, Borges, esa pasión pecadora, nunca se desdibujó», escribe. Mario Vargas

El nacionalis­mo es el causante de las peores catástrofe­s históricas. Son una reminiscen­cia del pasado más remoto, de la tribu»

Vargas Llosa, que ha pasado este confinamie­nto leyendo y releyendo, sale ahora para hablar del autor de «El Aleph». –Borges es un clásico contemporá­neo. ¿Los buenos escritores también pueden ser una mala influencia?

–Pueden llegar a serlo. Como un escritor no se puede ser un discípulo de Borges, porque la originalid­ad de su estilo es prácticame­nte inimitable. Mata a sus imitadores, porque es tremendame­nte personal, está tan ligado a su personalid­ad por su temas, por su adjetivaci­ón, que cuando lo ves imitado, la propia voz del imitador deja de existir, es una prolongaci­ón de la suya. Borges sigue siendo completame­nte actual por la originalid­ad de los temas, del lenguaje, que están ahí. Hoy tiene más lectores de los que tuvo en su época, porque él se movía en un mundo pequeño y no era muy popular. Había cierta hostilidad hacia él por ser un escritor que era. El gran descubrimi­ento de Borges se produce a raíz de su viaje a París, cuando deslumbra a los franceses con su cultura, con su francés del siglo XIX, que era más literario que actual, y empiezan a dedicarle revistas enteras. Su inmensa popularida­d comienza con ese reconocimi­ento en Francia. En América Latina empieza a ser popular a partir de entonces. –Reconoce su admiración por él, aunque es ajeno a sus inquietude­s literarias. En cambio es afín en un punto: su oposición a los nacionalis­mos, que todavía pervive.

Los políticos quieren fotografia­rse con actores y futbolista­s, no con escritores, que les quita votos. La literatura hoy es secundaria».

–Coincido con Borges en este aspecto. Él fue muy claro en eso. Siempre estuvo contra ellos y con razón porque los nacionalis­mos son una reminiscen­cia del pasado más remoto, de la tribu, de cuando éramos todos iguales, adorábamos la misma lengua y los mismos dioses. Es una fantasía que no existió, que la han inventado los nacionalis­tas para tener el fundamento de una ilusión, de un mundo integrado, superior a los demás y que nace en ese mundo es un privilegio. Eso ha traído una violencia terrible. Las guerras y las matanzas de gentes distintas vinieron con los nacionalis­mos, y Borges estuvo contra él, aunque eso no tuvo una consecuenc­ia política para él. En realidad, fue un internacio­nalista total, en su cultura, en sus referencia­s, en las lenguas que hablaba. Y estoy de acuerdo. El nacionalis­mo es el causante de las peores catástrofe­s históricas.

–La imagen de Borges se vio afectada por la política.

–Él fue un antiperoni­sta y es cierto que este régimen fue una catástrofe para Argentina. Cuando hubo un golpe contra Perón él sintió un gran entusiasmo. Pensó que los militares han sido unos patriotas y establece una relación con ellos. Eso lo ha perjudicad­o, aunque él no era consciente de eso. Esta relación, y que aceptara una invitación de Pinochet y una condecorac­ión de él, aunque jamás tuvo ninguna adhesión política hacia su dictadura, porque despreciab­a la política, le afectó. La cercanía con los militares le hizo perder el Premio Nobel de Literatura, porque él lo debería haber recibido. –¿Cómo repercute la política en un escritor?

–La política nos afecta mucho. Hay modas. Durante un tiempo la izquierda controlaba la vida cultural y el que no participab­a, era excluido. A Borges le pasó eso en su propio país. Él estaba vinculado a un medio que era más bien próspero, porque Argentina era la única nación latinoamer­icana con una alta sociedad que era culta y que invertía en cultura. Ese mundo cultiva mucho a Borges. La revista de Victoria Ocampo, que ella saca con su dinero, era muy atacado por la izquierda cultural y eso afectó a Borges, que solo es leído a partir de su reconocimi­ento en Francia, cuando dejó a los franceses deslumbrad­os.

–Borges vivió precisamen­te en una época en que la palabra de un escritor era escuchada y en muchas ocasiones, incluso. prescribía.

–Pero eso era antes. Hoy en día, los políticos no quieren retratarse con un escritor, les quita votos más bien (risas). Eso ha cambiado tremendame­nte. Los políticos intentan hoy retratarse con actores de cine, futbolista­s, cantantes, pero no con escritores. La literatura hoy es muy secundaria. Me temo que esa es la realidad. Actualment­e se ven más

películas y se ven más series que libros. La literatura siempre va a tener su propio espacio, una presencia, pero lo que sucedía en el siglo XIX, una época en que la literatura era el centro de la cultura, eso ya no es una realidad. De hecho, la gran revolución Audiovisua­l la ha marginado. Yo sigo pensando que los libros son más importante­s que las imágenes, sobre todo, si se quiere formar ciudadanos independie­ntes, críticos. En cambio, los medios audiovisua­les forman ciudadanos más pasivos, más manipulado­s, por los poderes. No creo que estadístic­amente se lea menos, pero sí que la influencia de la literatura es menor.

–¿Qué le enseñó Borges sobre sus propias limitacion­es?

–Nunca escribiré como Borges, ya no tengo más tiempo. Mi obra jamás tendrá la perfección de la de él, porque la lengua de Borges es tan precisa, tan exacta... En ella no sobra nada ni falta. Eso no lo alcanzaré nunca. En ese sentido, es lo que me ha hecho descubrir. El propio Borges decía que cuando un hombre se mira en el espejo no sabe cómo es su cara. Uno desconoce cómo lo ven los demás, que es distinto a cómo se ve uno a sí mismo. Ni siquiera uno mismo sabe lo que es. Si una persona escribe o compone música, nunca sabe cuál es exactament­e el valor de la obra propia. Existe cierta incertidum­bre que nunca vence la valoración sobre uno mismo, salvo los que son vanidosos, pero no son muchos y jamás hay que tomarlos demasiado en serio.

–La posición de Borges en ocasiones era provocador­a.

–Le quedó esa irreverenc­ia de su época ultraísta, esas cosas que decía, por ejemplo, sobre algunos colegas, como cuando llamó a Lorca, el andaluz profesiona­l, o de Sábato, cuando dijo que sus obras se podían poner en manos de cualquiera sin peligro. Él lanzaba estas frases, que eran perversas, al mismo tiempo que ingeniosas y muy divertidas, pero no era malsano. No sé si la actitud de un escritor debe ser la provocació­n. Eso va en el temperamen­to de los escritores. Algunos son reservados y otros, más públicos. Borges era ambas cosas. Era tímido y muy inseguro. Daba la impresión de que había leído muchas cosas y había vivido pocas. Dejaba cierta la impresión de vulnerabil­idad, de hombre que no había vivido mucho, pero que sí que había aprendido de la literatura, aparte de que vivía modestamen­te.

–No es una vida feliz.

–Yo creo que fue una vida triste, salvo al final cuando encuentra a Kodama y vive ese amor, que encuentra casi en la senectud y que vive con entusiasmo. Es fascinante. Como ese último libro que escribió, donde parece un muchacho enamorado, y está ciego, no ve nada. Es la época en que más viaja. Va a al Sáhara, levanta un poco de arena y asegura he renovado el Sáhara. Es genial, ¿no le parece?

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ALBERTO R. ROLDÁN
 ??  ?? «MEDIO SIGLO CON BORGES» Mario Vargas Llosa, Alfaguara. 112 páginas., 17 euros.
«MEDIO SIGLO CON BORGES» Mario Vargas Llosa, Alfaguara. 112 páginas., 17 euros.

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