María José Navarro

EstaránEstarán contentos todos aquellos que quieran encontrar brotes psicóticos en los que matan a sus mujeres. Deben estar contentos. Habrán encontrado el argumentario ideal que les estamos proporcionando, entre otros canales, los medios de comunicación. Todavía hay que seguir leyendo titulares que creíamos que no íbamos a volver a contemplar. El parricida de Úbeda, ese señor tan afable, tan cariñoso, tan modélico, se ha cargado a su mujer y a sus hijos. A cuchilladas, con tanta sangre fría que ni la casa estaba desordenada. «Nadie hace algo así si está en sus cabales». «Adoraba a su mujer y a sus hijos». «Era una familia normalizada, estructurada, aparentemente sin problemas de convivencia». Pero vamos a ver, ¿quién puede entender que un tipo que va a matar a su familia quiera llamar la atención? ¿Quién cree que pedirse el día en su trabajo era una casualidad? ¿Quién nos quiere hacer creer que un señor amante de su mujer y de sus hijos, de un día para otro y por culpa del confinamiento y de un ERTE, tomara la decisión de manera inconsciente de matar a los suyos? ¿No es un crimen machista? ¿En serio lo dicen? ¿Entonces qué es? ¿O es que todos esos expertos que ahora han encontrado la respuesta a kilómetros del lugar de los hechos, del entorno de esta gente, sin conocer a ninguno de sus tristes protagonistas, son mejores que los que consideran que este es un crimen machista? ¿Qué ley del péndulo estamos viviendo? ¿En serio les parece que este señor, considerando a su familia su pertenencia, no se la llevó por delante antes de dejarla vivir? ¿No les suena un poquito raro, un poquito machista? Lo siento mucho por esa mujer y sus hijos. Si sufrieron mucho antes, fue una vida horrible. Si el mazazo fue ese día, casi peor. Con tal de no irse solo, no dejó que ellos vivieran. Ahora pongan a ese crimen un nombrecito suave, no sea que los machitos se enfaden.