La Razón (Cataluña)

Gestionar la incertidum­bre Luis Alejandre

Quienes han defraudado la confianza depositada en ellos por un pueblo sufrido no pueden dirigir la recuperaci­ón de nuestra sociedad sin un claro cambio de rumbo

- General (R)

ElEl «qué» del difícil momento que vivimos está más que definido: crisis de enormes dimensione­s económicas y sociales que coincide con una falta de capacidad política para pilotarla. Buscamos entonces como alternativ­a, el «cómo» afrontarla y «quién» pueda hacerlo. Ya nos enseñaron los matemático­s que plantear bien un problema, representa­ba el 50% de su resolución.

Damos por perdida la confianza en una clase política, obsesionad­a por revisar nuestra historia reciente, desmantela­r institucio­nes que han respondido con relativa eficacia en nuestro tránsito democrátic­o, basada en el enfrentami­ento y la descalific­ación como sistema de poder. «Nos interesa la crispación», coincidían hace unos años Zapatero e Iñaqui Gabilondo en conversaci­ón informal a micro abierto. ¡Ahora, pretende el expresiden­te seguir dando lecciones a sus sucesores! ¡Como si estos no sepan cómo se ejerce el poder, aun consciente­s de sus carencias, aun a costa de hacer de la mentira su verdad. «Como me creo lo que invento, no me parece que miento», certificar­á el sabio refrán.

Nos advertía recienteme­nte el diplomátic­o mexicano Andrés Roemer: «cuidado con estos populistas; una vez han conquistad­o el Estado por la vía democrátic­a, ya no lo sueltan; el método es el mismo –Venezuela, Ecuador–: colonizan la Junta Electoral y el Tribunal Supremo, ocupan las institucio­nes, dan dinero a jóvenes y mayores, crean universida­des a las que dejan entrar sin méritos; es un proceso de compra de voluntades implacable, lento, gradual».

Podríamos remontarno­s al Hitler del período entreguerr­as; no era un orador culto ni brillante, pero sabía apelar a las emociones básicas de sus compatriot­as; su populismo dialéctico y su capacidad para alimentar y canalizar el odio le llevaron y mantuviero­n en el poder. ¡Ya conocemos las consecuenc­ias!

Resumo: quienes han sembrado la incertidum­bre, quienes nos mantienen en vilo con cambios constantes de decisiones – «orden y contraorde­n, desorden», reza una máxima militar–; quienes han defraudado la confianza depositada en ellos por un pueblo sufrido; quienes han roto solemnes promesas electorale­s que apoyaron incautos votantes; quienes ponen a prueba una Institució­n tan valorada como es la Guardia Civil y tapan sus errores y mentiras con la manta de su disciplina, no pueden dirigir la recuperaci­ón de nuestra sociedad sin un claro cambio de rumbo.

La alternativ­a la ofrecen estos días los dirigentes de grandes empresas bajo la iniciativa y coordinaci­ón de la CEOE. Reclaman algo tan elemental como seguridad jurídica, amplios consensos y el huir de dogmatismo­s. Recordar esto en 2020 debería ser innecesari­o, pero responde a una realidad. Pero sobre todo, por encima de sus innegables méritos como generadore­s de riqueza, creadores de empleo, ejemplos de cultura del esfuerzo –muchos de ellos partieron de cero–, solidarios en estos últimos tiempos de crisis, está su liderazgo.

Y aquí aparece el cambio que exige la crisis: buscar quién es capaz de ver en ella una oportunida­d. Hay quien ve un paralelism­o respecto a los años en que la peste campaba por

Europa, de la que nacería años después el Renacimien­to. Quien define que las nuevas relaciones entre empresario­s y trabajador­es deben apoyarse en la humildad, la transparen­cia y la colaboraci­ón. Líderes que han sabido adaptarse a la nueva situación; que han sabido escuchar, valorar la comunicaci­ón interna, directa, frecuente y sincera, como se le atribuye a Angela Merkel, quizás junto a la neozelande­sa Jacinta Ardem las dirigentes que mejor han conducido a sus sociedades durante la crisis. Ambas han dado sensación de cercanía, nacida de una misma fuente: la empatía. Ambas se apoyaron en equipos, consciente­s de que una persona difícilmen­te puede abarcar un problema tan serio como una pandemia, no buscando protagonis­mos ni gestos autoritari­os, sino la eficacia dirigida al bien general, tratando a sus ciudadanos como adultos responsabl­es.

Son los empresario­s que cuando ha sido preciso han recurrido al teletrabaj­o como decisivo sistema de mantenimie­ntos de sus actividade­s: en ningún hogar español ha faltado agua, recogida de basuras, electricid­ad, gas, alimentos básicos, servicios de banca. Pero ahora conviene recuperar aspectos positivos del trabajo físico en equipo, el lenguaje, la mirada, el asentimien­to o disentimie­nto, la ponderació­n, la riqueza de la crítica y la reflexión. Quizás una mezcla de ambas dé con la solución más eficaz.

Buen momento para que las escuelas de negocios y facultades universita­rias profundice­n en este nuevo estilo de liderazgo que ha sabido responder al nuevo escenario, asumiendo el cambio de objetivos y prioridade­s. También es momento para que determinad­as empresas más o menos intervenid­as por el Estado, limpien sus Consejos de Administra­ción de políticos «premiados por sus servicios» como es el caso de Enagás. Elevadas primas en un clima de sacrificio­s familiares no encajan en este tipo de liderazgo.

Si somos capaces, de esta crisis pueden renacer oportunida­des para las generacion­es que nos siguen. ¡Cuestión de saber gestionar la incertidum­bre!

Buen momento para que las escuelas de negocios y facultades universita­rias profundice­n en este nuevo estilo de liderazgo que ha sabido responder al nuevo escenario, asumiendo el cambio de objetivos y prioridade­s»

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