MUCHOS PORROS Y POCO ARGUMENTO
Antonio Manzini regresa a medio gas con Schiavone, el protagonista de su serial de novelas más conocido
VuelveVuelve Rocco Schiavone, protagonista del serial de Antonio Manzini, con «Polvo y sombra». LA RAZÓN ya dio cuenta de «Una primavera de perros», en la que caracterizaba al protagonista como un investigador políticamente incorrecto, un gamberro que fuma porros, utiliza la jerga quinqui y una metodología un tanto sui géneris. En «Polvo y sombra» continúa en su destierro alpino, en Aosta, pero poco a poco va saldando sus cuentas en Roma, de donde fue expulsado por actuar al límite de la legalidad, cuando no saltándosela a la torera. Prosigue sus enfrentamientos con las autoridades iniciadas en «Pista negra» (2013) para no perder sus malas costumbres.
Además de escritor, Manzini es un conocido actor y director de cine. Su teleserie sobre Schiavone lleva catorce episodios emitidos, siguiendo la trayectoria de Salvo Montalbano, de Andrea Camilleri, y Guido Brunetti, de Donna
Leon. Los tres han traspasado las fronteras locales para convertirse en referentes de la novela policíaca mediterránea.
Siendo el protagonista original y sus tres primeras novelas muy recomendables, el problema que arrastra este autor es la similitud de la comisaría de Aosta y sus desastrosos policías con la de Montalbano: D’Intino no tiene la gracia del Catarella de Camilleri. Su «armada Brancaleone», ese pelotón de los torpes e indocumentados, siempre ha merecido algo más de chispa e ingenio. No obstante, Manzini suele encontrar algún personaje notable, esta vez un adolescente zopenco y torpón muy bien construido, necesario para la humanización del protagonista. Pero no sus tramas, trufadas de personajes y situaciones un tanto folletinescas, que desvían la atención del nudo y un costumbrismo típico del género policíaco mediterráneo que las lastra y que en «Polvo y sombra» se hace agobiante. Lo mismo que el diálogo de ultratumba con su mujer muerta.
Lo mejor es, sin duda, cuando maquina en soledad la reconstrucción de los acontecimientos y encuentra el cabo por donde tirar para desentrañar una trama criminal que comienza con la muerte de una «trans» y termina con un complot de los servicios secretos y las altas esferas policiales. Ante tal desmesura, Rocco Schiavone se crece, saca fuerzas de flaqueza y se lanza como un kamikaze a la búsqueda de respuestas más que inconvenientes. Así se gana al lector, cuando se rebela y la intriga encuentra el ritmo vertiginoso de sus mejores novelas.
Fatiga de materiales
Lástima que se pierdan bastantes páginas en la descripción de la evolución de los personajes secundarios. Se nota la fatiga de materiales. A medida que se complican sus intrigas pierden el interés. La primera parte del libro es tan deslavazada que merecería que el lector se enfadara. Después se anima y retoma el empuje y sus réplicas cáusticas. Y como el personaje se ha hecho un hueco en el «giallo» detectivesco, se gana al lector con su simpatía, falta de ortodoxia y desfachatada forma de enfrentarse a los engranajes del poder.