FELICES PARA SIEMPRE
ElEl universo narrativo de la escritora estadounidense Jane Smiley parece no cambiar jamás. Aunque los escenarios y los personajes sean otros, en sus novelas (novelas como por ejemplo «La edad del desconsuelo», «De buena fe» o «Heredarás la tierra») siempre pasa lo mismo: todo transcurre aparentemente en una tranquila normalidad hasta que los hechos se desencadenan y nada, claro, vuelve a ser lo de antes: una historia oculta, o que viene de muy lejos, muestra el reverso de un relato que amenaza con llevarse por delante la aparente tranquilidad. Algo de eso es lo que ocurre en «Un amor cualquiera», su nueva novela, donde los protagonistas son la familia Kinsella, un matrimonio que ha forjado un futuro feliz junto a sus cinco hijos. Transcurrido un tiempo, cuando la esposa, Rachel, cree que le espera un porvenir en calma, su esposo decide, sin consulta previa, vender la casa en la que viven y llevarse a sus hijos a otro país y dejarla, sola, a la intemperie del mundo. Pero veinte años después, tres de sus cinco hijos –Ellen y los gemelos Joe y Michael–, llegan a su casa y, para sorpresa de ella, cada uno desea contarle su historia personal, el mundo que, desde entonces, han construido sin ella.
Realidad y deseo
La historia que cuentan, como es previsible, no hace más que desmoronar, una vez más, los cimientos sobre los que se ha construido la familia. Y no sólo eso: también los motivos que llevaron a que se separara de su marido, que tras la confesión de sus hijos, parecen ser, en el fondo, otros. En todo caso, en esta novela la escritora observa con ojo avieso, también, el complejo (y por momentos siniestro) mundo de los vínculos familiares pero lo hace centrando la mirada en lo que no se advierte, en lo que está allí, en las decisiones inefables, en las consecuencias de lo que se desea y sin embargo no se quiere.
Tiene, en ese sentido, una mirada tan única como incómoda, pues se detiene en los detalles, en las pequeñas muestras de cotidianidad donde, no obstante, la herida persiste como una palabra cargada de sentimientos que no pueden decirse. La novela, así, su trama secreta, se despliega lentamente, como las señales de un camino repleto de momentos profundamente emotivos sin por ello ser ingenuos. Smiley, lejos de hacer hincapie en el paraíso perdido de las familias felices, revela que, detrás de la propia vida de cada uno (en este caso, de los hijos adultos de la protagonista) lo que hay, en el fondo, es una búsqueda constante (y muchas veces desesperada) de conciliar aquello que vivimos con aquello que, a veces sin saberlo, deseamos.