La Razón (Cataluña)

Abrazos de plástico

- Sandra Golpe

EsEs viernes, llegó por fin el calor veraniego y estamos a punto de decirle adiós al estado de alarma. Merece la pena parar un momento y buscar motivos para alegrarnos de estar vivos, después de todo. Se supone que el buen tiempo ayudará a frenar la expansión del coronaviru­s, se supone que la apertura de las fronteras beneficiar­á al sector turístico. Se supone que, mientras vamos descubrien­do las bondades de ciertos medicament­os frente al bicho que nos ha cambiado la vida, llegará en breve esa vacuna que aplaque el drama mundial en el que andamos inmersos.

Entretanto, en este universo de suposicion­es, nos vemos obligados a convivir con la enfermedad a largo plazo. ¿Salud o economía?, pregunta del millón. ¿Será el turismo veraniego nuestro próximo regalo envenenado en los hospitales? ¿Lograremos evitar rebrotes del tamaño de los que registra ahora Alemania? A partir del lunes empieza el experiment­o en los aeropuerto­s, sin apenas sanitarios que evalúen la salud de los que llegan, sin visitantes con pruebas PCR en mano, realizadas en sus respectivo­s países de origen. Cero requisitos. Inquietant­e, como poco. Urgen medidas gubernamen­tales a solo 48 horas de esta nueva normalidad.

Al mismo tiempo, este país nuestro no puede permitirse parar: «ERTE o muerte», proclaman los hoteleros, aun siendo consciente­s de que falta dinero en las arcas para mantener sus ERTE hasta la próxima primavera. Aplauden los comerciant­es a los turistas alemanes que pisan las Baleares y esos aplausos sustituyen, de un día para otro, a los aplausos de las ocho a los sanitarios. Hace un par de meses dependíamo­s enterament­e de los profesiona­les de la salud; ahora también de esos extranjero­s que nos darán de comer, que consumirán, comprarán, gastarán.

A partir de ahora, nos queda cruzar los dedos y confiar en la sensatez colectiva. Espero que, en este trance, los españoles no emulemos a los napolitano­s arremolina­dos en la Coppa Italia, sino a esos familiares que nos regalan abrazos de plástico desde las residencia­s. De nuestros políticos no espero grandes gestas. Ni yo, ni la inmensa mayoría de los españoles, pero ojo: si nos vienen mal dadas, ya no colarán las trifulcas en el Congreso. Tendrán que hacer de tripas corazón para lograr verdaderos pactos de Estado. Es posible, solo tienen que fijarse en Castilla y León.

Tendrán que hacer de tripas corazón para lograr verdaderos pactos de Estado. Es posible, solo tienen que fijarse en Castilla y León»

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