El dragón de dos cabezas Ángel Tafalla
SiSi hubiésemos revisado la expansión de China hace unos años posiblemente nos habríamos centrado exclusivamente en su potencial económico. Actualmente sería prudente empezar también a contemplar tanto su creciente capacidad militar como las intenciones de utilizarla, pues nadie se dota de una costosa herramienta para luego no emplearla. Al enorme dragón le podrá mover en el futuro una de sus dos cabezas, la que piensa en economía o la que reacciona como militar. O quizás, más probablemente, una combinación de ambas.
Si existe consenso en los EEUU sobre algo, es sobre que hay que contener la expansión china. La administración Obama declaro en su dia el foco –«pivot» lo denominaron– sobre Asia lo que era un mero eufemismo para señalar la contención de China. Y el mecanismo primario para dicho enfoque fue la negociación de un acuerdo transpacífico (TPP) para liberalizar el comercio en la zona, pero eso sí, dejando a los chinos fuera. Sin embargo Obama no emprendió simultáneamente ningún cambio militar significativo en el Pacifico; prueba que contemplaba a China preeminentemente como un rival económico. Pero llego el furor iconoclasta del nuevo Presidente Trump y destruyo el TPP. La cabeza económica del dragón vio aquí su oportunidad y el Presidente Xi no tardo en relanzar una alternativa denominada «Belt & Road Initiative» (BRI) consistente en financiar proyectos de infraestructura relacionados con el transporte y la energía en Asia y África. La BRI es enorme: cerca de 4 billones (de los nuestros) de dólares invertidos en unos 3000 proyectos entre 126 naciones. Pero cuidado, el Producto interno bruto (PIB) de China es de unos 13 billones $ y tiene una deuda pública de aproximadamente la mitad de esta cantidad que está creciendo exponencialmente. Asi que deuda y préstamos del BRI suman actualmente un 80% del PIB chino. Y la pandemia está golpeando duramente a alguna de las poco solventes naciones deudoras ¿Qué podrá pasar si no pueden pagar? ¿Tendrá China que crear un banco «malo» y hacerse cargo directamente de la administración de una serie de infraestructuras terrestres y marítimas esparcidas por la enorme zona? Y eso en un momento en que su capacidad exportadora se ve mermada por la depresión del comercio mundial debida al co-19 ¿Qué impacto tendría esto sobre la economía china sin contar además los aspectos medioambientales y asociados a una imagen neo colonialista?
La administración Trump sustituyo el TPP por una directa ofensiva económica contra China con una subida de aranceles que incrementara indefectiblemente los precios de las mercancías y dificultara las cadenas de suministros de componentes a nivel mundial. Es decir, que la táctica de contención económica de Obama consistente en crear un club de los que no querían –relativamente– negociar con China ha sido sustituida por Trump tratando de estrangular directamente el comercio con China aunque con ello arrastre la globalización.
Como hemos comentado, la única preocupación que la expansión china tradicionalmente venia causando al resto del mundo era la comercial. A ella se unió posteriormente la intranquilidad financiera al aumentar enormemente sus reservas en dólares y empezar a manipular su moneda. Pero en estos tiempos de co-19 está emergiendo un nuevo recelo: las capacidades militares con que se está dotando China y la incertidumbre acerca de sus intenciones. La mayoría de los europeos estamos todavía contemplando únicamente la dimensión económica del dragón; pero en los actuales desunidos Estados Unidos existe un raro acuerdo general sobre la conveniencia de frenar económica y militarmente la expansión china. China invierte en sus Fuerzas Armadas unos 260.000 millones de dólares anuales; los EEUU unos 730.000, es decir bastante más del doble. Los norteamericanos tienen cerca del millón y medio de efectivos –todos profesionales– y China 2,2. Pero China concentra sus fuerzas cerca del territorio nacional y sus accesos marítimos mientras que los EEUU tiene desplegados unos 200.000 efectivos, de ellos 78.000 en el Indo Pacifico (principalmente en Japón y Corea del Sur), unos 35.000 en Europa, 6.000 en África y unos 60.000 en Oriente Medio. Es decir que poco menos de la mitad del notable esfuerzo militar norteamericano está preparado para contener a China. En todo caso la superioridad en efectivos humanos de China en el teatro es abrumadora sin que pueda compensarse con los aliados locales ni con la inigualable capacidad de proyección de fuerzas norteamericana. En los mares y tierras de Asia ambos están inicialmente casi empatados y eso suponiendo que el hipotético conflicto militar se mantenga por debajo del umbral nuclear. Porque nadie tiene experiencia de cómo podría ser una guerra entre potencias nucleares y cuál sería la actitud rusa ante un conflicto de este tipo. ¿Qué deberíamos hacer norteamericanos y europeos ante el dragón chino? Su conducta en la crisis co-19 ha expuesto las limitaciones y mentiras propias de un régimen comunista. Parece que está emergiendo también entre los europeos un cierto consenso sobre frenar su expansión. Que China no es el poder benigno que aparentaba ser solo hace unos años. Que la expansión china tiene dos dimensiones –militar y económica– que habrá que tener en cuenta en el futuro. Ojalá que el símil del dragón pueda ser útil para conceptualizar esta realidad antes de que alguna de sus dos cabezas empiece a arrojar fuego sobre nosotros.
Nadie tiene experiencia de cómo podría ser una guerra entre potencias nucleares y cuál sería la actitud rusa ante un conflicto de este tipo»