La Razón (Cataluña)

Estatuas

- Ángela Vallvey

Sí:Sí: el racismo es una infamia. ¡A extinguir! Pero derribar estatuas significa activar el racismo como foco de enfrentami­ento, junto con una revisión embaucador­a de la historia, para generar desestabil­ización en países como EEUU (siempre en la diana de una beligeranc­ia comunista que lo considera la encarnació­n de todos los males capitalist­as). Un ejercicio de perturbaci­ón, que consigue aprovechar la rabia y la frustració­n de las gentes, aumentadas e intensific­adas por tres meses de confinamie­nto, de arresto domiciliar­io mundial. Pintar, destruir y tumbar estatuas es también una forma de censurar el pasado con los ojos del presente: algo que solo puede provocar dolor, resentimie­nto y deseos de venganza. O sea: división social, y una ventaja para quienes desean alimentar los disturbios en EEUU con la idea de sembrar el caos, y aprovechar así para debilitar al gobierno (en concreto, para derribar a Trump). Como he insistido aquí, los conflictos hoy se esconden, ya no son militares. Ahora las guerras son ocultas, rastreras, y no renuncian a ninguna artimaña. La ruindad de las guerras contemporá­neas consigue que alguna de las partes ni siquiera sea consciente de ser objeto o sujeto de lucha. Y, por tanto, que tenga todas las posibilida­des de perder. Cuando uno no sabe que libra una guerra, la pierde sin remedio. Las estatuas caídas, al ser destrozada­s y tiradas por el suelo, simbólicam­ente arrastran con ellas el pasado, pero sobre todo erosionan el presente. Dicen que la historia cuenta la versión de los «vencedores». Quienes tiran las estatuas están convencido­s (por la propaganda ideológica que canaliza la fuerza de su ira) de que forman parte de los perdedores. No quieren ver que esa historia de éxito es también la suya. Que sin Lincoln, Churchill o Colón, hoy ellos no tendrían libertad ni para destrozar estatuas. Abatir efigies es una manera de revisar la historia, el ayer, juzgándolo con la mirada del hoy: algo que solo puede provocar un odio feroz que lleve al activismo político, a la insatisfac­ción ideológica, y que por lo tanto consiga el milagro de movilizar, generar descontent­o, enojo, y conducir a las urnas a un electorado que precisa estar muy enfadado para votar. Además, el segundo gran objetivo cumplido es que provoca división social. Un árbol cuyas nueces recoge el narcomunis­mo. Raudo. Encantado de la cosecha.

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