ESTA HERIDA
Faltan los nombres y los apellidos de los que murieron. Su foto. Una frase de quien los amó. Dos. Tres...
Falta un memorial desnudo, hermoso, triste, en el que prometamos con palabras secas como espartos que no mentiremos.
Falta un memorial desnudo, hermoso, al aire libre, plantado sobre la hierba fresca en el que les digamos que los amamos.
Falta entender que nuestros padres y madres, abuelas y abuelos han muerto.
Falta entender que nuestros mayores sacaron este país adelante. Ellos que aprendieron a no insultar, ni imprecar contra las creencias de otras personas para entregarnos un país, y no un lodazal de miseria, rencores y sangre.
Falta entender que han muerto nuestros amigos y amigas, hijos e hijas.
Falta un memorial que no sea edificado ad maiorem gloriam de las fotos de la inauguración.
Antes y después...
Falta nuestra oración laica o religiosa, como humanos.
Cerrar los ojos en silencio, aunque sea una vez, para sentir el duelo de más de cuarenta mil familias y resistirlo sin una sola excusa.
Cerrar los ojos y llorar por no haber dado la mano a un ser querido que iba a morir.
Con los ojos cerrados y el corazón abierto, acompañar a los que sabían que morían sin un abrazo, para acariciarlos. Incluso ahora lo necesitan.
Necesitamos el recogimiento para aliviar el insomnio y desgarro de los que no pudieron aliviarlos más, ni salvarlos, pese a su desvelo y su heroísmo en hospitales y residencias para personas mayores.
Necesitamos recordar para enterrar.
Necesitamos enterrar dignamente para superar el pasado.
Necesitamos el arte y la música que nos acompañen en este viaje de redención.
Necesitamos que los que cerraron los ojos por sus intereses de propaganda los abran y contemplen el horror con sinceridad.
Necesitamos piedad.
Necesitamos perdonar.
Por eso necesitamos la verdad que pasó, no el relato almibarado de lo que debió haber ocurrido.
En el nombre de los inocentes.
Amén.