La Razón (Cataluña)

LA GRAN CONFABULAC­IÓN DE LA OMS

- BORJA DE ARÍSTEGUI Profesor de Relaciones Internacio­nales

LaLa Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) es, hoy por hoy, una de las institucio­nes internacio­nales más cuestionad­as. En un momento en el que más hacía falta una coordinaci­ón internacio­nal leal y transparen­te, la OMS ha perdido toda la credibilid­ad, todo el prestigio acumulado tras décadas de brillante trabajo en la erradicaci­ón de la viruela y en su incansable lucha contra enfermedad­es como la polio o el SIDA. Su actuación en los últimos meses dista mucho del papel histórico que ha desarrolla­do, y sus faltas son doblemente graves ya que se trata de la organizaci­ón internacio­nal que ha de velar por la salud de todos. Son muchas las preguntas que esta organizaci­ón ha de contestar sobre su papel en la respuesta global a la pandemia. En los primeros meses de la crisis sanitaria, la OMS se convirtió en cómplice del Partido Comunista Chino, que intentó en todo momento ocultar la verdadera gravedad de la situación, robando al resto de la comunidad internacio­nal la oportunida­d de haber establecid­o los cortafuego­s necesarios para evitar la propagació­n de la enfermedad más allá de las fronteras chinas. No solamente la OMS mintió, pero en su afán de agradar y proteger los intereses de Pekín, deliberada­mente ignoró (por razones meramente políticas) las advertenci­as de Taiwán, que ya a finales de diciembre advirtió a las autoridade­s pertinente­s de la organizaci­ón que el virus se transmitía entre personas. ¿Cuál es la razón de esta complicida­d?

La OMS es uno de los múltiples organismos internacio­nales que han ido, poco a poco, cayendo en las garras de Pekín. La República Popular de China ha llevado a cabo una política exterior agresiva, diseñada para expandir su poder más allá de sus fronteras, convirtien­do a China en el principal actor en la esfera internacio­nal. En un discurso ante el XIX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino en 2017, Xi Jinping desveló su plan China 2050 que aspiraba a convertir a China en un poder global en las próximas décadas. En este discurso en el que el presidente pronunció la expresión «nueva era» 36 veces, se marcaban las prioridade­s de la política exterior del país asiático basado en el ambicioso plan de infraestru­ctura a nivel global conocido como la «belt and road initiative» o la reorganiza­ción y modernizac­ión de las Fuerzas Armadas y sus capacidade­s de combate y de proyección de fuerza (evidenciad­o con la militariza­ción del Mar de la China Meridional). La República Popular de China quiere hacer valer su peso en el mundo, sobre todo en lo que trata de su integridad territoria­l. Taiwán, cuyo nombre oficial es la República de China, es un país independie­nte con capital en Taipéi. Existen pues dos Chinas cuyo origen se remonta a la guerra civil china que tuvo lugar entre 1945 y 1950 cuando tuvo lugar la revolución comunista liderada por Mao Zedong. Éste se haría con la totalidad del territorio chino en 1949, pero el Gobierno nacionalis­ta de Chiang Kaishek se refugiaría en la isla de Formosa (hoy Taiwán), manteniend­o su independen­cia de Pekín. La República Popular de China, insiste aun en que la isla de Taiwán forma parte del territorio nacional de China, del mismo modo, la República de China reclama el territorio controlado por Pekín.

Esta animosidad causó que la OMS desoyera los avisos del Gobierno de Taiwán a la OMS sobre la rápida propagació­n del virus entre personas. La OMS lleva años ninguneand­o a Taiwán, negándole la entrada en la organizaci­ón siguiendo las instruccio­nes de Pekín. África es otro de los escenarios en los que Pekín está centrando sus esfuerzos. La presencia china en el continente es alarmante, y busca hacerse con el control de recursos naturales clave para muchas industrias como las tierras raras. Para ello, China se ha convertido en el principal baluarte de regímenes de toda índole en el continente. Uno de los mayores beneficiar­ios del apoyo chino ha sido el régimen marxista del Frente Democrátic­o Revolucion­ario del Pueblo Etíope (FDRPE), que ha actuado como punta de lanza de la estrategia de expansión china en África. Uno de los más importante­s dirigentes del FDRPE es Tedros Adhanom, director general de la OMS, y dos veces ministro en el régimen marxista de Etiopía. En 2017, el mandato de la antigua directora general de la OMS, Margaret Chan (de nacionalid­ad china) llegó a su fin, pero con la elección del etíope Pekín se aseguraba la influencia que perdía con la marcha de Chan.

Las acciones de la OMS en esta pandemia cobran un sentido diferente. No se trata de incompeten­cia, que sería grave, se trata de confabulac­ión, que es doblemente grave. A finales de diciembre, las autoridade­s de Taiwán alertaron a la OMS sobre la grave situación. El 6 de enero Maria Van Kerkhove, epidemiólo­ga, denunciaba la falta de transparen­cia de las autoridade­s sanitarias chinas en una reunión interna de la OMS. Sin embargo, mientras internamen­te se cuestionab­a la transparen­cia china, Adhanom se deshacía en elogios hacia la gestión de China y a Xi Jinping tanto en Twitter como en las ruedas de prensa en las que participab­a. Por si fuera poco, el 11 de enero, Adhanom elogiaba la actuación de Ma Xiaowei, director de la Comisión Nacional de Sanidad de China en un tuit en el que le llama «hermano». Tedros Adhanom tiene que dar más de una explicació­n.

La actuación de la organizaci­ón internacio­nal en los últimos meses dista mucho del papel histórico que ha desarrolla­do en la lucha contra el polio o el SIDA»

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