La emperatriz sanitaria estaba desnuda
Esta crisis ha sacado a relucir las carencias de nuestro sistema, pero también es una oportunidad para abrir nuevas vías de evolución: las «app» de rastreo de la salud y la inteligencia artificial se impodrán frente los congresos médicos y los largos estu
Rafael Matesanz, antiguo director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), es el símbolo de un modelo científico de éxito. Bajo su liderazgo se construyó la joya de la corona de nuestro sistema sanitario, una red de trasplantes cientos de veces halagada, cientos de veces tratada de imitar. La ONT ha sido uno de los pilares en los que durante décadas hemos basado nuestra jactancia de contar con uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Estábamos convencidos de que España era un modelo de gestión de la salud, estábamos tranquilos. Pero el pasado día 18 las palabras de Matesanz resonaron en medio de la Comisión de Reconstrucción del Congreso como un aldabonazo a las conciencias. «No podemos permitir que todo siga igual. Que las cosas sigan como están no debe ser una opción».
Que el artífice de la mejor apuesta sanitaria española, supuestamente envidiada por medio mundo, reconociera tan a las claras que nuestro sistema no funciona escuece.Como debieron escocer las declaraciones ante la misma Comisión de Emilio Bouza, fundador de la Sociedad Española de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas unos días antes. Algunos de los titulares de su comparecencia requieren de poca explicación: «España llegó 10 días tarde a la lucha contra la Covid». «Pocos médicos saben intubar a un paciente». «No existen planes de emergencia epidemiológica en los hospitales». «Como nación dependemos de un solo proveedor de bienes de consumo sanitario». «Los hospitales desprecian los servicios de microbiología». Tamaña lista de carencias ha sacado a relucir (debería haberlo hecho, al menos) la fragilidad de nuestro sistema sanitario para enfrentare a una crisis real y grave. El emperador estaba desnudo y solo la Covid-19 se ha atrevido a señalarle las vergüenzas.
La crisis del coronavirus ha sido un «shock» sin precedentes. Pero también ha supuesto una oportunidad única para detectar los grandes errores cometidos por el estamento científico global y para abrir nuevas vías de evolución que diseñen cómo queremos que sea la ciencia en el futuro. Las consecuencias de la pandemia en el mundo de la ciencia aún no son conocidas plenamente, y es probable que no lo sean en mucho tiempo. Pero del agujero que la crisis ha dejado en la comunidad investigadora tardaremos muchos años en salir. Industrias enteras han desaparecido casi del mapa, algunas profesiones científicas han dejado de tener actividad y miles de proyectos científicos, colaboraciones internacionales, becas de investigación, líneas de trabajo, publicaciones con investigaciones… han quedado arrumbadas. «¡Quién sabe cuántos avances, hitos, descubrimientos, curas, hallazgos se han perdido en el confinamiento de meses al que el mundo se ha visto sometido», se dolía la publicación de divulgación científica, «Universe today», recientemente.
Durante meses nos hemos vanagloriado de que nunca antes en la historia de la humanidad se habían puesto tantos recursos humanos y económicos al servicio de una misma causa científica: la lucha contra el coronavirus. Pero el efecto secundario de esa carrera ha sido la paralización de miles de otras líneas de trabajo. No somos aún capaces de definir hasta qué punto ese parón ha afectado a la consecución de curas para otras enfermedades, de descubrimientos astronómicos o de desarrollos tecnológicos que estaban en la parrilla de salida antes de la Covid y que ahora hemos visto abandonados. «¿Es este el final de la ciencia colaborativa?», se quejan algunos expertos.
El Ave Fénix
Algunas iniciativas pretenden aprovechar las cenizas del apande mi aparare construir un estamento científico nuevo, una especiede Ave Fénix de la investigación que no vuelva acometerlos mismos errores. La plataforma internacionalR ese ar chGa te, un«think tank» que trabaja en defensa de la investigación global, ha detectado algunas de de las revoluciones provocadas por la crisis que