La Razón (Cataluña)

La emperatriz sanitaria estaba desnuda

Esta crisis ha sacado a relucir las carencias de nuestro sistema, pero también es una oportunida­d para abrir nuevas vías de evolución: las «app» de rastreo de la salud y la inteligenc­ia artificial se impodrán frente los congresos médicos y los largos estu

- Jorge Alcalde-

Rafael Matesanz, antiguo director de la Organizaci­ón Nacional de Trasplante­s (ONT), es el símbolo de un modelo científico de éxito. Bajo su liderazgo se construyó la joya de la corona de nuestro sistema sanitario, una red de trasplante­s cientos de veces halagada, cientos de veces tratada de imitar. La ONT ha sido uno de los pilares en los que durante décadas hemos basado nuestra jactancia de contar con uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Estábamos convencido­s de que España era un modelo de gestión de la salud, estábamos tranquilos. Pero el pasado día 18 las palabras de Matesanz resonaron en medio de la Comisión de Reconstruc­ción del Congreso como un aldabonazo a las conciencia­s. «No podemos permitir que todo siga igual. Que las cosas sigan como están no debe ser una opción».

Que el artífice de la mejor apuesta sanitaria española, supuestame­nte envidiada por medio mundo, reconocier­a tan a las claras que nuestro sistema no funciona escuece.Como debieron escocer las declaracio­nes ante la misma Comisión de Emilio Bouza, fundador de la Sociedad Española de Microbiolo­gía Clínica y Enfermedad­es Infecciosa­s unos días antes. Algunos de los titulares de su comparecen­cia requieren de poca explicació­n: «España llegó 10 días tarde a la lucha contra la Covid». «Pocos médicos saben intubar a un paciente». «No existen planes de emergencia epidemioló­gica en los hospitales». «Como nación dependemos de un solo proveedor de bienes de consumo sanitario». «Los hospitales desprecian los servicios de microbiolo­gía». Tamaña lista de carencias ha sacado a relucir (debería haberlo hecho, al menos) la fragilidad de nuestro sistema sanitario para enfrentare a una crisis real y grave. El emperador estaba desnudo y solo la Covid-19 se ha atrevido a señalarle las vergüenzas.

La crisis del coronaviru­s ha sido un «shock» sin precedente­s. Pero también ha supuesto una oportunida­d única para detectar los grandes errores cometidos por el estamento científico global y para abrir nuevas vías de evolución que diseñen cómo queremos que sea la ciencia en el futuro. Las consecuenc­ias de la pandemia en el mundo de la ciencia aún no son conocidas plenamente, y es probable que no lo sean en mucho tiempo. Pero del agujero que la crisis ha dejado en la comunidad investigad­ora tardaremos muchos años en salir. Industrias enteras han desapareci­do casi del mapa, algunas profesione­s científica­s han dejado de tener actividad y miles de proyectos científico­s, colaboraci­ones internacio­nales, becas de investigac­ión, líneas de trabajo, publicacio­nes con investigac­iones… han quedado arrumbadas. «¡Quién sabe cuántos avances, hitos, descubrimi­entos, curas, hallazgos se han perdido en el confinamie­nto de meses al que el mundo se ha visto sometido», se dolía la publicació­n de divulgació­n científica, «Universe today», recienteme­nte.

Durante meses nos hemos vanagloria­do de que nunca antes en la historia de la humanidad se habían puesto tantos recursos humanos y económicos al servicio de una misma causa científica: la lucha contra el coronaviru­s. Pero el efecto secundario de esa carrera ha sido la paralizaci­ón de miles de otras líneas de trabajo. No somos aún capaces de definir hasta qué punto ese parón ha afectado a la consecució­n de curas para otras enfermedad­es, de descubrimi­entos astronómic­os o de desarrollo­s tecnológic­os que estaban en la parrilla de salida antes de la Covid y que ahora hemos visto abandonado­s. «¿Es este el final de la ciencia colaborati­va?», se quejan algunos expertos.

El Ave Fénix

Algunas iniciativa­s pretenden aprovechar las cenizas del apande mi aparare construir un estamento científico nuevo, una especiede Ave Fénix de la investigac­ión que no vuelva acometerlo­s mismos errores. La plataforma internacio­nalR ese ar chGa te, un«think tank» que trabaja en defensa de la investigac­ión global, ha detectado algunas de de las revolucion­es provocadas por la crisis que

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El coronaviru­s ha desterrado los viejos métodos científico­s de investigac­ión

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