David Quammen: así se convirtió en el escritor de cabecera de la cuarentena
Su libro sobre la evolución de las pandemias se lee como un «thriller». A este naturalista no le ha pillado de sorpresa el coronavirus. Y avisa de que hay que seguir investigando
HaHa escrito uno de los grandes libros de nuestro tiempo, «Contagio: la evolución de las pandemias» (Debate). Escritor de ficción que se pasó al reportaje y la no ficción, sus obras, electrizantes y viajadas, son esenciales para entender la historia, presente y futuro de los patógenos zoonóticos, que saltan de los animales al ser humano, así como el día a día de los científicos que rastrean, estudian y combaten al enemigo invisible, desde las selvas del Congo a las cuevas de Indonesia y los mercados de animales vivos del sur de China. El escritor, naturalista, divulgador científico, responde a LA RAZÓN desde su casa en Montana. Su editor le ha pedido que dedique los próximos dos años a escribir un libro sobre el nuevo coronavirus.
–En su libro explica que el ébola, excepto que logre mutar para ser más compatible con nosotros, no se transmite con excesiva facilidad, pero que otras enfermedades, por ejemplo una nueva neumonía infecciosa provocada por un nuevo coronavirus, un nuevo SARS, sí podrían causar estragos… y en 2020 llegó. ¿Le ha sorprendido?
–No, en absoluto. Lo único que me sorprende es lo mal preparados que estaban los gobiernos del mundo para responder a la crisis. Pero que llegaría un nuevo virus, de un murciélago, por ejemplo, no me sorprendió en absoluto. Todo eso ya lo habían predicho los científicos hace diez años. Lo cuento en el libro. No todos los países respondieron igual, claro. Primero golpea China. Pero China lo aplastó sin miramientos. China es buena en eso: si un problema se puede resolver por aplastamiento ellos lo hacen. Luego llegó a Singapur y Corea del Sur, que también la aplastaron. Después está Italia, donde ha sido terrible, y EE.UU. donde se ha multiplicado. Y bueno, España ha sido golpeada de forma durísima, Francia, Reino Unido… y francamente eso es lo que me sorprende, que nadie estaba preparado.
–¿Hemos sido injustos con nuestros gobiernos, nadie podía imaginar algo así, o realmente han sido, como mínimo negligentes?
–No puedo hablar de las acciones del Gobierno español. Pero conozco bien la actuación de otros. Puedo decirle que el desempeño del gobierno de EE. UU. ha sido terrible. Igual que el de Brasil. El de Reino Unido ha sido malo. En cuanto a Italia tiendo a pensar que si bien podría haberlo hecho mejor el país tuvo muy mala suerte, con muchos contagiadores invisibles en el norte. Por supuesto en Italia hubo otros factores. Mucha gente anciana. Muchos hogares multigeneracionales. Gente viviendo muy cerca. Una vida social intensa. Contaminación... Es un misterio para mí por qué Italia fue golpeada de forma tan dura. Necesitamos seguir investigando.
–¿Pedimos demasiado a la ciencia, exigimos respuestas demasiado rápido y, posiblemente, ignoramos cómo funciona la ciencia?
–La gente no entiende cómo funciona la ciencia, exigimos respuestas ya, y una vacuna, rápido, y hay cosas en el proceso para lograrla que sencillamente no pueden acelerarse. Y no sólo es que no entendamos cómo funciona la ciencia. Existe toda un discurso político alimentado con el desprecio a la ciencia y enemistado con las personas que la hacen. Un discurso anti intelectual. De odio casi contra las élites científicas. Para romper esa dinámica tóxica necesitamos educar en la ciencia, y por cierto, también necesitamos un periodismo que ayude a divulgar con más rigor.
–De vuelta al nuevo coronavirus, encontramos mensajes contradictorios. Los gobiernos suenan bastante más optimistas que muchos de los científicos.
–Nadie sabe lo que puede ocurrir. ¿Podríamos sufrir una segunda ola epidémica, como ocurrió con la gripe española? Podríamos. Yo apostaría a que sí, si tuviera que apostar diría que habrá una segunda oleada, de hecho podría estar sucediendo ya en algunos lugares, por ejemplo en Corea del Sur. Quizá la segunda ola no llegue en el hemisferio sur, durante el verano. O quizá sí. O quizá suceda en octubre, cuando los niños vuelvan al colegio y la gente frecuente otra vez lugares cerrados. Desde luego el virus no va a desaparecer. Mientras haya personas infectadas, y mientras sea tan infeccioso, seguirá ahí, y volverá a propagarse en cuanto tenga la oportunidad. Sí creo que dentro de 50 años los niños serán vacunados contra este virus.
–50 años…
–Sí.
–Seguimos sin saber qué animal es el reservorio del ébola. En el caso de la COVID19 parece seguro que se trata de los murciélagos? ¿Y cuál pudo ser el huésped secundario que lo amplificó?
–Estamos bastante seguros de que fue un murciélago, pero entre este animal y el primer humano, en la ciudad de Wuhan, pasaron algunas cosas que todavía no sabemos. Pudo pasar a otro animal y evolucionar ahí durante 20 o 30 años. O pudo saltar a un tercero y mezclarse con otro virus, con otro coronavirus, y cambiar partes de su genoma.
–La Casa Blanca insiste en una presunta conspiración del gobierno chino, e incluso añade que el virus podría ser una creación de laboratorio.
–Pompeo y Trump mienten cuando afirman que tienen muchas evidencias que apuntan a que esto podría haber sucedido. Mienten. No hay muchas evidencias. Hay rumores. ¿Es físicamente posible que este coronavirus fuera diseñado en un laboratorio militar? No, no lo es. Tenemos evidencias disponibles para afirmar que es imposible. ¿Es posible que fuera un coronavirus de un murciélago que escapó de un laboratorio? Es teóricamente posible. ¿Existe alguna prueba, alguna evidencia al respecto? Ninguna. Dicen cosas que les gustaría que fueran ciertas.
–Cómo podemos prepararnos para la próxima pandemia.
–Los Institutos Nacionales de la Salud son una institución pública que ha existido desde hace mucho tiempo y ha puesto mucho dinero de los contribuyentes en la ciencia, y la ciencia, a veces necesita años para que el fruto de una investigación tenga un impacto en la tecnología o en la salud. En cuanto a la ciencia aplicada, en el campo de salud, hay cosas, como las vacunas, como las redes de colaboración internacional, como la investigación de campo, etc., en las que los políticos no siempre quieren invertir, y son las que permiten estar preparados, y eso cuesta dinero. Y claro, los ciclos electorales tienen un ritmo completamente distinto, y el electorado no siempre admite que se invierta su dinero en prevención, en conocimiento, en ciencia. Luego llega algo como la COVID-19 y el precio que pagamos en términos económicos es muy superior al que habría costado mantener unas inversiones en ciencia y en salud pública más robustas.
Habrá una segunda oleada, quizá esté sucediendo ya en algunos países o llegue en octubre; el virus, desde luego, no va a desaparecer»