El cuento cambia, Pablo
PorPor si alguien aun no había reparado, ese ambicioso pacto de «progreso» que tan solo hace medio año se escenificaba con la foto del abrazo entre Pablo Iglesias y un Pedro Sánchez, que en horas pasó del insomnio a una admirable facilidad para dormir a pierna suelta, ha saltado prácticamente por los aires en la más importante de sus facetas, que no era otra más que la marcada en una cada vez más emborronada hoja de ruta elaborada para gastar y seguir gastando con objeto de mantener vivo y con recorrido, con dineros contantes y sonantes, el célebre «pacto de la investidura». Resulta que ya no se puede dar la espalda a algo tan evidente por trágico como el tsunami que se ha abalanzado sobre el país en forma de miles de fallecidos y previsiblemente con la peor de las secuelas económicas en décadas cerniéndose sobre nosotros. Es lo que toca, más ponerse las botas de pocero arrimando el hombro con altura de miras y menos dedicación a las «performance», los golpes de efecto y las fotos para el álbum del currículum político.
Pedro Sánchez se encuentra ante una de esas grandes encrucijadas que en muchas ocasiones se plantan de bruces ante los políticos. O huye hacia adelante sin contravenir a sus actuales socios y con todas las consecuencias en este caso para el país, o en fila un pausado pero constante giro de timón en línea con algún aviso como el que la semana pasada lanzaba a su pareja de conveniencia por boca de la portavoz y ministra de Hacienda en referencia a la negociación de unos presupuestos –ahora sí– de salvación nacional que sustituyan a los eternos de Montoro: «Las cuentas publicas se harán teniendo los pies en el suelo».
Se añaden en el probable «cambio de cuento», otros elementos que no proceden precisamente de lobbys ni de poderes fácticos reaccionarios empeñados en hacer saltar por los aires la coalición de gobierno. Este periódico se refería a ellos contándoselo a sus lectores la pasada semana, Bruselas quiere un acuerdo político en España en torno a sus grandes números y en ese acuerdo, tal vez lo que no encaja son conceptos que tan mal recuerdo acarrean como las políticas «Varoufakis», ya saben, esas que obligaron a la UE a poner pie en pared ante un pozo griego sin fondo que amenazaba con convertirse en agujero negro. España además no es Grecia, ni Irlanda ni Portugal y Bruselas sabe como nadie que el desplome de una economía como la nuestra, superior casi diez veces en magnitud a los países citados, arrastraría irremisiblemente al abismo a todo el proyecto europeo. La llamada de atención de los empresarios en su cumbre de hace unos días llamando a la coherencia y la seguridad jurídica, la línea abierta con Ciudadanos con la consiguiente presión a un PP que se debate en la intensidad de su «no» a un pacto presupuestario y hasta algún indicativo cambio reciente en el panorama mediático, no dejan de ser síntomas frente a la hora de la verdad. Veremos.