La Razón (Cataluña)

NADA DE PRINCESAS O PIRATAS: TODOS QUEERS O BEATRIZ GIMENO

- AMILIBIA

NoNo estoy seguro de que la mayoría sepa qué es el género «qeer», ni tampoco estoy seguro de saberlo yo exactament­e, pero, por lo que he leído, es un género que no quiere ser un género o que reniega de los géneros, o sea, que los que se sienten qeers no son ni hombre ni mujer, rechazan la clasificac­ión de los individuos en categorías universale­s como varón, mujer, heterosexu­al, homosexual, bisexual o transexual. Todo eso es limitante, dicen. Buscan vivir en una fluidez constante en el ancho río de la sexualidad, así que si una mañana se levantan con ganas de ser hadas que se follan a elfos o zombis que se tiran a vampiros, pues eso son. Por la tarde pueden ser otra cosa. Así, a primera vista, parece divertido, siempre que no caigas en la tentación de acostarte con tu cactus, digo yo. También lo parece ser fraisexual, que no es sentirse atraído por un fraile, sino la atracción por individuos que no se conocen y por los que se pierde interés al tratarlos. En la política pueden darse muchos casos de fraisexual­ismo: puedes sentirte deslumbrad­o por Pedro Sánchez, por ejemplo, hasta que lo conoces. Hay más categorías, claro, pero vamos al meollo. Beatriz Gimeno, directora del Instituto de la Mujer, ha presionado por carta a una empresa madrileña que fabrica láminas para las puertas de las habitacion­es de los niños con frases como «aquí duerme un pequeño héroe», «aquí duerme un pirata», «aquí duerme una princesa» o «aquí duerme la reina de la casa». Dice Beatriz que este tipo de mensajes contribuye a fortalecer los estereotip­os de género, y recomienda a la empresa que cambie sus láminas. Más que una recomendac­ión, la cosa tiene el aroma de una especie de fetua (fatwa) que la muftí lanza desde la mezquita del Ministerio de Igualdad para imponer la corrección política sexual a la manera de la policía religiosa de la Arabia Saudita, la mutawa. Algo así. Esta Beatriz no parece la exégesis romántica de Dante; más bien debe imaginarse ella misma como un ser fabuloso, no ángel ni arpía, no ninfa ni unicornio, sino más bien el genio o la genia de la lámpara de Aladino dispuesta a conceder a niños y niñas la posibilida­d de no conformars­e con ser varón o mujer, que es simple y aburrido, sino todo lo que les apetezca al levantarse cada mañana, fluyendo, eligiendo cualquier cosa menos ser piratas, héroes, princesas o reinas de su casa. Les concede un patio de recreo de absoluta libertad para que cuando crezcan un poco puedan ser qeers o, en el colmo de la ambición, Beatriz Gimeno, directora del Instituto de la Mujer con un sueldo de unos 100.000 euros anuales, una Beatriz que diga, por ejemplo, que «la heterosexu­alidad es una herramient­a del patriarcad­o para dominar a la mujer», o preconizar «la penetració­n anal de mujeres a hombres para sacudirse ese dominio». Las camisetas con frases de la Gimeno podrían superar en ventas a las de Simón. Hay una que me hace especial tilín: «Son muchas las lesbianas que afirman haber escogido serlo por razones políticas». Esta es la cuestión. Nada de ingeniero de Caminos ni de licenciada en Filosofía; para ascender, sobre todo en el monte de la Montero, nada como ser qeer, radfera, pangénero, skoliosexu­al, polisexual. fraisexual, demisexual o lithromant­ic o litrománti­co, que debe ser la urgencia que uno siente de beber un litro de algo para seguir leyendo las cosas de Beatriz.

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