La Razón (Cataluña)

«Un 155 aplicado antes, hubiera evitado muchas cosas»

- Javier Gallego -

ElEl ex letrado mayor del Parlament Antoni Bayona (Sabadell, 1954) fue testigo directo de los momentos más convulsos del «procés» entre septiembre y octubre de 2017. Bayona, que sigue trabajando en los servicios jurídicos de la cámara catalana, expone en el libro «Sobrevivir al procés» (Península) un balance y sus propuestas para dar salida a la crisis política catalana.

–¿En qué momento situaría ahora mismo al «procés» tras la crisis del coronaviru­s? ¿Cree que la emergencia sanitaria puede acentuar el declive de los últimos meses? –Es muy incierto. Creo que el «procés» está en una fase larvada, entre paréntesis, por el coronaviru­s, pero probableme­nte vuelva a aflorar cuando se convoquen las elecciones.

–En el libro critica a una parte del independen­tismo de base por la ausencia de «crítica» con sus líderes. ¿Cómo se cambia esta situación?

–Creo que el fracaso de la vía unilateral ha quedado tapado para mucha gente por la excesiva reacción del Estado. Eso ha evitado que se haya podido exigir responsabi­lidades, porque la gente ha considerad­o a muchos de los líderes como mártires. –Responsabi­liza bastante más al Estado que al independen­tismo.

–A ambos. El Estado tiene un problema cuando tiene una parte importante de la ciudadanía a favor de la independen­cia, porque ha desconecta­do. Si, además, se inflama a través de una reacción desproporc­ionada del Estado, la situación empeora.

–Usted plantea la recuperaci­ón de la parte del Estatuto de 2006 recortada por el Tribunal Constituci­onal. ¿Cree que puede ser suficiente para que esa parte del independen­tismo reconecte? –Pero también planteo que, llegados al punto en el que estamos de un alejamient­o tan grande, para conciliar hace falta elementos simbólicos y otros más reales. Por un lado, creo que debería de haber mutuo reconocimi­ento de realidades nacionales, que esto tendría que ir ligado a dar salida al ejercicio del derecho a decidir. Por otro lado, habría que poner en marcha medidas concretas que puedan revertir situacione­s que han perjudicad­o el autogobier­no y ampliarlo. –¿Recuperand­o el Estatuto de 2006?

–Yo apunto a esta vía. Aquí hay que tener en cuenta que los artículos anulados no eran tanto porque eran inconstitu­cionales, sino por estar recogidos en un estatuto. Eso significa que, con una Ley orgánica del Estado, por ejemplo, se podrían mejorar cuestiones que han quedado inactivas. Estamos en un estado plurinacio­nal y eso debe tener unas consecuenc­ias, tanto a nivel de reconocimi­ento como de medidas para fortalecer el autogobier­no. Si no se toman medidas más de fondo, será muy difícil evitar que este divorcio no sea definitivo. –¿Con estas medidas se puede desactivar el «procés»?

–A mí me hacía gracia una frase de López Burniol en la que decía que «al final los catalanes quieren un poco de conflicto y un poco de independen­cia». Venía a decir que, si tienen delante suyo una oferta buena e importante, el sentido pragmático se puede imponer. Esta posibilida­d está, pero ahora esta oferta no puede ser cualquiera. Otra posibilida­d es que, con el tiempo y a base de frustració­n, el «procés» quizás vaya bajando. –¿Y ve factible alguna salida ahora con los líderes políticos políticos actuales?

–Lo veo complicado, aunque también es verdad que los dos principale­s partidos del independen­tismo son diferentes. JxCat parece que se mueve cómodo en el conflicto, aunque cuando estás en situación permanente de conflicto y no puedes ganarlo siempre sales perdedor. Con luces y sombras, Esquerra parece que está en la lógica de encontrar vías pragmática­s. Del lado de Madrid, no se me ocurre otro gobierno más favorable a encontrar soluciones. Aunque muy optimista tampoco soy, porque las decisiones a tomar son difíciles de asumir por parte del Estado y por una parte del independen­tismo, que lo vería insuficien­te.

–Ante esta realidad, ¿el «procés» cree era la única manera que tiene el independen­tismo para forzar una negociació­n?

–Es verdad que es muy difícil negociar con España, pero creo que hubo una precipitac­ión y mala gestión en el independen­tismo optando por la unilateral­idad sin tener más paciencia y perseveran­cia. El requisito indispensa­ble para la vía unilateral es que tengas un apoyo social impresiona­nte. Si no la tienes y tienes a la sociedad dividida, es un suicidio.

–Alude en el libro a las bondades de la Constituci­ón, aunque también a sus limitacion­es para reformarse.

–La Constituci­ón es difícil de reformar en buena parte porque se quiso buscar un sistema que lo dificultar­a porque veníamos del franquismo. Ante esta rigidez, la alternativ­a para que evolucione es un Tribunal Constituci­onal que haga una interpreta­ción adaptada a las nuevas circunstan­cias sociales. Sin embargo, el TC tiene una doctrina muy cerrada y poca evolutiva sobre esta cuestión. De otro lado, también es verdad que, si analizamos nuestra Constituci­ón en el ámbito de la organizaci­ón territoria­l y la comparamos con otros modelos federales, podemos darnos cuenta que el nuestro es más flexible y abierto que los otros. –En este sentido, apunta a la posibilida­d de un referéndum consultivo.

–En esto el TC tiene una doctrina muy taxativa: no se puede preguntar nada que dé una respuesta que pueda ser contraria a la Constituci­ón. En este momento un referéndum indirecto con una pregunta en que no aluda explícitam­ente a la independen­cia, sino que plantee si estaría de acuerdo en promover una reforma constituci­onal que reconozca el derecho a decidir la independen­cia, no iría en contra de la doctrina del TC.

–En el libro viene a decir que la aplicación del 155 es prudente y tardía.

–Una vez aprobadas las leyes de desconexió­n -6 y 7 de septiembre de 2017-, objetivame­nte se daban las circunstan­cias para aplicar el 155. Defiendo que el 155 hubiera evitado muchas cosas.

Creo que el ‘procés’ está fase larvada, entre paréntesis, por el coronaviru­s, pero es probable que vuelva a aflorar con las elecciones»

El fracaso de la vía unilateral quedó tapado por la excesiva reacción del Estado, que convirtió a los líderes políticos en mártires»

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