Hasta diez años de prisión por derribar una estatua en EE UU
El presidente eleva el tono contra el revisionismo histórico
Donald Trump ha prometido mano dura contra los iconoclastas. A diferencia de otros contendientes más ilustrados, pero también menos demagogos, el presidente tiene a su favor que sabe manejarse en el tablero populista. Así, desde Twitter, anuncia que «ha autorizado al Gobierno Federal a arrestar a cualquier persona que atente o destruya cualquier monumento, estatua u otra propiedad federal en Estados Unidos, penándolo con hasta 10 años de prisión, según la Ley de Preservación de los Monumentos a los Veteranos o cualquier otra ley que pueda ser pertinente».
Como si hasta el momento la destrucción del patrimonio histórico artístico saliera gratis. O como con una acción ejecutiva pudiera condenar él mismo a los futuros reos. «Esta acción», añade, «entra en vigor de inmediato, pero también se puede utilizar de forma retroactiva para la destrucción o el vandalismo ya causado. ¡No habrá excepciones!».
Descontadas las dudas que pueda suscitar la invocación de la retroactividad, pues en puridad los jueces deben siempre de elegir la ley menos lesiva, en la batalla contra las huestes posmodernas nadie como Trump para situarse en frente. Solo él, armado con el martillo de sus abruptos comentarios en redes sociales, blindado por su infinita capacidad para exprimir un buen titular, parece capacitado para competir en condiciones de igualdad, sin arrugarse ni desdeñar el cuerpo a cuerpo, con unos activistas empeñados en destruir todas las estatuas del país.
Solo Trump, moldeado en los platós de televisión y los debates en los tabloides, sabe cómo contestar en tono similar a los partidarios de arrasar los bustos, dinamitar los monumentos de cualquiera con una mínima sombra de racismo, machismo, fascismo o cualquiera otra acusaciones en el diario menú del moderno antifascismo.
El mensaje de estos últimos resuena por unos campus universitarios cegados de oscurantismo posmo y centelleantes turbas censoras. El verbo de Trump reverbera entre sus partidarios con mucha más facilidad que cualquier ponderada crítica.