La Razón (Cataluña)

Cuando se teme más el cierre del colegio que a la pandemia

María tiene parálisis cerebral y gracias que estudió en la escuela de la Fundación Bobath puede comunicars­e. Los padres advierten a Celaá de que sus hijos requieren especialis­tas que no tienen los colegios ordinarios

- Elena Genillo-Madrid

Cuando nació su tercera hija, Covadonga Albert y Alfonso Elosegui se mudaron a Mirasierra. No tenía tanto que ver el hecho de que la casa no contara con el espacio que requería María, sino la cercanía a la Fundación Bobath. La pequeña de la familia nació con parálisis cerebral y cuando sus padres visitaron este centro especializ­ado en daño cerebral, supieron que sería el definitivo. Por fin se terminaría el continuo trasiego por diferentes especialis­tas. Allí los tendría a todos reunidos: fisioterap­eutas, logopedas, psicólogos... A los dos años , María comenzó en la escuela de educación especial de la fundación Bobath y ahora, con 22, ha pasado a su centro de día. En Bobath ha aprendido a leer y a escribir, gracias a lo que, a día de hoy, puede comunicars­e. Lo hace a través de Tobi, un «software» diseñado para detectar el movimiento de las pupilas. Con un parpadeo se puede selecciona­r el pictograma o la palabra requerida. En el caso de María, funciona distinto, porque ella puede controlar los movimiento­s de un «joystick». Así que el mismo que utiliza para dirigir su silla de ruedas eléctrica le sirve para selecciona­r letra a letra en el teclado de la tablet. En los días de confinamie­nto aprovechó para escribir la memoria del curso, que tuvo un final apresurado.

El coronaviru­s obligó a cerrar todos los colegios, independie­ntemente de su tipología. Pero las consecuenc­ias no han sido iguales para todos los alumnos. «No venir a la escuela ha sido muy lesivo para ellos», advierte Luisa Fúnez, presidenta de la Fundación Bobath, que tiene escolariza­dos a 92 niños con parálisis cerebral y atiende a 42 jóvenes en el centro de día. «Si no se mueven, si no se relacionan, se deterioran globalment­e, la mente, la comunicaci­ón, las relaciones humanas, los cuerpos... vuelven aquí como palos», apostilla. En Fase 2 se permitió la apertura del centro, aunque solo para tratamient­os de rehabilita­ción. La familia del pequeño Alejandro Duarte , aunque sabe que su hijo forma parte de los grupos de alto riesgo con el coronaviru­s, no lo dudó ni un instante y ya ha retomado sus sesiones con el fisioterap­euta José Torija. Pero no todas las familias se han atrevido a acudir. «Algunos nos han dicho que hasta septiembre no vuelven porque tienen miedo. Pero eso es muy malo para los chavales», avisa Fúñez. Cuando se decretó el Estado de Alarma, el equipo multidisci­plinar de la fundación (fisios, profesores, psicólogos, logopedas, terapeutas ocupaciona­les...) diseñó un programa a toda prisa dirigido a los padres con el objetivo de que no se produjera una involución en estos niños. «Es un trabajo muy difícil y muy duro», advierte la directora, y , aunque «las familias están muy preparadas porque se les cita mucho en el centro para que vean lo que hacemos y cómo lo hacemos, no cuentan con las mismas estrategia­s». Las consecuenc­ias más visibles del confinamie­nto en sus alumnos han sido las físicas, «sobre todo para los mayores, los padres no pueden mover con soltura a un chaval de 14 años y 50 kilos de peso», así que ha habido que lamentar escaras, heridas e, incluso, alguna rotura.

Cerrar en un plazo de 10 años

Luisa espera que la situación cambie para septiembre y que el curso escolar pueda reactivars­e con normalidad. Aunque su miedo no es tanto el coronaviru­s si no el futuro de su escuela. La Ministra de Educación, Isabel Celáa, quiere aprobar un nuevo proyecto de ley para integrar en el plazo de 10 años a todos los alumnos de educación especial en colegios ordinarios. «con los recursos necesarios para poder atenderlos en las mejores condicione­s», según establece la disposició­n adicional cuarta de la Ley Orgánica para la reforma de la LOE, lo que implicaría la desaparici­ón de los 447 escuelas de educación especial.

«Considero muy importante la integració­n, claro que sí. Cuando nosotros vemos que un niños progresa y alcanza cierto nivel, proponemos su traslado a una escuela ordinaria, ¿pero sabes cuántas veces nos ha pasado eso en los casi 40 años que llevamos abiertos? Un total de ocho, aquí sacar a un niño leyendo es una fiesta», responde Luisa Fúñez . «La ministra tiene que aceptar que deben existir escuelas como la nuestra, nuestros alumnos están muy graves, necesitan todo tipo de especialis­tas, no son chicos de escuela», apostilla.

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CRISTINA BEJARANO El fisioterap­euta José Torija, de la Fundación Bobath, retoma las sesiones con el alumno Alejandro Duarte tras el confinamie­nto

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