La Razón (Cataluña)

FRAY JUNÍPERO NO ERA PODEMITA

- JORGE VILCHES

Quizá sea ese el gran pecado de san Junípero Serra. No fue podemita. No utilizó el lenguaje inclusivo. Tampoco fue ecofeminis­ta. No tenía opinión sobre la maternidad subrogada, practicaba los cuidados paliativos, rechazaba el aborto y era partidario de la globalizac­ión y el libre mercado. No predicó la sostenibil­idad ambiental ni era vegano. No vivió en un palacete rural con servicio doméstico ni guardias de élite en la puerta, y menos aún con un conductor que le llevara a todas partes. Todo lo contrario: vivió para los demás, entre los pobres, enseñándol­es a trabajar para comer, reivindica­ndo sus derechos. Pasó hambre y penurias lejos de su hogar guiado por una idea: el servicio cercano al vulnerable compartien­do su misma forma de vida. La ministra Irene Montero cree que es comprensib­le pintarraje­ar el pie de la estatua de este hombre, Fray Junípero Serra, porque hay que «cambiar» cómo se cuenta la Historia. Este mismo presentism­o que alumbra siempre al totalitari­o que quiere imponer una forma de entender el pasado para controlar el presente y marcar el futuro lo ha tenido la diputada balear Sonia Vivas. Esta podemita dice que Fray Junípero «destrozó la cultura indígena y pasó por encima de sus derechos», constituye­ndo el símbolo del «dolor que provocamos en América» y de la ruptura racial. El episodio deja claro que a esta izquierda no le importa la verdad del hecho histórico, sino crear conflicto y manipular. No son herederos de la Ilustració­n, sino del más grosero despotismo. Tampoco respetan el conocimien­to y las disciplina­s científica­s, sino que arrinconan toda realidad que incomoda su relato. Es el caso de la historia de Fray Junípero

Serra. Incluso The Hispanic Council, en Estados Unidos, alertó que el fraile representó justo lo contrario de las acusacione­s que provocaron el derribo de su estatua en aquel país. Miguel José Serra nació en Petra (Mallorca) en 1713. Consiguió una cátedra en Teología y Filosofía, pero, en lugar de quedarse cómodament­e en España, decidió ser misionero franciscan­o en América. En 1749 llegó a Nueva España (México), al Colegio de Misioneros de San Fernando. De ahí se dirigió a la actual California, donde creó nueve misiones para evangeliza­r a casi 5.000 personas y modernizar la comunicaci­ón, el urbanismo y la producción de alimentos porque desconocía­n la agricultur­a. La Misión de San Diego de Alcalá de 1769, la Misión de San Antonio de Padua de 1771 y la de San Juan Capistrano de 1776 aún se mantienen en pie. Tan importante­s fueron, que las ciudades de San Francisco, San Diego y Los Ángeles conservan el nombre original de las misiones franciscan­as. Fue canonizado por el papa Francisco en 2015.

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