La Razón (Cataluña)

Jorge Javier quiere ser Adriana Lastra

- Pedro Narváez

DesdeDesde que «Sálvame» se transformó en un programa de «rojos y maricones» perdió buena parte de su encanto transgreso­r, que es lo que lo convertía en un programa de culto a los Gómez de la Serna con tetas operadas. Rojos y maricones hay por todas partes, de hecho es muy vieja normalidad, un aburrimien­to, prefiero el momento mariquita de la República Dominicana, o de Puerto Rico, no me acuerdo, con Lidia Lozano. En ningún lugar se suceden tantas escenas delirantes como en ese plató cuando daba lo mismo ser hombre, mujer, viceversa o Leticia Sabater. «Sálvame» había inventado la pansexuali­dad audiovisua­l. Una planta podría tener sexo y hasta ser puta, puto o pute. Hasta que Jorge Javier entró en Estado de Alarma y vino a joder la política como le hubiera gustado a Adriana Lastra, que mira que se esfuerza la chica pero no pasaría el casting de «Supervivie­ntes». Lo más escandalos­o que ha hecho es llamar «cacatúa» a Teodoro García Egea. Me da un poco igual que el presentado­r se revista de totalitari­o y tilde de «fascistas» a todo el que no piense como él. Al cabo, forma parte del circo. Que diga lo que quiera. Lo que hemos descubiert­o es que hasta el corazón tiene ideología y que el mayor espectácul­o del mundo es la política. Maravillos­o grand guignol. «Tengo la sensación de que si no tuvieras problemas económicos no estarías aquí sentada», le espeta María Patino a Carmen Borrego, como si fuera un Rufián más o las decenas de diputados que no hacen otra cosa que vender su vida por un puñado de insultos. Belén Esteban ha revalidado su título de «princesa del pueblo», de todos los que como ella están hasta la tortilla de patatas de las grandes pifias que cocina el Gobierno. Lo ha vuelto a hacer. Sin haber pisado Oxford. Mientras, Jorge Javier pasa el momento de derribar estatuas para hacerse perdonar que no es del pueblo que tanto le sigue. No sería de extrañar en este momento raro que Moncloa quisiera hacerle ministro. No por rojo y maricón, que puede que también, sino por esta otra faceta de conseguir que la propaganda izquierdis­ta se cuele entre las yolas de la Berrocal. Para esta semana del orgullo gay, un polígrafo con el ministro Marlaska. A ver qué tiene que decir Conchita de la destitució­n de Pérez de los Cobos y de la sauna de Villarejo. «Sálvame Moncloa» en lugar de Piqueras.

No sería de extrañar que Moncloa quisiera hacerle ministro por mezclar la propaganda con las yolas de Berrocal»

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