¿QUÉ LEÍA CON MÁS ARDOR STEFAN ZWEIG?
Acantilado reúne un conjunto de textos del austriaco que reflejan su amor por los libros
NoNo hay libro de Stefan Zweig que no despierte en el lector un reconfortante sentimiento de satisfacción a menudo rayana en el entusiasmo. El tiempo que se pasa entre sus páginas jamás es tiempo perdido y, aunque esto sea algo con lo que ya contamos, nunca dejamos de sorprendernos ante tanto conocimiento y, sobre todo, ante la brillantez con que analiza, organiza y relaciona esos conocimientos.
«Comprendí que el don de pensar con amplitud de miras y de establecer vínculos entre unas realidades y otras nos permite contemplar el mundo desde múltiples perspectivas y formarnos una imagen soberbia de la realidad», estas palabras pertenecen al primer texto del volumen, «El libro como acceso al mundo», que bien pudiera haber sido un atractivo título de portada, pero su elección habla también de la personalidad de un hombre que tanto sabe, y en el momento de resumir el contenido eligió este objetivo y realista «Encuentros con libros», quizá surgido de un curtido editor que conoce bien al autor y plasma en él tanto objetividad como un toque de afectividad, al remitir al lector a la idea de los libros como amigos con los que disfrutar. Y eso es lo que hacemos, boquiabiertos y disfrutando, entramos en la monumental producción de Goethe y entendemos que sea el símbolo cultural de Alemania. Continúa una colección de textos en los que se incluyen reseñas, prólogos y tambiñen un conjunto de artículos literarios.
Un nuevo lenguaje
Este hombre que fue capaz de cultivar todos los géneros, fue novelista, dramaturgo, biógrafo, ensayista y poeta, fue como lector «impaciente y temperamental», de ahí que cuando escribe lo haga siempre y en cualquier género, huyendo de lo ampuloso, lo prolijo, de «todo lo vago y exaltado» y muestre la realidad con una nitidez comprensible y cercana, pero al mismo tiempo excepcionalmente aguda e incisiva. «Los Artamónov» de Gorki, el «Oblómov» de Goncharov, a través de un sagaz análisis de la inercia; notas sobre el «Ulises» de Joyce que comienzan con unas regocijantes «Instrucciones de uso», un texto sorprendente y sincero que termina con un certero resumen de lo que supone la obra del irlandés: el alumbramiento de un nuevo lenguaje.
Así con otros libros y autores: Balzac, Thomas Mann, Freud, su gran amigo Joseph Roth, Rilke, cuya obra analiza como los «versos de un poeta en busca de Dios», los diarios de una adolescente vienesa, un texto especialmente interesante por las referencias de época. Hasta completar algo más de una treintena de textos apasionantes. Pero acabamos de hablar de la «época», una idea que atraviesa el libro y aflora a veces como punta de daga amenazante: «En estos días de angustia (1939) cualquier alegría se agradece doblemente». Imaginamos a Zweig refugiado en sus libros, a punto de perder su preciado mundo y es imposible no querer estremecerse al saber cuánto perdimos todos pocos años después.