«LA NENA», EXCESOS Y SEXO AL CUBO
La nueva obra de la misteriosa Carmen Mola se regodea demasiado en los hechos truculentos
SiSi alguien piensa que en la literatura de consumo es imposible encontrar espectáculos tan degradantes como los «reality» televisivos se equivoca. «La Nena», de Carmen Mola, es la prueba evidente de que existe un tipo de best seller que puede contener aberraciones y truculencias inimaginables y venderse por eso mismo. Hay que tener una coctelera, combinar elementos folletinescos con extravagancias friquis y agitarlo hasta que el mejunje traspase los límites del «gore» y el «splatter». Carmen Mola, pseudónimo de una/un escritor o equipo de guionistas, ha confeccionado dos éxitos anteriores a los que se suma «La Nena”», Otro delirio de «slasher» de cochiquera que si no supera a los precedentes le anda a la zaga en cuchilladas.
Primera singularidad: su oralidad. Está escrita como un guión de novela radiofónica. Es más discursivo que visual. Localizaciones Localizaciones escuetas y funcionales. Ausencia de retratos psicológicos. Al recurrir a los diálogos, acelera la acción y aumenta si no el suspense, que es escaso, la sucesión de acontecimientos a cual más desmesurado. De esta forma se matan tres pájaros de un tiro: Novela, audiolibro y telenovela.
Segunda singularidad: el delirio argumental. La recurrencia a la violencia extrema: el canibalismo más primitivo, de carne picada y menudencias. Violaciones sin cuento. Una vengadora justiciera. Y escenarios rurales que recuerdan la España negra y a las novelas de Mirko Zolahy, Ingrid Desjours y Hervé Le Corre. Si en «La red púrpura» eran los «snuff movies» en la «red profunda», ahora insiste con la España profunda de Puerto Hurraco: cochiqueras inmundas y monstruos de una lascivia y repugnancia que asustarían a los bondadosos friquis del circo Barnum. La complacencia en las bajezas humanas folletinescas remite al costumbrismo de «La malquerida» de Benavente y los melodramas mexicanos de Buñuel. Algo tan exacerbado que de no suspender la incredulidad se pensaría que ante tanta acumulación de excesos de una repugnancia extrema el autor está guiñándole un ojo al lector cómplice, diciéndole que se refocile en la pocilga.
Despropósitos cárnicos
Pese a la cuota feminista, nada hay de femenino en la escritura de «La Nena». El autor utiliza los ingredientes del «rural noir», en donde mezcla inspectoras inverosímiles con una brigada de policía de todo a cien y obscenidades y despropósitos cárnicos. Quien firma como Carmen Mola parece alguien del tiempo de «Crónicas de un pueblo». Su imaginería oral es ajena a la literatura actual, amante de Mina y la bossa nova y una obsesión falocéntrica típicamente gay que recurre a la violación y que usa recursos tan viejos como las novelas radiofónicas de Sautier Casaseca, la España negra de «El Caso» y la mugre de «La familia de Pascual Duarte». Al final, el lector se hará esta pregunta: ¿Por qué algo tan viejo, pero revocado con la posmodernidad atrapa a millones de españoles y extranjeros? Por eso mismo.