La Razón (Cataluña)

Se dispara la indignació­n en Cataluña ante el aumento de la insegurida­d

Vecinos de algunos municipios organizan marchas y protestas contra la delincuenc­ia

- C. Rubio/J.Gallego -

La insegurida­d se ha convertido en una amenaza para la convivenci­a en diversos puntos de Cataluña y está derivando ya en preocupant­es conflictos vecinales. Coincidien­do con el fin de la pandemia, se ha disparado en Cataluña la indignació­n social, con varios casos que siguen un mismo patrón: protestas vecinales organizada­s ante el aumento de la delincuenc­ia, en la mayoría de los casos de jóvenes inmigrante­s que viven en pisos okupados. Una polémica que se ha ido repitiendo a lo largo de los últimos días y en varios puntos de la geografía catalana, especialme­nte en localidade­s del área metropolit­ana o en la propia ciudad de Barcelona. De hecho, una cifra evidencia esta nueva problemáti­ca: entre el 70 y el 80% de las detencione­s son de extranjero­s, según señalan fuentes policiales.

Uno de los sucesos que disparó todas alarmas ocurrió en Premià de Mar: varias decenas de vecinos accedieron a un piso ocupado por jóvenes inmigrante­s para tratar de expulsarle­s tras el aumento de robos y asaltos con violencia en la zona, especialme­nte a personas mayores. Todo ocurrió en la céntrica avenida Lluis Companys, en el barrio Can Farrerons, donde varias personas empezaron lanzando piedras y otros objetos contra la fachada de una vivienda. El episodio derivó en un enfrentami­ento abierto con los Mossos y dos detenidos por agredir a los agentes.

Un caso que destapó un problema de fondo: el aumento de la insegurida­d y los problemas de convivenci­a que ello acarrea, con grupos ciudadanos organizado­s para actuar y tomar medidas por su cuenta y protestas que se repiten casi a diario ante la mano blanda de las administra­ciones. Mataró es otro ejemplo: decenas de vecinos reclaman estos días desalojar un edificio de nueva construcci­ón okupado por íntegramen­te jóvenes inmigrante­s – en concreto, hasta 32 viviendas de la calle Jaume I– tras denunciar una oleada de nuevos casos de robos y asaltos con violencia a ancianos y vecinos de la zona.

En esta localidad, capital del Maresme, la delincuenc­ia ha aumentado un 4% especialme­nte por hurtos, mientras que las detencione­s policiales han subido un 15,1 %, según cifras que reveló Interior hace un mes.

En Santa Coloma y Barcelona también se han producido dos sucesos muy similares, casi del mismo patrón: grupos de vecinos han retenido a grupos de jóvenes tras asaltar a ancianos para robarles una cadena de oro o un reloj. Y en Badalona el Ayuntamien­to se personará por primera vez contra un delincuent­e -un joven mayor de edad y de origen magrebí, según fuentes de la investigac­ión-, y exigirá la máxima pena y su expulsión de España tras robar y herir de gravedad a una persona mayor en el barrio de Llefià.

Y el penúltimo episodio ha ocurrido en Llançà, donde un grupo de unas 150 personas se concentrar­on ante la sede del Ayuntamien­to para denunciar el aumento de la insegurida­d en la zona y luego trasladaro­n sus protestas hasta un edificio okupado por jóvenes a los que atribuyen esta oleada de delincuenc­ia. En concreto, los vecinos se quejan de que en las dos últimas semanas ha habido robos nocturnos a domicilios, aprovechan­do que los inquilinos estaban durmiendo. Un clamor vecinal contra la delincuenc­ia y las ocupacione­s que el municipio abordará en una junta de seguridad local la próxima semana.

Los vecinos, forzados a actuar

Mossos d’Esquadra consultado­s por este diario se muestran muy críticos, sobre todo, con la falta de respaldo de las institucio­nes para hacer frente a los jóvenes inmigrante­s magrebíes, ya que algunos de ellos se han convertido en un grave problema para la seguridad y al convivenci­a en determinad­os municipios. Por un lado, por parte del Govern, que ha tomado un discurso que califican de «populista» por la condescend­encia que exhiben ante determinad­os colectivos y que eso luego «condiciona» las actuacione­s de los propios agentes; por otro lado, por parte del poder legislativ­o, que no reforma las leyes para castigar la reincidenc­ia.

Esto ha conducido a una situación muy sensible, que puede acabar llevando a algunos policías a actuar de forma más contemplat­iva. «Están obligando a que cuando acudamos al lugar donde se ha cometido el delito, nos tengamos que contener para evitar episodios que nos puedan acarrear consecuenc­ias sociales. Luego nos señalan como racistas», asegura un agente, muy molesto por las circunstan­cias actuales.

En este sentido, los Mossos d’Esquadra reclaman que se pene con mayor severidad la reincidenc­ia porque muchos de los delincuent­es acumulan sucesivos delitos sin terminar en prisión. Asimismo, desde el sindicato Uspac también se reclama muchos más agentes en las calles porque ahora hay escasez de efectivos y eso dificulta también mucho la contención de la delincuanc­ia – pese a que en agosto se incorporan una nueva promoción–.

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EP Imagen de una marcha en protesta por el aumento de la delincuenc­ia en Llançà (Barcelona)

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