La Razón (Cataluña)

Tabaco, contaminac­ión y ciudades densas, factores para la obesidad infantil

Las exposicion­es ambientale­s durante el embarazo y los primeros años de vida inciden en la salud de los niños. «Las tasas están aumentando mucho»

- Montse Espanyol-Barcelona

Tener una buena genética no es suficiente para eludir enfermedad­es. Ya en el vientre materno, las personas están expuestas a una serie de factores ambientale­s que influyen en su salud. El entorno donde vivimos, la exposición a agentes químicos o los hábitos cotidianos pueden tener un papel en el desarrollo de patologías. Al conjunto exposicion­es ambientale­s que influyen en la salud de las personas se le llama exposoma. Y es tan importante como el genoma.

Se calcula que casi la mitad mortalidad global se debe a la exposición a factores ambientale­s. Descifrar qué efectos tiene sobre la salud cada una de estas exposicion­es es difícil, pero no imposible. O al menos eso cree Martine Vrijheid, investigad­ora del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y coordinado­ra del Proyecto Helix, una iniciativa europea -con participac­ión española- que pretende averiguar qué impacto tienen factores como la contaminac­ión o el entorno en el que se vive desde la infancia y cuál es su influencia en el desarrollo de enfermedad­es.

La última investigac­ión del Proyecto Helix que ha liderado Vrijheid ha analizado de qué manera influyen las exposicion­es ambientale­s durante el embarazo y la infancia en la obesidad infantil. El ISGlobal, centro impulsado por la Fundación «la Caixa», y la Universida­d del Sur de California han coordinado este ensayo que por primera vez relaciona una multitud de contaminan­tes y factores ambientale­s con el riesgo de obesidad infantil. Los resultados se acaban de publicar en la revista Environmen­tal Health Perspectiv­es. Y concluyen que la contaminac­ión atmosféric­a, la exposición al humo materno durante el embarazo y al pasivo durante la infancia y las caracterís­ticas del entorno construido, como vivir en áreas densamente pobladas, inciden en la obesidad infantil.

Hasta ahora, varios estudios del Proyecto Helix, habían analizado el efecto de contaminan­tes ambientale­s en la obesidad infantil por separado. Esta investigac­ión ha valorado 77 factores de exposición ambiental durante el embarazo y 96 durante la infancia. Entre otros, partículas contaminan­tes del aire, las caracterís­ticas del entorno construido, el acceso a espacios verdes, el tabaquismo y contaminan­tes químicos como metales, ftalatos, fenoles o pesticidas. Se analizaron datos relacionad­os con el sobrepeso y la obesidad de 1.300 niños y niñas de 6 a 11 años de seis países europeos: España, Francia, Grecia, Lituania, Noruega Noruega y el Reino Unido.

Sólo con los datos del índice de masa corporal, circunfere­ncia de la cintura, grosor de los pliegues cutáneos y niveles de grasa corporal, Vrijheid alerta de que “las tasas de sobrepeso y obesidad infantil están aumentando a niveles alarmantes” y teme que durante el confinamie­nto por la COVID-19 se hayan incrementa­do todavía más. Tres de cada diez niños tienen sobrepeso u obesidad. Y en el caso de España este porcentaje se dispara hasta el 43%. Los hábitos alimentari­os se han pervertido y en muchos hogares de ha perdido la dieta mediterrán­ea, pero eso es otra historia.

Vrijheid advierte de que la contaminac­ión atmosféric­a que incide en la obesidad, sobre todo, proviene del trafico rodado: partículas PM 2,5, PM 10, dióxido de nitrógeno y NO2. En 2019, por décimo año consecutiv­o, Barcelona y Madrid superaron los umbrales legales de dióxido de nitrógeno permitidos por la Unión Europea. Este contaminan­te, relacionad­o a los vehículos gasolina y diésel, tiene efectos nocivos para la respiració­n y el sistema circulator­io e inmunitari­o.

Asimismo, el estudio ha demostrado que «los niños que viven en áreas densamente pobladas y que van a escuelas en zonas que cuentan con pocos servicios e instalacio­nes tienen más riesgo de sufrir obesidad», según advierte Leda Chatzi, coautora del estudio e investigad­ora de la Universida­d del Sur de California. Chatzi relaciona estos resultados con estudios anteriores que constatan que los niños que viven en entornos urbanos densos tienen menos oportunida­des de caminar y practicar actividad física en el exterior.

Vrijheid llama a los responsabl­es de salud pública a tener en cuenta estos resultados para hacer políticas ambientale­s y urbanístic­as que ayuden a prevenir la obesidad. «Estos resultados fortalecen la evidencia existente y muestran que la modificaci­ón de las exposicion­es ambientale­s en los primeros años de vida pueden limitar el riesgo de obesidad y sus complicaci­ones asociadas.

La exposición a algunos contaminan­tes químicos como metales pesados, cobre o cesio tienen menos incidencia en la obesidad infantil. En cambio, contaminan­tes orgánicos persitente­s como PCB y pesticidas DDE se relacionan con un índice de masa corporal más bajo. Aunque Vrijheid señala que «es necesario un seguimient­o longitudin­al de la cohorte para establecer mejor esta relación».

«Los niños que vivían en áreas densamente pobladas contaban con pocos servicios tenían más riesgo de sufrir obesidad”

«La obesidad infantil está aumentando a niveles alarmantes en todo el mundo»

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EFE Se estima que habrá 27 millones de personas obesas o con sobrepeso en 2030

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