IRENE MONTERO, A PUNTO DE GRITAR «¡A MÍ LA LEGIÓN!»
ArguiñanoArguiñano ha pedido perdón por los calentones que haya podido tener al largar de la gestión del coronavirus mientras preparaba macarrones con tomate. Irene Montero no cocina, creo, ni tampoco pide perdón por esos calentones constantes y espontáneos, jo, tía, que nos ofrece y que su esposo, el vice segundo, tiene la infinita generosidad de compartir con todos en lugar de gozarlos en exclusiva, como le corresponde. Una pareja abierta. La ministra de Igualdad está a punto de gritar «¡a mí la legión!».
Lo que está sufriendo en su casa blindada por guardias civiles de élite, dice, no son escraches, «es acoso enmascarado de la extrema derecha». Qué versátil es la extrema derecha: ahora se le aparece a Caperucita Roja como el Zorro o el Guerrero del Antifaz. Y lo peor, apunta ella, «es que dicen que no van a parar hasta que nos vayamos a vivir a Venezuela». Pues no veo yo ahí una intención perversa por parte de los manifestantes y menos un delito (ya presentó denuncia contra la concejala de Vox que capitaneaba los escraches), sino más bien el deseo bienaventurado de que al fin alcancen el paraíso perdido, la tierra de promisión, el Edén, el beso de hermano con sabor venezolano. Si allá se fueran, seguro que Maduro les daría a elegir residencia donde gustasen, bien en el Parque Nacional de Canaima, Los Roques o Isla Margarita. Les podría aconsejar Monedero, que cuando Chávez se iba apagando escribió aquella bella elegía al caudillo: «He amanecido con un Orinoco triste paseándose por mis ojos…» La Montero añade: «Es inexplicable que vayan a protestar ante nuestra casa sin ninguna motivación política». Olvida que ella y él son políticos y, por tanto, el motivo es obvio. Y también lo que dijo su bien amado hace unos siete años cuando rechazaba las críticas de los políticos a sus escraches: «Lo que pasa es que los ciudadanos están hasta el gorro de algunos de sus representantes». Como la política es la república de la amnesia (yo lo olvido todo y espero que tú, ciudadano, olvides todo), llega el momento del vodevil en el que Pablo toma su flauta y ella canta arrobada y tanguera el emotivo tema «Escrache»: «Democrático era antaño/ hoy es barbarie facha/ no quiero que ese rebaño/ me moleste en mi dacha».