La Razón (Cataluña)

San Sebastián «perdona» a Woody Allen

- JULIO VALDEÓN

En mitad de la juerga de la mordaza y los insultos en nombre de los grandes conjuros, un trueno de luz, inteligenc­ia, buen gusto, poesía y libertad: Woody Allen abrirá el Festival de San Sebastián, el próximo 19 de septiembre con su nueva película, «Rifkin’s festivals». Que a estas alturas del juego, y con no menos de quince obras maestras en el currículum, nadie espera ya que sea el equivalent­e de «Annie Hall», «Manhattan», «Días de radio», «Broadway Danny Rose», «Zelig», «La rosa púrpura del Cairo», «Hannah y sus hermanas», «Delitos y faltas», «Maridos y mujeres», «Balas sobre Broadway», «Misterioso asesinato en Manhattan», «Match Point», «Poderosa Afrodita» o «Deconstruy­endo a Harry». De hecho, muchos nos conformamo­s con que esté a la altura de clásicos menores, pero deliciosos, como «Todo el mundo dice I love you», «La maldición del escorpión de Jade» y «Midnight in Paris». E incluso si no fuera nada más que la enésima carta desde el destierro con la que un Woody definitiva­mente envejecido se despide, si estuviéram­os ante el penúltimo ejemplo de un arte que apenas late ya con una llama azul y exigua, pálido reflejo del genio monumental que fue, habrá merecido la pena. Rodada en España, financiada por Mediapro y protagoniz­ada por Elena Anaya, Louis Garrel y Gina Gershon, a los que los amantes de la libertad deberían de ir consideran­do la posibilida­d de rendir los merecidos honores, la cinta, según la sinopsis publicada, trata de «una pareja estadounid­ense casada que va al Festival de San Sebastián y queda atrapado en la magia del evento, la belleza y el encanto de la ciudad y la fantasía de las películas. Ella tiene una aventura con un brillante director de cine francés, y él se enamora de una hermosa mujer española que vive allí». Puro Woody Allen. Cualquier cosa puede salir de ahí. Los lugares comunes, incluidos los acuñados en su propio cine, son los materiales de los que ha nutrido muchas de sus grandes películas. A fin de cuentas el amor, el desamor, el deseo, los celos, la seducción y el olvido no son sino canciones una y mil veces repetidas desde que el mundo es mundo. Importa el cantor. Cuenta que el poeta se apellide Shakespear­e, Dante, Renoir... o Allen. El mismo director que hace unas semanas publicó sus memorias, la magistral «A propósito de nada», saludada por el «Washington Post» con el siguiente titular: «Si se ha quedado sin papel higiénico las memorias de Woody Allen también están hechas de papel». Ante semejante cúmulo de infamias toca llenar los cines, una y mil veces, y volver a brindar, y reír, y llorar, con las historias de un genio seguro de que más que en el corazón y la memoria de sus seguidores preferiría seguir viviendo en su apartament­o. Y que cuando llegue lo inevitable tiene como única petición que sus cenizas sean esparcidas al lado de una farmacia. Demasiado talento, e ingenio como para ser tolerado por las atroces hordas neo puritanas.

 ?? RTVE ?? Woody Allen, durante el rodaje en San Sebastián de «Rikin’s Festival», que va a estrenar precisamen­te en la capital guipuzcoan­a
RTVE Woody Allen, durante el rodaje en San Sebastián de «Rikin’s Festival», que va a estrenar precisamen­te en la capital guipuzcoan­a

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