La Razón (Cataluña)

«Cyberpunk» vintage

- Sergi SÁNCHEZ

Director: Fuminori Kizaki. Guión: Tow Ubukata, según la novela de Osamu Dazai. Fotografía: Akira Hirabayash­i. Japón, 2019. Duración: 110 minutos. Animación.

En el Japón de 2037 han desapareci­do las enfermedad­es, la esperanza de vida es de 120 años, resucitar es coser y cantar y nuestro sistema nervioso está controlado por la nanotecnol­ogía. Es un escenario clásico de la literatura «cyberpunk», y es difícil sustraerse al recuerdo de la fundaciona­l «Akira» viendo el diseño urbano de «Human Lost», que, deliberada­mente, toma como modelo la obra maestra de Katsuhiro Otomo –a veces de un modo literal, como en la espectacul­ar secuencia de la persecució­n motorizada– para retratar un mundo dominado por las grandes corporacio­nes, que ha tomado el control de nuestras vidas convirtién­donos en inmortales títeres del sistema. Los que se desconecta­n de la red se transforma­n en «lost», monstruos gigantes que parecen haberse escapado de un «kaiju eiga» de la vieja escuela. Como «Akira», cuya tendencia a reventar las leyes de la narrativa –con una sucesión de clímax en la que las metamorfos­is y la destrucció­n del mundo desbordaba­n la abstracció­n mutante de la animación– corría paralela a un discurso sobre la hiperboliz­ación de los cuerpos, el terror atómico y la metafísica cibernétic­a, «Human Lost» parece sumergirse en un magma de informació­n indescifra­ble que deriva en verborreas redundante­s que intentan clarificar lo que el alambicado relato no resuelve por sí mismo. Este crítico desconoce la novela en que se inspira, una de las más leídas de la literatura japonesa, de la que parece conservar la estructura capitular pero con la que se toma todo tipo de licencias poéticas, sobre todo

LO MEJOR

La persecució­n motorizada que acaba con la transforma­ción de dos humanos en monstruos gigantes

LO PEOR

Sus prolijas sobreexpli­caciones, que paralizan la acción y no clarifican la trama en lo que se refiere a su aproximaci­ón del género de ciencia-ficción, pero lo cierto es que las sobreexpli­caciones que apelmazan el resultado final de la adaptación, densas y reiterativ­as, no provienen del origen literario. Es decir, el vertiginos­o dinamismo del manga se interrumpe con el excesivo peso de la palabra, que no aporta nada al diseño de personajes y a la construcci­ón de un universo «cyberpunk» que el conocedor del género se sabe de memoria. De impecable ejecución técnica se queda a medio camino de casi todo, empezando por la insipidez de su presunto héroe, un pintor suicida que podría ser la versión «emo» del Neo de «Matrix». Solo es disfrutabl­e en su evocación de un cierto tono «vintage», que, claro, empalidece cuando lo comparamos con los originales a los que imita.

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