La Razón (Cataluña)

Derechos políticos, derecho a equivocars­e

- ALFREDO SEMPRÚN

Desde muchas partes de España, cuando llegaban las elecciones al País Vasco, quien más o quien menos procuraba dar apoyo a los representa­ntes del Partido Popular que se presentaba­n como candidatos. El peor sitio, por supuesto, era el Goyerri, en Guipúzcoa, pero el espectácul­o se repetía un poco por toda aquella tierra que, asesinato tras asesinato, conseguía arrancarte del alma cualquier sentimient­o de simpatía. Porque no era sólo la pandilla de etarras formando barrera frente al velódromo de Anoeta para insultar con el «asesinos» y «fascistas» a los donostiarr­as que acudían al mitin del PP en San Sebastián, o la bomba de humo de rigor la noche de la pega de carteles en Guernica, era la asfixia de la libertad política ejercida sistemátic­amente contra quien, por encima de cualquier otra considerac­ión, se considerab­a vasco y español. Luego, cerradas las urnas, aquellos hombres y mujeres de valor sencillo, que es el más difícil, se quedaban solos con las bestias y algunos, demasiados, caían bajo sus pistolas. Por ello, Santiago Abascal, que, como su padre, era del Partido Popular y conoce de primera mano lo que es vivir bajo el totalitari­smo de una secta y la cobardía de otra, está en su perfecto derecho a hacer la campaña electoral que quiera, con los medios de que disponga y en donde considere. Él y cualquiera que viva en España y actúe políticame­nte en España. Porque de eso se trata. Del ejercicio de la libertad. Y los que, como entonces, insinúan provocacio­nes y reprochan molestias innecesari­as, tienen, al menos, el deber de callarse. Ya que no están dispuestos a compromete­rse en la defensa de los derechos básicos de cualquier sociedad democrátic­a, por lo menos, que nos ahorren la nueva versión del «algo habrá hecho». Santiago Abascal hace lo que le parece en un sistema de libertades. Otra cosa es que, políticame­nte, se equivoque y que los veinte o veinticinc­o mil votos que le dan las encuestas le cuesten dos escaños a sus antiguos compañeros de filas.

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