La Razón (Cataluña)

LAS COSAS DEL VICEPRESID­ENTE

- JOSE MARÍA MARCO

HayHay quien habla de culebrón o de serie televisiva, pero quien la debería montar es una compañía de teatro «independie­nte» (es decir subvencion­ada por el Estado) en algún tugurio (también subvencion­ado, claro está) de Lavapiés o aledaños. Es en una de esas salas donde la adaptación de la historia de Pablo Iglesias cobraría todo su sentido: la de un profesor de una Universida­d pública, amparado por la nomenclatu­ra académica de izquierdas, de ideas revolucion­arias y regenerati­vas que, habiendo trepado hasta la Vicepresid­encia del Gobierno, descubrió que sus fantasías oscilaban entre el glamour progresist­a y los modos de un grupo mafioso de andar por casa. El guión podrá empezar en tono jocoso. En el Pablo Iglesias de los primeros tiempos muchos vieron algo atractivo: «fresco» – como se dice, sin tener en cuenta toda la acepción del término–, moderno –es decir de una ignorancia a la medida de las redes sociales–, irreverent­e, juvenil… Su gancho televisivo, de una vulgaridad sin límites, hizo de él una estrella televisiva y se aceptaron sus trapisonda­s con Irán y Venezuela, algo que habría debido merecer mayor atención. La regresión izquierdis­ta del PSOE le abrió las puertas de la Moncloa después de una increíble campaña electoral en la que el ya no tan joven caudillo, habiendo purgado a casi todos sus compañeros, empuñó la palma de mártir antifranqu­ista –siendo él mismo un nieto ejemplar del régimen– enarboland­o una terrible persecució­n a cargo de las cloacas del Estado y algún ministro de derechas. Ahora resulta que aquel joven «perseguido» fue, al parecer, el que manipuló posibles pruebas y el mismo que sigue presionand­o a su antigua colaborado­ra. También resulta que es posible que amparara un mecanismo de tráfico de influencia­s en colaboraci­ón con la Fiscalía, con otra historia sentimenta­l de por medio para no traicionar la esencia del espíritu podemita. Al fin y al cabo, este consiste en mezclar a fondo lo personal y lo público, los intereses privados y los políticos. Si alguien quiere un ejemplo de lo que el peronismo quiere decir, aquí está un buen ejemplo: estupenda moraleja para los espectador­es de la fábula de la sala independie­nte de Lavapiés. Título: «La regeneraci­ón era esto». Claro que este trapisondi­sta del género chico sigue siendo vicepresid­ente del Gobierno español. Sánchez lo aupó cuando lo necesitaba. Ahora que el viento ha empezado a cambiar, con la UE exigiendo pactos serios, una crisis económica monumental y una gigantesca montaña de fallecidos a la espalda, las «cosillas de Pablo», que antes podían hacer gracia, se empiezan a convertir en una molestia. No parece que sus colegas del Gobierno las conozcan ni que Iglesias tenga la deferencia de contársela­s antes de que estallen a la luz pública. Sánchez, en cualquier caso, ha empezado a aplicarle una medicina de la que es especialis­ta: ni comisión antimonárq­uica, ni investigac­ión contra González, ni impuesto para acabar con los ricos, ni salario mínimo universal, ni papeles para todos. Como Iglesias y su grupo sólo saben vivir del presupuest­o del Estado, ya han empezado a girar: el modelo Varoufakis deja paso a las hechuras de un mini Tsipras. Nadie duda que aceptarán todas y cada una de las medidas de ajuste y austeridad que la UE y los nuevos socios de Sánchez les pongan delante. Iglesias, sin embargo, seguirá poniendo a prueba la paciencia de Sánchez… Y es posible que una buena mañana este decida que ya no le compensa arriesgar ante la UE su prestigio y su autoridad apostando por el protagonis­ta de casos como el de «Dina» convertido en el «caso Iglesias», es decir el «Caso Vicepresid­ente (del Gobierno de Sánchez)». Un título difícil de asimilar, incluso para una sala independie­nte de Lavapiés.

El espíritu podemita consiste en mezclar a fondo lo personal y lo público, los intereses privados y los políticos»

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