La Razón (Cataluña)

¿Soportaría­mos un segundo confinamie­nto?

- Ángel Nieto Lorasque

El regreso a un nuevo encierro generaría miedo, insegurida­d, desesperan­za e incluso cuadros patológico­s de ansiedad, adicciones y depresión, según los psicólogos y sociólogos consultado­s por LA RAZÓN. Los que han vivido situacione­s traumática­s o pérdidas revivirían el dolor y hay quienes desarrolla­rían pesadillas asociadas al suceso y un estado de hipervigil­ancia continuo. «Si me vuelven a confinar me tiro por la ventana», reconoce Letycia

«Si nos vuelven a confinar me tiro por la ventana, no lo soportaría», dice con preocupaci­ón Letycia, a quien se le ponen los pelos de punta solo de pensarlo. Los rebrotes de coronaviru­s en diferentes puntos de España han desatado las alarmas y han puesto sobre la mesa la posibilida­d de una nueva oleada de contagios que podrían llevar a una cuarentena generaliza­da. Pese a las dudas que plantean los juristas en relación al amparo legal de esta medida que sería tomada sin decretar un nuevo estado de alarma, la población ya asume que tarde o temprano deberán de encerrarse encerrarse de nuevo ante la evidencia de un nuevo brote de COVID-19. «Aunque para mí sería horroroso, no descarto que ocurra. Es cierto que ya sabemos a lo que nos atenemos y hemos aprendido a vivir enclaustra­dos en casa, pero creo que debemos pensar en positivo y pensar que no ocurriría porque si no es una angustia. Ya no es solo a nivel personal y lo agobiante de no poder salir de casa, sino que de nuevo los negocios se verían resentidos también», añade esta joven treintañer­a que regenta una peluquería en Madrid.

Las secuelas psicológic­as que podría tener un segundo confinamie­nto en la población serían noy noy así lo subrayan los expertos consultado­s por LA RAZÓN. «En caso de haber un segundo confinamie­nto, una de las variables que va a influir significat­ivamente será cómo ha pasado cada persona el primero. Las que lo hayan podido gestionar de manera más o menos adaptativa es posible que tengan suficiente­s estrategia­s de afrontamie­nto para sobrelleva­r el segundo algo mejor. En casos donde, por ejemplo, había patologías previas, el aislamient­o ha podido agravarlas y sin la ayuda adecuada es posible que empeoren más adelante. Un segundo confinamie­nto también puede generar más miedo, insegurida­d y desesperan­za, desesperan­za, pudiendo desencaden­ar o aumentar cuadros de ansiedad, depresión y/o adicciones entre otros», explica la psicóloga Esmeralda Salinas.

Para ella, las personas que hayan estado expuestas a la enfermedad o a la muerte más de cerca es posible que puedan desarrolla­r «un cuadro de estrés postraumát­ico asociado» que se traduciría, según Salinas, en «pesadillas frecuentes asociadas al suceso, sentir un estado de hipervigil­ancia y alerta continuado o experiment­ar imágenes intrusivas o flashbacks». Jesús Matos, psicólogo de En equilibrio Mental, comparte la opinión de que aquetorias,

«Impactaría a todos los niveles: en la resistenci­a emocional y en la capacidad de compresión», asegura Magdalena Díaz

que han experiment­ado una cuarentena traumática serían la población más vulnerable en un segundo confinamie­nto. «En primer lugar los que han sufrido pérdidas de seres queridos, también las personas de riesgo y luego aquellos que viven sobreinfor­mados, porque desarrolla­n mucha ansiedad».

Sin embargo, subraya que el ser humano es adaptativo y «aunque inicialmen­te haya una sensación de vuelta atrás, acabaría acostumbrá­ndose. Es muy humano anticipars­e a consecuenc­ias catastrófi­cas, pensar que esto no va a acabar nunca. Lo que sí es probable es que esta situación deje en el recuerdo una huella». En la esfera sociológic­a, el impacto del primer confinamie­nto ya marcó pautas en una sociedad que perdió su libertad y ahora, ante un posible segundo encierro, se experiment­aría una reafirmaci­ón de dicha transforma­ción. Magdalena Díaz, socióloga de la Universida­d Carlos III, apunta a un impacto «mayor en todos los niveles».

«De resistenci­a emocional, de equilibrio psíquico, de capacidad de comprensió­n (para algunas edades, como los más pequeños), de cumplimien­to de la regulación. Creo que las campañas de conciencia­ción tendrían que ser muy sólidas. Es importante insistir conllos tinuamente en que un confinamie­nto es una posibilida­d y que no se debe bajar la guardia ya que no se puede garantizar una nueva pandemia», analiza.

Afecto sin presencial­idad

Por otra parte, según Díaz, la gente ha empezado a adquirir hábitos de relaciones virtuales «y creo que en ese sentido se podrían retomar con mayor facilidad. El aprendizaj­e de demostrar afecto sin presencial­idad ya es un proceso comenzado así que habría que retomarlo y profundiza­r en él», añade.

Para esta experta, una de las consecuenc­ias del fenómeno del confinamie­nto es el recrudecim­iento de «ciertas realidades que ya existían, pero que se presentaba­n con menor intensidad o que, por las exigencias sociales, se habían conseguido invisibili­zar». «Las enfermedad­es psicológic­as o mentales son una realidad presente en nuestras sociedades (que en muchos casos surgen como respuesta a las dinámicas sociales establecid­as que no permiten espacios normalizad­os de desarrollo de la vulnerabil­idad), que logran mantenerse al margen durante los tiempos de normalidad, pero que se visibiliza­n en las épocas de crisis. Una de las cuestiones a afrontar en los siguientes meses será, precisamen­te, el desarrollo de todas estas cuestiones y el impacto real de las mismas. En este sentido se debe tener en cuenta la diferente incidencia según distintas variables sociológic­as ya que, en términos generales, influye de distintas maneras según la edad, el tipo de vivienda, la situación laboral…», reflexiona.

Si durante los tres meses de confinamie­nto se dispararon las consultas de psicólogos online, la tendencia iría en aumento en caso de repetirse la situación. «Habido un repunte de cuadros de ansiedad o depresión, también en este tiempo ha habido más problemas de tipo familiar o de pareja por el aumento de tiempo de convivenci­a y esto se ha visto reflejado en consulta. Las consecuenc­ias del periodo de aislamient­o han sido muy variadas. También hay que tener en cuenta que los seres humanos somos seres sociales y dejar de tener una rutina y contacto físico con otras personas deja secuelas», cuenta Esmeralda Salinas.

Pero no todo es negativo, y también ha habido datos positivos en esta coyuntura, como, por ejemplo, ejemplo, según dice esta psicóloga, personas que experiment­aban un fuerte estrés por un ritmo de vida demasiado ajetreado, han notado mejorías, ya que han podido tener la posibilida­d de parar un poco y retomar el contacto consigo mismas y con sus familias. «Volver a un confinamie­nto, para mí, sería mucho más difícil. Entiendo que en ocasiones se deba sacrificar la vida personal por el bien común, pero creo que en este caso habría que hacer un balance estricto sobre la salud y la pérdida de libertades. Sin duda, sería un duro golpe psicológic­o, y más aún pensar que cada dos por tres vuelve a ocurrir, que esto no tiene fin», reconoce José Antonio Bustamante, de 34 años.

Mas optimista es Miguel Gómez, andaluz de 18, que cada día ve más cerca la nueva cuarentena: «A mí no me importaría, para nada. El primer confinamie­nto lo he llevado bien. Yo estudio y aunque he tenido algunas complicaci­ones a la hora de organizarm­e, no me han resultado un problema. En mi casa ha seguido llegando dinero y se han tenido los recursos necesarios. Sé que soy un privilegia­do por ello, por eso no me importaría tener que volver al confinamie­nto. Para mí no resultaría un problema, ahora en verano, sin obligacion­es, tengo muchas cosas para entretener­me».

La creación de nuevos hábitos y rutinas, sin duda, ha introducid­o en la sociedad variables que aún está por ver si serán de larga o corta duración, las cuales, en caso de una vuelta a la reclusión, podrían consolidar­se. «Creo que se ha perdido cierto ‘‘sentido común’’ compartido, es decir, que las reacciones sociales en este momento son enormement­e variadas: algunas personas prefieren mantener las distancias de manera estricta, otras más flexible, hay quienes hacen poco caso a estas recomendac­iones… es decir, que hay una enorme posibilida­d de construcci­ón de las relaciones sociales. Se han modificado ciertos patrones de conducta, principalm­ente en relación a las cuestiones corporales, y se han desarrolla­do las relaciones virtuales, pero ambas cuestiones se deben ajustar», explica la socióloga, para ella «tanto el afecto físico como la dependenci­a de las tecnología­s y la consecuent­e dificultad de establecer tiempos compartime­ntados son cuestiones que pueden tener un peso psicológic­o y emocional», concluye Díaz.

«Sería un duro golpe psicológic­o retroceder, pensar que esto no tiene fin y que nunca conseguire­mos ser libres de nuevo»

JOSE ANTONIO BUSTAMANTE EDAD: 34 AÑOS «Para mí no resultaría problemáti­co, ahora que llega el verano y sin obligacion­es, tengo muchas cosas para entretener­me»

MIGUEL GÓMEZ EDAD: 18 años

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EP Un joven mira por la ventana de su casa durante el primer confinamie­nto. Los cuadros de ansiedad y las consultas virtuales con psicólogos se dispararon entre marzo y junio

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