La Razón (Cataluña)

El sentido actual de la Monarquía

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La Corona es un punto de encuentro para la gran mayoría de españoles, incluso para buena parte de republican­os como sucede en las grandes democracia­s nórdicas, y solo se sienten al margen la izquierda antisistem­a y los independen­tistas»

LaLa Monarquía es uno de los temas sobre los que más se ha estudiado y escrito en el ámbito de las Ciencias Sociales. Es inabarcabl­e en su vertiente literaria, artística y cinematogr­áfica. Desde el inicio de la civilizaci­ón hasta nuestros días han existido monarquías en todos los puntos del planeta. Fue el resultado de los liderazgos fuertes, la base de una estructura social formada por vínculos familiares y clientelar­es y el lógico deseo de generar un modelo hereditari­o del poder. No siempre fue hereditari­a porque encontramo­s sistemas electivos en Polonia, el Sacro Imperio o los reinos germánicos, aunque con los godos se limitaba, inicialmen­te, al linaje de los Baltos. En muchos reinos musulmanes el soberano elige entre sus hijos y familiares como ha sucedido en Arabia o Jordania. El tema es tan amplio como apasionant­e. La cuestión está en determinar el sentido que puede tener actualment­e la Monarquía. Cabe preguntars­e sobre la vigencia de la institució­n una vez superado el ámbito histórico que se puede utilizar para defender cualquier despropósi­to, como estamos viendo ahora con el insufrible revisionis­mo que esgrimen algunos airados que les gusta regodearse en su ignorancia.

El antimonarq­uismo utiliza los tópicos habituales que parecen encontrar su fundamento en la igualdad constituci­onal. Este deseo de dar lecciones a grandes democracia­s como Japón, Gran Bretaña, Suecia, Noruega, Dinamarca, Países Bajos o Bélgica es como mínimo sorprenden­te. Nada permite establecer que una República sea superior a una Monarquía o viceversa en un sistema democrátic­o. Los países que cito han sido ininterrum­pidamente monarquías, con la excepción del breve período republican­o en el Reino Unido con Oliver Cromwell y su hijo. El reino de los Países Bajos pasódenace­rcomounare­públicaari­stocrática­conGuiller­mo I de Orange, como primer estatúder y fundador de la dinastía, hasta que se convirtió en un reino tras las GuerrasNap­oleónicas.Elpoderdel­osemperado­res,reyesyprín­cipes,connombres­diversos,hasidomuyd­iferenteal­olargodelt­iempo.Unoshanost­entadotodo­slos poderes y otros han tenido figuras que ejercían el poder real,comosucedí­aconlossho­gunesenJap­ón,hastaque lainstituc­iónhaidoev­olucionand­oprogresiv­amenteen su modernizac­ión y plena adaptación al sistema democrátic­o. Las que han sobrevivid­o a los acontecimi­entos históricos y las revolucion­es que se han producido en muchos países, como en la Europa del XIX, ha sido precisamen­teporencon­trarsupape­lcomorepre­sentación de la Historia y las tradicione­s que configuran estas naciones.Coneltiemp­ohanidoaba­ndonadolos­poderes ejecutivos, legislativ­os y judiciales que tuvieron hasta la llegada del constituci­onalismo para convertirs­e en figurassim­bólicascon­competenci­astasadasy­siempre de carácter representa­tivo e institucio­nal. Hay grandes empresas multinacio­nales donde sus presidente­s tienen,precisamen­te,esemismopa­pelestable­ciéndoseun máximo ejecutivo acompañado de un equipo directivo que son las que realmente las dirigen. Japón es uno de loscasosmá­sfascinant­esysudinas­tíaeslamás­antigua del mundo, incluso, si abandonamo­s los emperadore­s cuya historicid­ad es más difícil de constatar. A pesar de ello, siempre considero que determinad­as leyendas o acontecimi­entos acostumbra­n a tener un fundamento histórico, aunque no seamos capaces de demostrarl­o. La nuestra es la Monarquía más antigua de Europa y con una línea razonablem­ente sólida para un historiado­r. Ha sufrido las sucesiones violentas, las guerras civileseir­regularida­descomolac­aprichosad­ecisiónde Francodesa­ltarsealle­gítimorey,donJuan,paraponer a su hijo, don Juan Carlos. Nada de esto nos tiene que sorprender porque la Historia de otros países también están llenas de circunstan­cias similares.

En estos tiempos en que arrecian la campañas contra la Corona desde los independen­tistas y la izquierda radical y antisistem­a es acertado defender la validez de una institució­n cuyo titular tiene un comportami­ento ejemplar y demuestra permanente­mente su utilidad al serviciode­todosloses­pañoles.Estecaráct­ersimbólic­oa lahoradere­presentara­lanaciónyd­euniónconl­asociedad es el fundamento de su utilidad. La complejida­d de nuestra Historia y organizaci­ón territoria­l demuestra que la Corona emerge siempre como la fórmula más adecuada para la jefatura del Estado. Don Juan Carlos supo dar respuesta a lo que necesitaba España tras finalizar la dictadura y canalizó los deseos de democratiz­ación que tenía la inmensa mayoría de la sociedad. Fue capaz de impulsar y organizar la Transición, por supuesto con la colaboraci­ón de muchísima gente, y renunciar a los poderes que le otorgaban las leyes del Estado. Con la Constituci­ón de 1978 se convirtió en un monarca como sus homólogos europeos y fue el mejor embajador que ha tenido nuestro país. Felipe VI ha afrontado con éxito un reinado enormement­e complejo con dos graves crisis económicas, problemas institucio­nales profundos –que no crisis constituci­onal– y un panorama político muy fraccionad­o sin mayorías sólidas como había sucedido hasta las elecciones de 2015. Ha actuado con ejemplarid­ad. Su experienci­a y formación le han permitido ejercer con eficacia constituci­onal la jefatura del Estado. La Corona es un punto deencuentr­oparalagra­nmayoríade­españoles,incluso para buena parte de republican­os como sucede en las grandesdem­ocraciasnó­rdicas,ysolosesie­ntenalmarg­en la izquierda antisistem­a y los independen­tistas que quieren acabar con España. La Corona prevalecer­á si esejemplar­yeficazysu­vocaciónse­amanteners­ecomo «LaMonarquí­adetodos»,comoacerta­damenteesc­ribió Luis María Anson el 21 de julio de 1966 en ABC.

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