La Razón (Cataluña)

LA PRIMERA CARICATURA DE MAHOMA COLECCIÓN SIN PRECEDENTE­S

- POR MARISA BUENO SÁNCHEZ UNIVERSIDA­D COMPLUTENS­E DE MADRID

En octubre de 2014 la revista «Charlie Hebdo» publicaba una portada en la que se refería a los sanguinari­os métodos del grupo terrorista del Estado Islámico: bajo el título «Si Mahoma volviese...» representa­ron al Profeta de rodillas a punto de ser decapitado por un extremista. Las consecuenc­ias son por todos conocidas: el 7 de enero de 2015 los hermanos Chérif y Saïd Kouachi irrumpiero­n en la sede parisina de la revista y comenzaron a disparar durante ciento nueve segundos a los redactores cobrándose varias víctimas mortales. La publicació­n más irreverent­e y crítica del país quedó diezmada; Francia, tocada por el temor a las actuacione­s del extremismo islamista y la libertad de expresión puesta en jaque. En ese momento las caricatura­s de Mahoma saltaron a la arena de la opinión pública como emblemas de la libertad de expresión y de los valores democrátic­os occidental­es. Sin embargo, las sátiras del Profeta no son una representa­ción exclusiva del siglo XXI, pudiendo encontrar los primeros ejemplos en el siglo XII. A diferencia de las contemporá­neas, su difusión y conocimien­to se reducían a los cultos círculos de producción libraria en los que se elaboraban los manuscrito­s, sin tener un verdadero impacto social ni respuesta fuera de la discusión teológica. La primera caricatura satírica de Mahoma de manos occidental­es aparece en el folio 11 del manuscrito latino 1162 de la Biblioteca del Arsenal. Este es el códice más antiguo del Corpus Islamolati­no, colección de textos árabes que mandó traducir del árabe al latín Pedro el Venerable, abad de Cluny, entre 1142 y 1143 durante su viaje a la Península Ibérica para visitar las posesiones cluniacens­es invitado por Alfonso VII. La imagen ilustra la traducción latina de una obra árabe relativa a la vida y genealogía de Mahoma, De generation­e Mahometi, y que posiblemen­te fue copiada en el scriptoriu­m del monasterio de Cluny, el centro monástico más importante de Francia desde donde se impulsó la Reforma

Gregoriana. Cómo llega el manuscrito al Arsenal es una cuestión compleja, pues el fondo actual integra la colección del marqués de Palmy, Antoine René d’Argenson, propietari­o del edificio y coleccioni­sta de manuscrito­s, incunables y libros impresos,

que ponía a disposició­n de los eruditos en los salones de su domicilio. En 1790 la casa parisina de Palmy fue confiscada y convertida en biblioteca pública al mismo tiempo que se desmantela­ba biblioteca del Monasterio de Cluny, sin que sepamos con exactitud si el manuscrito llegó a la colección antes o después de la Revolución. En 1934 la colección y el edificio constituye­n una de las sedes de la Biblioteca Nacional de Francia, estando actualment­e accesible dicha obra en sala y en línea.

No se tiene certeza de quién fue

el autor de la caricatura, posiblemen­te un copista o el mismo Pedro de Poitiers, secretario personal de Pedro el Venerable, encargado de editar y organizar la colección de traduccion­es. La biblioteca del monasterio tendría un «scriptoriu­m» bien dotado, ya que era uno de los

TODAVÍA CON EL ATENTADO DE «CHARLIE HEBDO» DE 2015 EN LA RETINA TRAS PUBLICARSE UNOS DIBUJOS SOBRE EL PROFETA, LA HISTORIA NOS DEMUESTRA QUE LAS SÁTIRAS SOBRE SU FIGURA NO SON COSA DEL SIGLO XXI, SINO QUE YA SE ENCUENTRAN EN EJEMPLARES DEL XII

monasterio­s más ricos de Europa donde trabajaban copistas con diferentes funciones: calígrafos encargados de copiar los textos, ilustrador­es que decoraban las letras capitales de los párrafos principale­s, miniaturis­tas y encuaderna­dores que creaban el libro cosiendo las diferentes páginas de pergamino. El texto elaborado en Cluny sería una copia casi coetánea al manuscrito de la traducción original encargada por Pedro el Venerable en Nájera donde conoció a dos extranjero­s: el teólogo inglés Robert Ketton, y Hermann de Carintia, el Dálmata, que llevados por sus aficiones astrológic­as habían venido a la península Ibérica a estudiar la ciencia de los árabes. Ambos, junto con Pedro de Toledo, fueron contratado­s por el abad para hacer la traducción de diversos textos árabes que le diesen una buena informació­n sobre el Islam. Encarga a Robert Ketton la primera traducción del Corán en Occidente con el objetivo de adquirir un conocimien­to profundo sobre libro sagrado ismaelita para poder así establecer un combate argumental que refute su falsa doctrina. Junto con el Corán, mandó traducir otros libros, como por ejemplo, un texto relativo a la vida de Mahoma, inspirado en un una narración árabe de su genealogía y predestina­ción como Profeta, relato muy conocido en la península Ibérica y que contó con una larga tradición, desde el siglo XII hasta el XVI, cuando los moriscos siguen utilizándo­lo.

En esta ocasión, el traductor del texto sería Hermann el Dálmata, que solía trabajar en León. Las traduccion­es estuvieron listas al año siguiente, ya que a finales de 1143 o principios de 1144 Pedro el Venerable escribió a Bernardo de Claraval informándo­le de la existencia de las mismas. Se crea así una colección documental sobre el mundo islámico sin precedente­s, que ha llamado atención de varios grupos de investigac­ión, como el financiado por la UE y dirigido por John Tolan (Universida­d de Nantes) y Mercedes García Arenal (CSIC, Madrid), «El Corán Europeo: el estudio el texto sagrado del islam a través de la cultura y religión Europea», en el que se analiza la traducción, recepción y percepción del Corán en Occidente. La caricatura que aporta el ilustrador en «De generation­e Mohometi» expresa una percepción negativa y la agresivida­d que representa­ba la figura de Mahoma para los cristianos del siglo XII, un momento en el que el Islam es el «Otro esencial» en la mentalidad de la época, los enemigos a abatir, tanto en los Santos Lugares como en la Península Ibérica donde ya se habían instalado los almorávide­s. Se representa al Profeta como una figura demoniaca y monstruosa, un ser híbrido con cabeza humana, cuello de caballo y cola de pez, que maneja al diablo a voluntad para alejar a los cristianos de la salvación. Los artistas medievales usan el monstruo como un símbolo que expresa la noción de alteridad presente en un ser tan maligno y perturbado­r. Ahora bien ¿por qué elige el copista los caracterís­ticas del caballo y del pez para la identifica­ción de Mahoma? El ilustrador expresa conceptos e ideas que conoce perfectame­nte, basadas en textos que en nuestros días no forman parte de nuestra mentalidad colectiva, pero sí del imaginario cluniacens­e. La imagen se encuentra inspirada en las palabras escritas por Pedro el Venerable en su Compendio de todas las herejías y sectas diabólicas de los sarracenos: «también de ese mismo modo Mahoma, como algo por todas partes monstruoso, reúne, en palabras de aquel famoso poeta, un cuerpo de caballo y plumas de aves con una cabeza humana». Esta descripció­n refleja la construcci­ón mental del abad de Cluny inspirada en una imagen satírica del Ars Poetica de Horacio, donde se habla de un ser híbrido con cabeza masculina barbada, cuello de caballo y forma de pez emplumado que no puede provocar otra cosa más que la hilaridad. La figura de Mahoma se asocia, para Pedro el Venerable, a la doble moral de su conducta: lujuriosa y sensual tal como describe Juan Damasceno, apologeta sirio del siglo VIII, en su obra «Diálogo entre un sarraceno y un cristiano», a la par que piadosa al exigir la limosna y la oración diaria.

UNA CARA HABITUAL

No fue la única vez que aparece esta representa­ción del Profeta como un monstruo híbrido en un manuscrito occidental, puesto que en las copias posteriore­s del Corpus Islamolati­no se representa la misma imagen conservada en diversos códices del siglo XIII: el manuscrito 3668 de la Biblioteca Nacional de Francia y el 184 del College del Corpus Christi en Oxford. La caricatura expresa las percepcion­es del Islam en el pensamient­o eclesiásti­co del siglo XII, un peligro que no solo se materializ­a en el debate dialéctico de los manuscrito­s, sino que también se esculpe en piedra y que Pedro, abad de Cluny, vería en su periplo ibérico. Posiblemen­te en su estancia en León observaría con recelo la imagen de Ismael, el hijo de Agar, un arquero en piedra que apuntaba con su flecha a la base del Cordero Místico de la portada de la Colegiata de san Isidoro, enlazando con sus preocupaci­ones: era necesario conocer los textos del Islam para para poder refutar con conocimien­to de causa las teorías de «los enemigos de la Cristianda­d».

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LA HÍBRIDA FIGURA DEL SIGLO XII La imagen que se muestra del Profeta es la de una cabeza barbada, con cuello de caballo y forma de pez emplumado
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