La Razón (Cataluña)

EL CONGO: JUSTICIA PARA UNO DE LOS MAYORES GENOCIDIOS DE LA HISTORIA POR MIRENTXU ARROQUI

EL ASESINATO DE GEORGE FLOYD Y LA REVUELTA CONTRA LAS ESTATUAS COINCIDEN CON EL 60 ANIVERSARI­O DE LA INDEPENDEN­CIA DEL CONGO. BÉLGICA HA PUESTO EN MARCHA UNA COMISIÓN PARLAMENTA­RIA PARA INVESTIGAR DE UNA VEZ LAS ATROCIDADE­S COMETIDAS POR LEOPOLDO II

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«Quien con monstruos lucha cuide de no convertirs­e a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti», asegura Nietzche en «Más allá del bien y del mal». Este 30 de junio se cumple el 60 aniversari­o de la Independen­cia del Congo y Bélgica mira al abismo de uno de los momentos más sangriento­s de su historia, aunque el horror ocurriera en tierras remotas y encubierto de filantropí­a. El movimiento Black Lives Matter y la oleada de vandalizac­ión de monumentos, de la que no han escapado las estatuas de Leopoldo II, ha sumido al país en un periodo de reflexión que se plasmará en una comisión parlamenta­ria que tiene como objetivo investigar qué pasó. Hace tiempo que los historiado­res han señalado a Leopoldo II como uno de los genocidas más cruentos de la Historia contemporá­nea, pero quizá una de las mayores incógnitas reside en cómo disfrazó de bondad y altruismo la imposición de trabajos forzados y el expolio de materias primas, con el aplauso de la comunidad internacio­nal que llegó a cederle el territorio a título personal en la Conferenci­a de Berlín celebrada en 1884-85. Leopoldo II nació en 1835 y fue el segundo Rey de los Belgas de un Estado que había alcanzado su independen­cia en 1830, apenas cinco años antes, entre las reticencia­s de potencias como Rusia y Austria. Según el libro «El fantasma del Rey Leopoldo», de Adam Hochshild, el monarca siempre estuvo obsesionad­o por la Geografía y antes de cumplir los 20 años viajó por los Balcanes, Constantin­opla, el Egeo y Egipto. «De vuelta a su país, pronunciab­a tediosas conferenci­as sobre el papel potencial de Bélgica en el comercio mundial. En todos los lugares a donde iba buscaba oportunida­des imperiales». En 1862, cuando visitó Sevilla, pasó un mes acudiendo al Archivo de Indias y estudiando el beneficio obtenido por España de sus colonias. Pero tras estos episodios de sinceridad juvenil, se dio cuenta de que el éxito de su empresa debía consistir en ocultar sus intencione­s. Quería dinero y poder. No podía incomodar a otras potencias ni a sus súbditos, para los que cualquier veleidad colonial era impropia de Bélgica. En 1876 el monarca reunió en Bruselas una Conferenci­a Geográfica a la que invitó a explorador­es, geógrafos, activistas en contra de la esclavitud, representa­ntes de las misiones, directivos empresaria­les y militares. Votaron a favor de crear la Asociación Africana Internacio­nal cuyo primer presidente sería, como no, el Rey Leopoldo. La gran farsa acababa de comenzar. El vizconde de Lesseps declaró que los planes del Rey de los belgas eran «la máxima obra humanitari­a de su tiempo». Los testimonio­s de los viajeros que relataban con crudeza el comercio de esclavos por parte de los árabes fueron la coartada para el Rey Leopoldo. Su interés por África era la expansión de la fe cristina y las exploracio­nes científica­s. «(…) Los horrores de este estado de cosas, los miles de víctimas masacradas por el comercio de esclavos cada año, el número aún mayor de seres absolutame­nte inocentes que son brutalment­e arrastrado­s a la cautividad y condenados de por vida a los trabajos forzados, han conmovido profundame­nte los sentimient­os de todos los que, a todos los niveles, han estudiado con atención esta deplorable realidad; y han concebido la idea de asociarse, de cooperar, en una palabra, de fundar una asociación internacio­nal para poner punto final a este tráfico odioso que es una desgracia para la edad en la que vivimos, (...)», aseguró Leopoldo.

EL TRABAJO DE STANLEY

Cuando el explorador Henry Monrton Stanley surcó el Río Congo, Leopoldo II supo que había llegado su oportunida­d. Se dedicó a financiar los viajes posteriore­s de Stanley y éste se convirtió en el valedor del monarca en la reclamació­n del territorio. Leopoldo observó con alivio que Reino Unido, sumido en diferentes crisis coloniales, no parecía interesado en con

quistar unas tierras cuya ruta comercial estaba bloqueada por temibles cataratas. «Para enmascarar todavía más las cosas y dar sus operacione­s africanas un nombre que pudiera servir para una entidad política, aquel empresario magistral creó una nueva organizaci­ón del camuflaje, la Asociación Internacio­nal del Congo», asegura Hochshild. Tras conseguir su objetivo y convertir el Estado Libre del Congo en propiedad privada, Leopoldo instauró un régimen caracteriz­ado por los asesinatos, torturas y todo tipo de atrocidade­s. Aunque el sueño del rey era conseguir marfil y piedras preciosas, la obtención de caucho fue el auténtico maná. Leopoldo impuso altas cuotas de producción y los indígenas eran castigados con mutilacion­es si no cumplían lo establecid­o. Los agentes europeos, que controlaba­n

la región a través de una maraña de empresas, recibían primas a cambio de aumentar esta producción, lo que incidía en la deshumaniz­ación con la que trataban a los congoleños. Mientras el horror se apoderaba del territorio africano, Bélgica vivía una época de esplendor. Leopoldo recibió el apodo de Rey Constructo­r por sus obras públicas y durante su reinado se aprobaron leyes para mejorar las condicione­s de los trabajador­es, como el descanso dominical o la prohibició­n de trabajar para menores de 12 años. La riqueza con la que el país a entró en el siglo XX se debió a la explotació­n del Congo. No fue hasta 1908, debido a las denuncias, cuando el gobierno belga se hizo cargo de la administra­ción del territorio, un año antes de que muriera el monarca, quien negoció una compensaci­ón de 50 millones de francos. A pesar de esto, el Congo siguió en manos de las mismas empresas concesiona­rias. Se mantuvo la explotació­n, aunque las atrocidade­s fueran menores. En 1960, el país africano consiguió su independen­cia bajo el reinado de Balduino. El carácter colonial de la alocución del monarca belga obligó a que el primer ministro del país, Patrice Lumumba improvisar­a un discurso: «Aunque esta independen­cia del Congo está siendo proclamada hoy en acuerdo con Bélgica, un país amistoso, con el que estamos en igualdad de términos, ningún congolés olvidará que la independen­cia se ganó en lucha, una lucha perseveran­te e inspirada que ocurrió en el día a día, una lucha, en la qué no nos intimidamo­s por la privación o el sufrimient­o y no escatimamo­s fuerza o sangre. Estuvo llena de lágrimas, fuego y sangre. Estamos orgullosos de nuestra lucha, porque era justa y noble e indispensa­ble para poner fin a la humillante esclavitud que nos fue impuesta. Esa fue nuestra suerte durante los 80 años de dominio colonial y nuestras heridas están muy frescas y son demasiado dolorosas para ser olvidadas». Seis meses después, el 17 de enero de 1961 Lumumba fue asesinado con la connivenci­a de los servicios secretos estadounid­enses y belgas.

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 ??  ?? BARBARIE Dos esclavos sostienen unas manos amputadas ante la mirada impasible de dos agentes europeos. Una imagen tomada por Alice Seeley Harris en Baringa, Tshuapa, en mayo de 1904
BARBARIE Dos esclavos sostienen unas manos amputadas ante la mirada impasible de dos agentes europeos. Una imagen tomada por Alice Seeley Harris en Baringa, Tshuapa, en mayo de 1904

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