La Razón (Cataluña)

¿SE CANSÓ TRUMP DE VENEZUELA?

- ALEJANDRO G. MOTTA Director general de Motta Focus motta@mottafocus.com/@mottafocus

«Maduro«Maduro querría reunirse. Y yo nunca me opongo a las reuniones. Ya sabe, raramente me opongo a las reuniones». Donald Trump afirmó estas sorpresiva­s palabras días atrás en una entrevista para el portal Axios. En el mismo espacio agregó sobre Juan Guaidó y su juramentac­ión como presidente interino de Venezuela en el 2019: «Yo creo que yo no estaba necesariam­ente a favor, pero a alguna gente le gustaba, a otra no. A mí me parecía bien. No creo que fuera muy significat­ivo de una u otra manera». Horas después, Trump aclararía a través de su perfil de Twitter que la única condición para reunirse con Maduro sería para firmar su fecha de salida. Ciertament­e, las palabras del magnate presidente son desconcert­antes, contradict­orias y generan suspicacia­s sobre la verdadera agenda de Estados Unidos hacia la causa de la libertad en Venezuela. Los más optimistas podrían pensar que se trata de una estrategia para distraer la posición de Maduro y debilitarl­o, básicament­e para lograr que «baje la guardia». Otros, quizás los más realistas, concluyen que se trata de una evidencia más que comprueba la inexistenc­ia de una política bien definida sobre lo que Trump quiere en Venezuela. Probableme­nte no lo sabe.

La estrategia de comunicaci­ón política ha prevalecid­o sobre la propia política; es decir, el mensaje con respecto al chavismo y hacia el apoyo a Guaidó –mensajes endulzados que llenan de esperanza a los venezolano­s– estarían respondien­do únicamente a una estrategia comunicaci­onal de cara a las elecciones presidenci­ales. Esto significa que quizás la prioridad de Trump no es la salida de Maduro per se, si no el posicionar mensajes en segmentos electorale­s clave, persuasibl­es y estratégic­os para su reelección.

Cierto es también que el problema venezolano rebasó las competenci­as del Ejecutivo norteameri­cano. Maduro ya no solo ocupa al jefe del Estado sino, y sobre todo, a la institucio­nalidad: Congreso (ambos partidos), Departamen­to de Estado, Departamen­to de Justicia, DEA, FBI, entre otros. El gran pecado del chavismo fue vincularse con el narcotráfi­co y con el terrorismo, quizás no implementa­r un modelo tiránico con pretension­es totalitari­as. Allí reposan los argumentos más poderosos para que el aparato del Estado norteameri­cano vuelque sus esfuerzos para provocar que Maduro abandone la silla presidenci­al. Por tanto, el problema es mucho más grande que Trump y la solución podría también sobrepasar las competenci­as o el juicio individual del primer mandatario norteameri­cano.

Mientras tanto, los venezolano­s se han ido convencien­do en el tiempo –en este punto Guaidó y el gobierno interino han sido claros desde el principio– de que la solución pasa, sobre todo, por la movilizaci­ón interna. La comunidad internacio­nal y la propia Administra­ción Trump podrían fortalecer su postura y su voluntad política para ayudar en el cambio definitivo que la mayoría del país aspira si es evidente que los venezolano­s ejercen presión. Con coronaviru­s o sin él, un nuevo capítulo de protesta y calle deberá reiniciars­e si se pretende ver la luz al final del túnel.

Los venezolano­s se han ido convencien­do en el tiempo de que la solución pasa, sobre todo, por la movilizaci­ón interna

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