¿SE CANSÓ TRUMP DE VENEZUELA?
«Maduro«Maduro querría reunirse. Y yo nunca me opongo a las reuniones. Ya sabe, raramente me opongo a las reuniones». Donald Trump afirmó estas sorpresivas palabras días atrás en una entrevista para el portal Axios. En el mismo espacio agregó sobre Juan Guaidó y su juramentación como presidente interino de Venezuela en el 2019: «Yo creo que yo no estaba necesariamente a favor, pero a alguna gente le gustaba, a otra no. A mí me parecía bien. No creo que fuera muy significativo de una u otra manera». Horas después, Trump aclararía a través de su perfil de Twitter que la única condición para reunirse con Maduro sería para firmar su fecha de salida. Ciertamente, las palabras del magnate presidente son desconcertantes, contradictorias y generan suspicacias sobre la verdadera agenda de Estados Unidos hacia la causa de la libertad en Venezuela. Los más optimistas podrían pensar que se trata de una estrategia para distraer la posición de Maduro y debilitarlo, básicamente para lograr que «baje la guardia». Otros, quizás los más realistas, concluyen que se trata de una evidencia más que comprueba la inexistencia de una política bien definida sobre lo que Trump quiere en Venezuela. Probablemente no lo sabe.
La estrategia de comunicación política ha prevalecido sobre la propia política; es decir, el mensaje con respecto al chavismo y hacia el apoyo a Guaidó –mensajes endulzados que llenan de esperanza a los venezolanos– estarían respondiendo únicamente a una estrategia comunicacional de cara a las elecciones presidenciales. Esto significa que quizás la prioridad de Trump no es la salida de Maduro per se, si no el posicionar mensajes en segmentos electorales clave, persuasibles y estratégicos para su reelección.
Cierto es también que el problema venezolano rebasó las competencias del Ejecutivo norteamericano. Maduro ya no solo ocupa al jefe del Estado sino, y sobre todo, a la institucionalidad: Congreso (ambos partidos), Departamento de Estado, Departamento de Justicia, DEA, FBI, entre otros. El gran pecado del chavismo fue vincularse con el narcotráfico y con el terrorismo, quizás no implementar un modelo tiránico con pretensiones totalitarias. Allí reposan los argumentos más poderosos para que el aparato del Estado norteamericano vuelque sus esfuerzos para provocar que Maduro abandone la silla presidencial. Por tanto, el problema es mucho más grande que Trump y la solución podría también sobrepasar las competencias o el juicio individual del primer mandatario norteamericano.
Mientras tanto, los venezolanos se han ido convenciendo en el tiempo –en este punto Guaidó y el gobierno interino han sido claros desde el principio– de que la solución pasa, sobre todo, por la movilización interna. La comunidad internacional y la propia Administración Trump podrían fortalecer su postura y su voluntad política para ayudar en el cambio definitivo que la mayoría del país aspira si es evidente que los venezolanos ejercen presión. Con coronavirus o sin él, un nuevo capítulo de protesta y calle deberá reiniciarse si se pretende ver la luz al final del túnel.
Los venezolanos se han ido convenciendo en el tiempo de que la solución pasa, sobre todo, por la movilización interna