La Razón (Cataluña)

El monumento que esconde a 500 guillotina­dos de la Revolución Francesa

- GEMA PAJARES

En el centro de París se levanta un memorial, un sobrio edificio de estilo neoclásico tardío. Es la Chapelle Expiatoire. Se eleva en el lugar donde fueron inhumados los restos de Luis XVI y María Antonieta en 1793, tras haber sido ambos guillotina­dos durante la Revolución Francesa (en la actual plaza de la Concordia). Luis XVIII, hermano de Luis XVI, la mandó construir en 1815 y en 1826 se colocó la última piedra. Pues bien, todo apunta a que en ese bello túmulo pueden estar los restos de al menos 500 personas que murieron bajo el peso, terrible y gélido, de la guillotina en la Plaza de la Concordia y no en las catacumbas de París como hasta ayer mismo se pensaba. Entre aquellos huesos, hoy apenas restos, quizá polvo sobre polvo lleno, eso sí, de historia, se encontrarí­an los de Maximilien Robespierr­e, cuyo arresto y posterior ejecución marcarían el final del conocido como Reinado del Terror. De ser así, las paredes del momumento, donde ya se han hallado evidencias óseas, albergaría­n también a quien fuera la amante de Luis XV, Madame du Barry («¡Piedad, señor verdugo, dadme un momento más!», fueron las últimas palabras que balbució), por ejemplo. Todo comenzó porque algo no le cuadraba al administra­dor de la capilla, que detectó y no con una simple ojeada, ciertas anomalías en las paredes entre las columnas de la capilla inferior. ¿Qué era aquello? Un arqueólogo provisto de una cámara detectó que, en efecto, en la citada zona de la capilla se habían depositado cuatro osarios de madera que contenían huesos humanos mezclados con tierra. El hallazgo ha levantado una enorme expectació­n y aviva la leyenda de lo que sucedió con quienes perdieron la cabeza bajo la fría hoja de madame guillotina. Hasta ahora se creía que las catacumbas habían sido el último lecho para aristócrat­as y revolucion­arios que no comulgaban con las ideas de Robespierr­e. Sin embargo, a raíz de este descubrimi­ento se ha solicitado una investigac­ión en la Chapelle Expiatoire, según recoge «The Guardian» de unas declaracio­nes de «Le Parisien». «Hasta ahora servía únicamente como monumento a la memoria de la familia real, pero acabamos de descubrir que se trata también de una necrópolis de la revolución», comentó el administra­dor Peniguet de Soutz, que añadió: «Lloré cuando el patólogo forense me aseguró que había visto huesos de falange humana (pies y manos) en las fotografía­s que había tomado». A partir de ahora se abre un proceso de trabajo que comenzará, si la pandemia lo permite, el año que viene, excavacion­es que se llevarán a cabo bajo los auspicios de la Fundación de Francia y que, en esta etapa de revisionis­mo permanente de la que ya no se libran ni lo osarios, enfrentará también al país galo con uno de los periodos más convulsos de su Historia.

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Un grabado con la guillotina como protagonis­ta. Debajo, la Chapelle Expiatoire, en el centro de París
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