El divorcio en diez historias para no creer nunca en el amor
El confinamiento ha multiplicado las separaciones en esta nueva normalidad y no hay nada como compartir nuestras crisis para superarlas
Es curioso cómo el divorcio crece en las estadísticas, sube hasta acercarse hasta el 50 por ciento de los matrimonios, copa todos los estudios sociológicos, y lo sorprendente no sea que cómo es posible que el 50 por ciento de los matrimonios duren para toda la vida. De todas las bodas que usted ha ido, la mitad morirán juntos, ¡juntos! Oh, y seguro que habrá veces que se odien, incluso que fantaseen con la idea de separarse, pero seguirán juntos igualmente y eso, a falta de un nombre mejor, también es amor. Todo los psicólogos hablarán de la plaga de matrimonios fallidos, pero que todavía hoy, en pleno siglo XXI, haya más matrimonios que acaban juntos que separados, eso no lo estudia nadie. ¿Por qué? Eso es extraordinario.
El confinamiento ha disparado las separaciones traumáticas en España, como antes lo había hecho en Wuhan. La convivencia forzada recuerda a los matrimonios de conveniencia, ¿no les parece? Seguro que muchas parejas durante estos largos meses en que convivían las 24 horas del día con su pareja creían ser como un matrimonio ultracatólico del 1830 y se sentían culpables por no soportar a su pareja, como les ocurría a esos matrimonios de antaño. Seguro que la separación les ha hecho sentir una extraña sensación de vergüenza, como ocurría antaño. Es curioso, sí.
El divorcio, sea como sea, está de moda. Si seguimos la lógica de Tolstoi, que aseguraba que todos los hombres felices son iguales pero todos los infelices lo son a su manera, podríamos deducir que todos los matrimonios se parecen y todos los divorcios son diferentes. Sin embargo, ¿lo son? Es decir, ¿son los matrimonios felices y los divorcios infelices? La lógica de Tolstoi podría decir que todos los divorcios se parecen y todos los matrimonios son diferentes. Porque si hay una cosa clara es que, en ficción, todos los divorcios se parecen una barbaridad. He aquí los diez ejemplos más claros:
En 2005 Noah Baumbach dirigió «Una historia de Brooklyn» una espectacular y conmovedora película en que reflejaba el divorcio de sus padres, con un Jeff Daniels como un escritor egoista y egocéntrico que traumatizará a toda la familia con la separación. Una década después, como no podía ser de otra manera, Baumbach se divorciaba y escribía la historia de su separación. Esto era «Historia de un matrimonio», por la que fue nominado a varios Oscar. Él era Adam Driver y Scarlett Johansson hacía el papel de la actriz Jennifer Jason Leigh. Al principio, parece una separación amistosa, pero entonces entran los abogados y aquello degenera en desastre.
Los paralelismos entre esa película y «Kramer contra Kramer» son evidentes. La película, de 1979, nos enfrentaba a Meryl Streep y Dustin Hoffman en una lucha por la custodia de su hijo. Esto no le sucedió a Rachel Cusk, pero sí tuvo que separarse con dos hijos de por medio como relata en la brillante «Despojos», (Libros del Asteroide), uno de los éxitos de este confinamiento. ¿Casualidad? No existen casualidades.
Pero hablar de divorcio y niños es hablar de la trágica «Hijos del divorcio», película muda de 1927 con Gary Cooper y Clara Bow como protagonistas. Una historia que era un claro aviso a todos aquellos que pensaran siquiera en dar el paso del divorcio, con dos niños que la madre dejará en un orfanato incapaz de cuidarlos. Y para finales trágicos el de la tragicomedia «La guerra de los Rose», con Michael Douglas y Kathleen Turner. La escena final, en que la pareja cae de una lámpara de araña y moribundos, él le acerca la mano, mientras ella se la aparta, es sublime.
Más triste es «Blue Valentine» o la enésima película de Ryan Gosling en que hace el papel de perro apaleado. Él sólo desea cuidar a Michelle Williams y ser un buen padre para la hija de ella. Por su parte, ella no soporta la pasividad y poco ambición de él. SOn dos personas que de repente ya no quieren lo mismo. No hay buenos o malos. Pero entonces él se despide de la niña sabiendo que, al no ser su padre natural, no la va a ver más y se te parte el corazón.
En «Revolutionary Road» no hay divorcio, pero porque la tragedia lo impide. Leonardo di Caprio y Kate Winslet verán cómo los hijos roban todos sus sueños, pero ¿lo hacen? ¿Podemos culparles de nuestra incapacidad o falta de agallas? Sam Mendes dirigió la adaptación de la célebre novela de Richard Yates con la famosa escena de la pelea verbal en un coche que todo el mundo puede reconocer. Antes, en «American Beauty» ya había descrito la historia de un futuro divorcio que la tragedia impide. Debe ser muy católico, la muerte antes que el divorcio,
Y ya para acabar, hay que mencionar a las grandes novelas que el divorcio y su normalización hubiese arreglado, como «El despertar», de Kate Chopin o «Casa de muñecas», de Ibsen, o «La edad de la inocencia», de Edith Wharton o incluso «Madame Bobary», de Flaubert. Porque la tragedia del divorcio nunca es la separación, es la burocracia y la lenta readaptación. Como recordaba el ahora denostado Louis C. K., si te divorcias, no es precisamente porque estés bien y seas feliz, sino todo lo contrario. Así que, a celebrar el amor, que a buen seguro nunca ha tenido nada que ver con el divorcio. ¿Alguien ha dicho alguna vez, te quiero demasiado, tenemos que divorciarnos?
Noah Baumbach ha hecho carrera haciendo películas sobre el divorcio como «Historia de un matrimonio»
Uno de los libros de esta desescalada ha sido «Despojos» de Rachel Cusk donde describe su propia separación