La Razón (Cataluña)

Navega el Atlántico para felicitar a su padre

- José Aguado Ulises Fuente Esther S. Sieteigles­ias Javier Ors

DesdeDesde que terminó el estado de alarma hemos podido por fin desplazarn­os para ver a nuestros padres y familiares. Han sido unas emotivas reuniones que en algunas casas se han sentido como si fueran Navidades. Con todo, son muchos los reencuentr­os que aún no han tenido lugar, pues el viaje no se puede hacer debido a la distancia, o a que las autoridade­s de un país aquejado por el coronaviru­s aún no han abierto sus fronteras.

Viendo como el mundo se aislaba cada vez más, el cierre masivo de aeropuerto­s y la incertidum­bre causada por la pandemia, Juan

Manuel Ballestero decidió emprender una larga travesía para visitar a sus padres. Este argentino de 47 años residía en el archipiéla­go de Madeira, mientras que sus padres en su ciudad natal, Mar del Plata. Así que el 24 de marzo zarpó del puerto de Porto Santo, ya que la única manera que tenía de intentar llegar hasta sus «viejos» desde un Portugal blindado por la covid-19 era navegando. Sus amigos intentaron disuadirle de la peligrosa singladura, «una locura». Pero Ballestero preparó su velero «Skua» y partió en solitario rumbo al sur de Argentina. Casi 9.000 kilómetros y un solo fin: volver a abrazar a su familia. Con las cartas náuticas sobre la mesa, trazó una ruta arriesgada. Se perdería el 90º cumpleaños de su padre, pero podría estar allí para el día del padre, que en Argentina se celebra el 21 de junio, junto a él, su madre Nilda, de 82 años, y sus hermanos.

Eso sí, no programó escalas que pudieran demorarle. Con el coronaviru­s acechando, este aventurero, que también es socorrista, surfista, buzo, parapentis­ta y patrón de vela y motor, desconocía qué medidas o restriccio­nes podría encontrar en los distintos puertos de cada nación. Por lo que optó por el rumbo de mayor riesgo alejándose de las costas, aunque evitando también las rutas de los grandes buques mercantes.

Acompañado de las olas, el viento, el cielo estrellado, alguna que otra manada de delfines y dos golondrina­s negras, Ballestero ha estado casi tres meses sin noticias del exterior. Sí que tuvo que hacer unaparadap­orproblema­stécnicos en Porto Belo, en Santa Catarina, Brasil, después de las fisuras en el casco y la falta de combustibl­e. «Cuando atravesé el Ecuador me quedé siete días varado. Eso fue fuerte para mí y para la psiquis. Perdí el control absoluto porque no podía ir a ningún lado. Frente a Brasil también tuve viento extremo y tuve que parar para arreglar el barco», contó a Radio Mitre.

Después de 85 días en mar abierto, Ballestero arribó a Mar del Plata el 17 de junio. Una vez allí tuvo que someterse a las pruebas de coronaviru­s y permanecer dos días más dentro de su velero amarrado en el Club Náutico hasta que le dieron los resultados. Con el negativo en la mano, las autoridade­s argentinas le permitiero­n pasar la cuarentena obligatori­a de 14 días ya en casa de sus padres. «Misión cumplida. La fe cruza océanos», escribió orgulloso el propio Ballestero en su perfil de Instagram para atesorar el feliz encuentro con su padre Carlos, de 90 años y también marinero.

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Juan Manuel Ballestero ha estado 85 días en mar abierto
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