La Razón (Cataluña)

EL OLOR DEL VICEPRESID­ENTE

- A. MARTÍN BEAUMONT

LosLos policías que garantizan la seguridad del subsuelo suelen decir que es imposible bajar a las cloacas y no salir con las botas manchadas de porquería. Es lo que le debe estar pasando en estas últimas horas a Pablo Iglesias, víctima, no de los oscuros aparatos del

Estado gracias a los que Podemos tanto ha engordado en los últimos años, sino de sus propios coqueteos con ese «subsuelo» donde –ahora comenzamos a saber– tanto se ha «movido» el vicepresid­ente segundo.

Los giros de los acontecimi­entos pueden acorralar peligrosam­ente a un dirigente hasta derribarlo. Ejemplos de ello hay muchos en la política española. El «caso Dina» tenía la apariencia de un embrollo menor, pero el escenario empezó a complicars­e para Iglesias cuando tuvo que vérselas con el juez. La decisión del magistrado Manuel García-Castellón de retirarle la condición de perjudicad­o, hasta el punto de planear sobre su cabeza una imputación por revelación de secretos, ha dado tal giro a la trama, que ya se habla del «caso Iglesias». Y a las pesquisas de la Audiencia Nacional hay que añadir una investigac­ión de oficio de la Fiscalía General y una denuncia de Vox ante Anticorrup­ción por seis presuntos delitos. Muchos frentes para despacharl­o como mero episodio anecdótico.

El entorno del vicepresid­ente traslada su certeza de que se dará carpetazo de la causa. Pero Dina Bousselham admitió que Iglesias mantuvo en su poder durante medio año la tarjeta SIM robada… y en sus manos acabó destruida. Y la fiscalía filtró informació­n a los morados antes incluso de la apertura de la investigac­ión. En definitiva, la narrativa de Iglesias, basada en presentars­e como víctima de las «cloacas del Estado», se ha ido por el sumidero esparciend­o demasiado olor a podrido. Y otra curiosidad, tramposa también, que añade mordiente al tema: este asunto fue eje de campaña del secretario general de Podemos en las últimas elecciones generales para

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