PSICOFÁRMACOS PARA CURAR A PADRE E HIJO
«En«En la verdadera noche oscura del alma son siempre las tres de la mañana», escribió Scott Fitzgerald en «Suave es la noche», la novela que publicó en los años 30. No eran tiempos refulgentes para el escritor, uno de los más fascinados por la loca década anterior, debido a que su mujer, Zenda, estaba ingresada en un psiquiátrico. Aquella frase sostiene este libro de iniciación, tierno, melancólico y reflexivo. Esta es la historia de un feliz fin de semana que nunca se repetirá. La infancia de Antonio ha estado marcada por la epilepsia. Su familia decide llevarle a un médico, Gastaut, el único personaje real de la historia. Un neurólogo que pensaba que el genio artístico estaba ligado a la epilepsia para intentar su curación. Tres años después, el muchacho quiere comprobar si ha superado la enfermedad, y en esa travesía solo le acompañará su padre, ya divorciado de su madre. Antonio se someterá a un «tour de force» y, con ayuda de psicofármacos, permanecerá dos días sin dormir.
Se trata de un chaval reservado al que le resulta difícil estar con su padre, un matemático exitoso e introvertido pero, aunque parezca que entre los dos hay un abismo construido por silencios, Marsella será un nuevo comienzo para ambos pues extenderá una alfombra roja de imprevistos en los que tendrán que hacer frente: deambular por sus calles, clubes nocturnos, conversar con los lugareños y comunicarse, siempre sin tocar la política. Lo que no esperaban de esta experiencia era verse tan similares, tan hermanados, en actitud y en sensibilidad. Gracias a las preguntas correctas, el padre se expresará sin reservas. Y el hijo escuchará hasta comprender que había cometido grandes errores de juicio hacia un hombre bueno, amable, apasionado e inteligente. Monumentalmente bello, un libro para lectores que aprecian la belleza del verbo.