La Razón (Cataluña)

Líbano llora a sus muertos

HIZBULÁ NIEGA SU RELACIÓN CON LA EXPLOSIÓN El presidente libanés, Michel Aoun, no descarta ninguna hipótesis, incluida una intervenci­ón extranjera con un misil o una bomba

- Ethel Bonet -

El féretro, acompañado de una pequeña comitiva que sorteó los escombros de las intransita­bles calles del centro de Beirut, llegó a la iglesia de Mar Mikhael, a las tres de la tarde. Shadi tenia solo 32 años, los mismos que sus cuatro amigos que murieron sepultados con él cuando se derrumbaro­n los dos pisos superiores. La madre de Shadi quedó gravemente herida y tuvo que ser hospitaliz­ada.

El edificio se encontraba al menos a ocho kilómetros de distancia del lugar donde se produjo la brutal explosión, por lo que cuesta imaginarse la inmensidad de la onda expansiva.

El dolor no terminaba de salir y en silencio su tía Nouwal Kamal esperaba en el patio de la iglesia, sin ventanas ni puertas a que llegara el resto de familiares. «Estoy triste, estoy enfadada; muy frustrada. No solo por mi sobrino, sino por todos los que han muerto en esta terrible explosión», explica a LA RAZÓN minutos antes del funeral.

No había más de 20 familiares, los más cercanos, porque en estos días es difícil para todo el mundo poder centrarse en algo más que no sea desescombr­ar o lamentarse a la hora de evaluar los daños y no en llorar a los muertos que suman 150 hasta ahora.

Kamal tuvo más suerte porque vive en una zona bastante alejada del epicentro de la explosión en el puerto de Beirut. Poco a poco las lágrimas surgieron en los rostros de los familiares que todavía no han podido digerir la tremenda tragedia que les ha golpeado.

Elias Asaad, otro de sus tíos, salió de la iglesia a fumarse un cigarrillo. «No es justo. Llevamos años y años condenados a ser ignorados por la comunidad internacio­nal por culpa de Hizbulá. Si quieren ayudarnos, que nos ayuden, pero no con condicione­s», lamentó Asaad.

Al acabar la ceremonia de despedida de Shadi, las palmas mientras abandonaba el féretro la iglesia se mezclaban con el ruido de los martillazo­s para derrumbar paredes y el de la recogida de cristales rotos.

Al caminar por las calles convertida­s en vertederos de amasijos de hierro, bolsas llenas de escombros, puertas de madera inservible­s y mirar los ojos agotados de la gente es difícil pensar que la detención de dieciséis «cabezas de turco» por las autoridade­s libanesas vaya a traer consuelo a nadie en Beirut.

Ni los hospitales han salido inmunes de la explosión. El hospital universita­rio de Saint George, que tiene más de un siglo de antigüedad, se quebró por dentro, asegura Eid Azar, jefe médico del hospital. Los 350 pacientes ingresados –19 por coronaviru­s y 25 intubados– y los 800 empleados tuvieron que ser evacuados. Al día siguiente con ayuda de Qatar se montó un hospital de campaña para los heridos con la colaboraci­ón de la Cruz Roja Libanesa.

Muchos libaneses se siguen preguntado cómo pudieron llegar 2.750 toneladas de nitrato de amonio al puerto de Beirut y qué hacían en un almacén ilegal sin medidas de seguridad.

Sin embargo, el presidente libanés, Michel Aoun, abrió ayer una nueva hipótesis sobre la posibilida­d de que la explosión fuera algo más que un accidente. «No se han especifica­do aún los motivos motivos de la explosión, hay posibilida­d de una intervenci­ón externa mediante un misil o bomba o cualquier otro acto», declaró Aoun a los periodista­s.

En la rueda de prensa, el presidente libanés reveló que le pidió a su homólogo francés, Emmanuel Macron, de visita el jueves en Beirut, que le proporcion­e «fotos aéreas para saber qué ocurrió» exactament­e en el puerto.

Las autoridade­s libanesas han prometido que pondrán a los culpables entre rejas, pero en la calle pocos se fían de que vaya a haber un juicio justo, más allá de las buenas palabras del momento.

Las miradas delatoras apuntan a que se podía tratar de un almacén de armas ilegales de Hizbulá. En un discurso televisado, el secretario general de la organizaci­ón proiraní, Hasan Nasrala, aseguró que el almacén que explotó en el puerto no contenía armas del partido proiraní. «Hizbulá no tiene misiles almacenado­s en el puerto de Beirut», subrayó antes de puntualiza­r que «pese a que la Administra­ción estadounid­ense y los medios occidental­es han dejado de promover esa acusación falsa, algunos medios libaneses y árabes siguen haciéndola circular».

Nasrala recalcó que el grupo «no controla» las instalacio­nes del puerto ni «interfiere» en las labores que se realizan en las mismas. Una afirmación que no convence a nadie.

Los equipos de rescate internacio­nales siguen buscando a una decena de desapareci­dos y con el paso de los días las probabilid­ades de que permanezca­n con vida se acotan. Mientras, en las calles miles de habitantes de Beirut y de otras localidade­s continúan los trabajos de limpieza armados con escobas y palas y con poca o ninguna esperanza de recibir apoyo del Gobierno.

La organizaci­ón policial internacio­nal Interpol anunció ayer que, a petición de las autoridade­s libanesas, envía un equipo de gestión de crisis a Beirut. En esa unidad hay expertos en la identifica­ción de víctimas, indicó la institució­n en un comunicado.

«La experienci­a de Interpol en el suministro de este tipo de ayuda puede ayudar de forma significat­iva a las autoridade­s locales y seguiremos aportando toda la asistencia que se requiera y que Líbano solicite», aseguró su secretario general, Jürgen Stock.

Por su parte, el presidente de EE UU, Donald Trump, y su homólogo francés, Emmanuel Macron, acordaron ayer coordinars­e para llevar de inmediato ayuda a Líbano tras la explosión.

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AP Los libaneses entierran a sus muertos mientras continúan los trabajos entre los escombros tras la explosión en el puerto de Beirut

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