¿OPTIMISMO LABORAL?
LosLos datos de afiliación a la Seguridad Social correspondientes al mes julio parecen invitar al optimismo: 161.200 nuevos empleos generados durante 31 días, lo que constituye el mejor julio desde el año 2005. Además, los trabajadores cuya relación laboral se hallaba suspendida por un ERTE también parece que empiezan a ver la luz al final del túnel: pese a que a finales de abril había más de tres millones de personas en esta situación, a finales de julio esta cifra apenas superaba el millón, de modo que casi el 70% ya había regresado a su puesto de trabajo.
Por ambas vías, los datos son positivos, pero no deberíamos dejar que la necesidad de buenas noticias nuble un análisis fidedigno de la realidad. Conviene, en primer lugar, comenzar recordando la situación en la que nos hallamos: después de que en el segundo trimestre del año la economía española se paralizara de un modo radical (contracción del PIB del 18,5%), en este inicio del tercer trimestre ha comenzado lo que podríamos denominar «etapa de reactivación», es decir, la fase durante la que se vuelve a poner en funcionamiento aquella parte del tejido productivo que ha sobrevivido a la crisis pero que había permanecido adormecido por el estado de alarma. Vivimos, pues, un rebote. Es normal que se esté volviendo a crear empleo en la medida en que la economía está regresando a la normalidad. La cuestión a la que deberíamos prestar atención, sin embargo, es el ritmo al que se está creando empleo. Y, en ese apartado, solo cabe ser menos optimistas.
Por un lado, a finales de julio sólo se había recuperado el 40% de todo el empleo destruido desde el inicio de la crisis a pesar de que ya estamos operando en condiciones cercanas a la normalidad: de hecho, si eliminamos el comportamiento puramente estacional de los datos, solo hemos recuperado menos del 20%. Por otro, los datos de los ERTE no resultan mucho mejores: aunque, como ya hemos dicho, casi el 70% de las relaciones laborales suspendidas por un ERTE ya han regresado a sus empleos, el otro 30% exhibe una cierta persistencia a permanecer en él (debido a que se trata de ERTE en sectores donde la actividad no ha regresado a pleno fuelle en la nueva normalidad). Cada mes que pasa, la probabilidad de que esos trabajadores puedan regresar sosteniblemente a sus empleos se va reduciendo (por no hablar de aquellos que se han reincorporado pero que pueden ver peligrar su puesto de trabajo cuando expire el plazo de seis meses durante el cual no se los puede despedir). Aunque podemos pensar que hay motivos para el optimismo, en realidad los datos invitan a la prudencia. No es momento de echar las campanas al vuelo, sino de flexibilizar la creación de empleo.