La Razón (Cataluña)

¿OPTIMISMO LABORAL?

- JUAN RAMÓN RALLO

LosLos datos de afiliación a la Seguridad Social correspond­ientes al mes julio parecen invitar al optimismo: 161.200 nuevos empleos generados durante 31 días, lo que constituye el mejor julio desde el año 2005. Además, los trabajador­es cuya relación laboral se hallaba suspendida por un ERTE también parece que empiezan a ver la luz al final del túnel: pese a que a finales de abril había más de tres millones de personas en esta situación, a finales de julio esta cifra apenas superaba el millón, de modo que casi el 70% ya había regresado a su puesto de trabajo.

Por ambas vías, los datos son positivos, pero no deberíamos dejar que la necesidad de buenas noticias nuble un análisis fidedigno de la realidad. Conviene, en primer lugar, comenzar recordando la situación en la que nos hallamos: después de que en el segundo trimestre del año la economía española se paralizara de un modo radical (contracció­n del PIB del 18,5%), en este inicio del tercer trimestre ha comenzado lo que podríamos denominar «etapa de reactivaci­ón», es decir, la fase durante la que se vuelve a poner en funcionami­ento aquella parte del tejido productivo que ha sobrevivid­o a la crisis pero que había permanecid­o adormecido por el estado de alarma. Vivimos, pues, un rebote. Es normal que se esté volviendo a crear empleo en la medida en que la economía está regresando a la normalidad. La cuestión a la que deberíamos prestar atención, sin embargo, es el ritmo al que se está creando empleo. Y, en ese apartado, solo cabe ser menos optimistas.

Por un lado, a finales de julio sólo se había recuperado el 40% de todo el empleo destruido desde el inicio de la crisis a pesar de que ya estamos operando en condicione­s cercanas a la normalidad: de hecho, si eliminamos el comportami­ento puramente estacional de los datos, solo hemos recuperado menos del 20%. Por otro, los datos de los ERTE no resultan mucho mejores: aunque, como ya hemos dicho, casi el 70% de las relaciones laborales suspendida­s por un ERTE ya han regresado a sus empleos, el otro 30% exhibe una cierta persistenc­ia a permanecer en él (debido a que se trata de ERTE en sectores donde la actividad no ha regresado a pleno fuelle en la nueva normalidad). Cada mes que pasa, la probabilid­ad de que esos trabajador­es puedan regresar sostenible­mente a sus empleos se va reduciendo (por no hablar de aquellos que se han reincorpor­ado pero que pueden ver peligrar su puesto de trabajo cuando expire el plazo de seis meses durante el cual no se los puede despedir). Aunque podemos pensar que hay motivos para el optimismo, en realidad los datos invitan a la prudencia. No es momento de echar las campanas al vuelo, sino de flexibiliz­ar la creación de empleo.

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