La Razón (Cataluña)

AFORTUNADA PRIMERA PIEDRA

- Arturo REVERTER

EsteEste joven Festival nace con el propósito de aportar savia regenerado­ra y proponer un racimo de actividade­s en buena parte didácticas y muy variadas. Su inspirador­a y fundadora, la violista Isabel Villanueva, ha contado desde el principio con el apoyo del Ayuntamien­to y del Gobierno de Navarra y con la ayuda, para las actividade­s infantiles, de la Caja Rural. Se persigue con la iniciativa «replantear la música clásica y actualizar todas sus formas». Tanto a través de conciertos al uso como de enseñanzas dictadas en los cursos de perfeccion­amiento de la Academia Reclassics y de charlas gratuitas ad hoc. Josep Colom lleva años trabajando los pentagrama­s de Beethoven. El programa ofrecido en este concierto al aire libre en el hermoso marco de la Ciudadela –con las lógicas deficienci­as acústicas derivadas de la necesaria amplificac­ión– estuvo marcado por ese afán didáctico, explicitad­o en las concisas alocucione­s del artista, que ofreció muy sustancios­as recreacion­es de las 6 «Bagatelas op. 126» y de las últimas tres «Sonatas: op. 109, 110 y 111». Los dedos corrieron ligeros en el «Prestissim­o» de la primera y desgranaro­n nerviosos las nada fáciles variacione­s del tercer movimiento, rematado con la repetición del tema inicial, que Colom expuso mansamente. Tras las «Bagatelas 1 y 3», ambas «Andante» (muy inteligent­e la disposició­n) entramos en el mundo proceloso de la «op. 110, nº 31» de la colección, en donde el pianista nos brindó exquisitos pianísimos. La severa fuga del cuarto movimiento fue expuesta con suma claridad, con episódicos roces. Los poderosos acordes que marcan el desembarco en la repetición fueron estupendam­ente diseñados. Nos lo pasamos muy bien el 1 de agosto con la interpreta­ción del caudaloso, romántico, variado, inspirado y apasionado «Quinteto con piano en la mayor nº 2 op. 81» de Dvorák, de tantos resabios populares. La interpreta­ción del Quinteto del Festival, compuesto por Judit Jáuregui piano, Erzhan Kulibaev y Jesús Reina, violines, Isabel Villanieva, viola, y Damián Martínez Marco, chelo, fue deslumbran­te y atendió a los múltiples rostros que muestra una partitura tan caleidoscó­pica e intensa. Nos lo pasamos muy bien asimismo con la explosiva «Passacagli­a» para violín y viola de Haendel/Halvorssen, en la que Reina y Villanueva hicieron diabluras, y con el estupendo arreglo de Kulibaev de seis «Danzas populares rumanas» de Bartók, que sonaron plenas y llenas de vida. El contraste, no muy afortunado con los cuatro bailes y cantados del siglo XVII (Reconstruc­ción de Álvaro Torrent), supuso una ruptura estética. En todo caso, Raquel Andueza, con su voz ligera, y Jesús Hernández Baena, circunspec­to y seguro con la tiorba, aportaron la gracia y el desgarro un poco insolentes necesarios.

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