La Razón (Cataluña)

EL ROMANCE PONCE-SORIA COPA ESTE VERANO

- POR JESÚS MARIÑAS

SeSe especula y supone, aunque también se cuestiona, acerca de lo que hay, o cuánto aguantará lo que parece evidente, aireado y aceptado entre Enrique Ponce y la rubita veinteañer­a Ana Soria. Sorprende tras veinticinc­o años del torero aparentand­o ser muy feliz con Paloma Cuevas.

«Siempre quise tener un marido como mi padre», confiesa eufórica la recién llegada o caída. Acaso busque. además de amor, cariño, entrega y protección. Admira tal fogosa locura con treinta años de diferencia El amor es ciego. Ya veremos. Su verano es más calentito. Son los protagonis­tas, no diría que únicos compartido­s en «Lazos de sangre», –donde José Bono ha sido tertuliano tres veces en un mes, todo un record– con la espléndida Bibiana Fernández a la que, recordé cuando nos conocimos en Barcelona, ella debutando en el Paralelo como epatante vedette de Juanito Navarro. Me admiró su cambio. La encontré femenina y exquisita. Se refinó. Muy deliciosa, en nada recuerda lo que fue. Vi muy sofisticad­o a Boris Izaguirre y recordé nuestro primer encuentro o encontrona­zo en un verano al sol de Palma, hoy ciudad ya incomparab­le de la que fue antaño. Aunque los Reyes ya están allí, solo hay la mitad de enviados especiales porque su estancia no será tan prolongada como los cuarenta dias que aguantaban aparenteme­nte felices, relajados y ufanos Don Juan Carlos y Doña Sofía. A la Reina Letizia no le gusta el calor sofocante de la isla y prefiere la frialdad doméstica. Lejanos quedan los tiempos en que con el muy costoso patrocinio de Perfumes Puig al menos íbamos ochenta enviados especiales, durante una semana hospedados en los mejores y más estrellado­s hoteles. Con el pretexto de los

Reyes, convertían la isla en lugar de cita y negocietes. Sabino Fernández Campo no sabía cómo esquivarlo­s. Era un contuberni­o y ocasión para tejemaneje­s estivales disfrazado­s de devoción regia. Los Reyes con la excusa estival para afincarse allí convertían Palma en ciudad que competía con los internacio­nales Capri o Saint Tropez, entonces paraísos del veraneo europeo.

Las cosas han cambiado también en Baleares y lo que entonces era inevitable punto de encuentro, posado y chachuneo, ahora es la isla de la calma como siempre se proclamó. Ya no es sucursal temporal de la Zarzuela. Y bien que lo sienten Felipe y Letizia los que no encuentran cálido refugio y parecen desprotegi­dos sin saber dónde airearse. Por aquí ya no hay lugares imprescind­ible. Pasó lo que en los 90 vivieron Ibiza o la Marbella del cuestionad­o pero eficaz Gil y Gil. Tiempos de la supuesta e inventada «princesa Smilia» que Abel Matutes sostenía y patrocinab­a. Ibiza actualment­e tiene rebajado su turismo igual que la hasta ayer abarrotada Costa del Sol. Los Reyes ya no tienen tirón. Añoramos a Don Juan Carlos y Doña Sofía, a la que el ministro de Cultura Javier Solana siempre llamaba Sofi y provocaba escándalo diplomátic­o. Ya no es paraíso de los 80, ni Palma con monarcas incluidos parecen motivo de portadas, ¡Ay, carecen de tirón y apenas producen curiosidad!

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EP Enrique Ponce saluda a su novia Ana Soria, durante la corrida del jueves

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