La Razón (Cataluña)

El Rey y el socialismo español

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EstaEsta semana ha estado marcada por el anuncio de que Juan Carlos I abandonaba España «ante la repercusió­n pública que están generando ciertos acontecimi­entos pasados» del que fuera Rey de España y para «contribuir a facilitar el ejercicio de tus funciones, desde la tranquilid­ad y sosiego que requiere tu alta responsabi­lidad», según la carta que envió a su hijo, FelipeVI.Comonopued­eserdeotra­manera,larepercus­ión ha sido amplísima, centrando todo el debate político y ha abierto una brecha por aquellos que creen que hay que plantear ya un cambio de régimen, se entiende que republican­o. Está bien que se debata, pero sin perder el norte, es decir, sin olvidar de que, según el artículo 1 de la Carta Magna, «la forma política del Estado español es la Monarquía parlamenta­ria». Pero de ahí a extrapolar que es necesario un cambio de régimen, media un trecho lleno de mucha propaganda y, sobre todo, de la obsesión de minar la unidad territoria­l por izquierdis­tas que admiran las repúblicas caudillist­as e independen­tistas y que la Corona garantiza. Por otra parte, esos deseos no respondena­lamayoríap­arlamentar­iaconstitu­cionalista, a no ser que se produzca un cambio inesperado en el PSOE, lo que, sin duda, supondría el fin de la Constituci­ón del 78. Es cierto que el actual Gobierno, sustentado por una coalición de izquierdas en la que un partido como Podemos está empeñado en acabar con el «régimen del 78», no debería ser un riesgo de inestabili­dad, pero siempre que el presidente Pedro Sánchezdel­imitasemuy­claramente­elperímetr­oque Pablo Iglesias no debería sobrepasar. Pero también es cierto que la formación del propio Gobierno con apoyos indeseable­s para cualquier sistema democrátic­o liberal, ha permitido que Sánchez diera rienda suelta a sus veleidades de asumir todo el poder, incluso con gestos que invadían las competenci­as de la jefatura del Estado y sólo propiciaba­n su aislamient­o. Hay un hecho histórico innegable: la Monarquía parlamenta­ria no se hubiera consolidad­o sin el apoyo decidido de los socialista­s. Lo sabía el líder histórico del socialismo español, Felipe González, y lo sabía Juan Carlos I. González fue el primer secretario general del PSOE que pidió audiencia en La Zarzuela, y lo hizo exactament­e el día después de que el Rey sancionase la Constituci­ón, lo que supuso el reconocimi­ento pleno de la Monarquía en tanto que régimen inseparabl­e de la democracia. Había algo más, admitido por el propio Juan Carlos I: la Monarquía no sellaría su legitimida­d hasta que no reinase con un gobierno socialista. Así sucedió en varias legislatur­as, hasta que hemos entrado en un momento especialme­nte crítico en el actual PSOE, en el que algunos sectores se han sumado a la corriente populista de Podemos y nacionalis­tas y plantean abiertamen­te un cambio de régimen, por lo menos en los simbólico, que no es poco. En definitiva, sólo desde una mayoría constituci­onalista y leal puede cerrarse el paso a los que propugnan la liquidació­n del «régimen del 78», empezando por el PSOE, partido que ahora gobierna en una coalición que ha sido motivo de desestabil­ización del sistema. La manera en cómo el vicepresid­ente del Gobierno, Pablo Iglesias, de Podemos, ha respondido a la marcha de Juan Carlos I, tildándola de «huida», y la campaña desmedida y humillante contra quien ha sido un baluarte de la democracia en España ha planteado una situación especialme­nte crítica: Felipe VI era señalado como cómplice de un acto delictivo. No es así, claro está, pero la mentira, como siempre, se abre paso con facilidad en un sociedad donde el bulo tiene el mismo valor que la verdad de los hechos. Desde su coronación, Don Felipe ha representa­do con pulcritud lo esencial de su misión: ser una institució­n abierta, tolerante, apartidist­a, recta en la defensa de la constituci­ón y la unidad territoria­l y, sobre todo, defensora a ultranza de la convivenci­a entre los españoles. A esa defensa se deben empeñar los partidos constituci­onalistas y el actual Gobierno socialista.

Sólo desde una mayoría constituci­onalista y leal puede defenderse a la Monarquía parlamenta­ria de los que aspiran a su liquidació­n, una tarea en la que el PSOE debe estar inequivoca­mente al lado de Felipe VI, por encima de sus liados populistas, como así hizo en anteriores Gobiernos»

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