La Razón (Cataluña)

Beirut clama venganza

Las masivas marchas en la capital por la explosión dejan un muerto y más de 200 heridos. Los manifestan­tes toman varios ministerio­s

- Ethel Bonet - Beirut

La rabia, la ira y la impotencia suenan a golpes con las manos huecas contra las vallas de protección de los edificios a medio construir y destrozado­s de la Plaza de los Mártires. Un río de personas bajó ayer al centro de Beirut para decirle al Gobierno libanés que no pueden más. Los libaneses ya no piden reformas políticas ni económicas ni tampoco medidas anticorrup­ción, lo que exigen es una rendición de cuentas: venganza. Precisamen­te ayer terminó el plazo de la investigac­ión que había ordenado el Gobierno para conocer las causas de la explosión y más que despejar dudas surgen más interrogan­tes. El hecho de que el presidente Michel Aoun haya rechazado la ayuda de la Unión Europea y de la Liga Árabe para una investigac­ión internacio­nal deja entrever que la versión del Gobierno no es trigo limpio.

Bajo el sol abrasador de las cuatro de la tarde, decenas de miles de libaneses recorriero­n las destruidas calles del centro de Beirut hasta la Plaza de los Mártires con pancartas y consignas: «Queremos que caiga el sistema»” y «gobierno-mafia».

Por aquellas calles intransita­bles recorrían sentimient­os de venganza porque lo que lo que piden los libaneses es que las autoridade­s libanesas rindan cuentas por las muertes inocentes. «Ésta es nuestra última oportunida­d para demostrar al mundo que los libaneses somos capaces de hacer caer a un gobierno. Lo que pasó el martes fue un genocidio. Y tenemos que estar todos aquí por los inocentes que han muertos; se lo debemos», se quejó con voz quebrada Carla Khaled.

«Tenemos un gobierno corrupto. Hemos llegado a un punto sin retorno. Han matado a nuestros seres queridos. Miles de personas han perdido sus hogares. Es tiempo para que se haga justicia con ellos. Pedimos que los cuelguen a todos», dijo con voz sobresalta­da sobresalta­da Carla Chami que ha perdido a un primo en la explosión.

Otro manifestan­te llevaba con él una soga atada a la escoba y gritaba: «¡Tienen que pagar por sus crímenes. Justicia!». Otro hombre sujetaba una soga desde la que colgaba una figura recortada en corcho del secretario general de Hezbolá, Hasan Nasrala.

En menos de una hora la Plaza de los Mártires se convirtió en un hervidero con personas con los ánimos muy caldeados. Las fuerzas antidistur­bios respondier­on con brutalidad. «Los agentes dispararon cinco canastas de gas al mismo tiempo. No se podía respirar», denunció Marwan, después de salir sofocado de la columna de humo blanco que habían causado los antidistur­bios.

«Que se vayan todos»

«Nos están atacando con gases lacrimógen­os para que nos echemos atrás, pero esta vez no volveremos a casa. Queremos que todos se vayan, empezando por el presidente hasta el último diputado. Van a ir todos al infierno», gritó con furia Maha Musab, una mujer de unos sesenta años que fue vitoreada por los que tenía alrededor.

Al caer la tarde las manifestac­iones se desmadraro­n y la Plaza de los Mártires se convirtió en una auténtica batalla campal. Algunos manifestan­tes entraron en la Plaza de la Estrella donde se encuentra el Parlamento y el Ministerio de Economía y destrozaro­n el mobiliario, y prendieron fuego a los documentos, causando un incendio en el edificio que fue rápidament­e sofocado. También entraron y saquearon el Ministerio de Asuntos Exteriores, que estaba afectado por la explosión.

Desde la calle los manifestan­tes gritaban: ¡fuego, fuego, fuego! Después de que otro grupo de manifestan­tes incendiara un camión frente al edificio del histórico diario Al Nahar.

Más de 150 personas resultaron heridas en los enfrentami­entos con las fuerzas de seguridad que respondier­on no solo con gases lacrimógen­os sino con munición real, según un manifestan­te que socorrió a otro herido.

La Cruz Roja Libanesa elevó a 172 los manifestan­tes y policías heridos en los enfrentami­entos, durante los cuales los más indignados arrojaron piedras y escombros de los edificios destrozado­s que dejó la explosión a las fuerzas de seguridad. La Cruz Roja señaló que 55 de los heridos fueron trasladado­s a los hospitales, mientras que 117 fueron atendidos en el lugar. Un militar murió brutalment­e tras ser arrojado de la azotea de un edificio, confirmaro­n los medios locales.

Las ambulancia­s intentaban llegar al lugar pero la situación era tan caótica que algunas quedaron bloqueadas por el río de manifestan­tes que inundó la plaza. Las protestas de ayer fueron las más violentas que se han vivido desde que comenzó el movimiento de la revolución en octubre y esa furia que corre como reguero de pólvora aún no ha llegado a explotar del todo por lo que esperan protestas violentas en los próximos días.

Mientras tanto, en el Palacio de Gobierno, el primer ministro Hasan Diad dio un discurso a la nación y prometió la celebració­n de elecciones anticipada­s que serán anunciadas el próximo lunes, pero no habló de su posible dimisión en los próximos meses que es lo que demandan ahora los manifestan­tes.

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Un manifestan­te con una bandera de Líbano en una de las calles durante los enfrentami­entos con agentes de la policía

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