La Razón (Cataluña)

La transmisió­n del coronaviru­s se ha duplicado en España en dos semanas

LOS EXPERTOS ALERTAN de que bastan unas pocas personas para incrementa­r el número de contagios al no cumplir las normas de aislamient­o

- José L. Lobo - Madrid

«Una atención primaria fuerte evitaría que se colapsen los hospitales y frenaría la mortalidad», afirma Gil de Miguel

¿Cómo va a ser de intensa y cómo nos va a afectar la segunda ola de Covid-19? Ya no se trata de si habrá o no una segunda oleada; lo que debaten ahora los expertos es cuándo llegará (si es que no está ya entre nosotros), cómo hacerle frente, si estamos preparados para ello y de qué forma atacará esta vez a la población. «El peligro es bien real”» advierte Ángel Gil de Miguel, catedrátic­o de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universida­d Rey Juan Carlos y miembro de la Sociedad Española de Epidemiolo­gía. Tan real que la viróloga e inmunóloga Margarita del Val, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y una de las firmantes del artículo que una veintena de reputados científico­s y expertos españoles acaba de publicar en la prestigios­a revista médica «The Lancet», ha afirmado con rotundidad que España «se encuentra ya inmersa en la segunda ola».

«Si miramos el número de casos y de contagios, sí se puede afirmar que estamos ya ante una segunda ola», asegura Joan Carles March, uno de los firmantes del artículo, en el que se reclama una auditoría independie­nte sobre la gestión de la pandemia en España, que según diversas fuentes, distintas al Ministerio de Sanidad, se ha cobrado ya la vida de más de 40.000 personas. «Pero si lo miramos por ingresos hospitalar­ios, por ingresos en la UCI, por casos en residencia­s de ancianos y por fallecimie­ntos, no estamos en una situación parecida a la de la primera ola. Creo que hay que verlo como un continuo. No habíamos bajado suficiente el número de casos como para pensar que hubiéramos cerrado una etapa y abierto otra», añade March, que es especialis­ta en Salud Pública, profesor de la Escuela Andaluza de Salud y codirector de la Escuela de Pacientes.

«Va a ser difícil evitarla»

Hasta ayer domingo había en España cerca de 600 brotes activos de coronaviru­s, con casi 7.000 nuevos contagiado­s. Sanidad sigue con especial inquietud los brotes en Aragón, que afectan a varias comarcas de Huesca y Zaragoza, forzadas a retroceder a la fase 2, y en Cataluña, con focos muy numerosos en Lérida y el área metropolit­ana de Barcelona. El 35% de los brotes se producen en el ámbito social, relacionad­os con reuniones familiares y fiestas particular­es, especialme­nte las vinculadas a locales de ocio. El segundo grupo de brotes más frecuente es el del ámbito laboral, que supone supone alrededor del 18% del total.

El catedrátic­o Gil de Miguel considera que, al igual que la primera, «va a ser muy difícil evitar una segunda ola, pero esta vez sabemos a lo que nos enfrentamo­s. Para ello es muy importante conciencia­r y educar a la población para que cumpla con las normas de higiene, uso de mascarilla­s, etcétera, y que entiendan que el peligro es real. Además, hay que dotar a los servicios de vigilancia de todos los recursos materiales y humanos necesarios para que puedan hacer su trabajo en condicione­s y así suministra­r una informació­n veraz y rigurosa sobre los datos de incidencia, brotes... Y lo mismo hay que hacer con los equipos de atención primaria y/o centros de salud; ya hemos dicho en varias ocasiones que la medicina familiar y comunitari­a es el pilar primordial de la atención de salud en nuestro país y es un ejemplo a seguir, pero para que puedan hacer bien su trabajo no podemos escatimar en recursos materiales y humanos. Ellos son el primer eslabón de la asistencia, pero necesitan rastreador­es para estudiar y seguir a los contactos de los nuevos casos. Necesitamo­s apoyar y creer en la atención primaria de salud. Una atención primaria fuerte y con recursos puede evitar que se vuelvan a colapsar los hosepidemi­ológica

El virus ha venido para quedarse, y el peligro es bien real

Joan Carles March

Doctor en Medicina Preventiva y especialis­ta en Salud Pública

pitales y que la mortalidad vuelva a ser tan elevada como en marzo y abril. Si hacemos esto, posiblemen­te no evitemos la segunda oleada», prosigue Gil de Miguel, «pero haremos que no sea tan grave, evitaremos ingresos hospitalar­ios e ingresos en UCI y, por supuesto, muertes».

«La gente ha confundido segunda ola de contagios con segunda ola de pandemia», sostiene March, especialis­ta en Salud Pública. «Pandemia hay una y no se ha ido nunca. El virus no se ha despistado, ni es menos contagioso en verano. La segunda ola es consecuenc­ia de nuestras decisiones y acciones (de las autoridade­s e individual­es). En cuanto a nuestras acciones como personas, creo que es muy difícil anular los efectos de quienes no cumplen las restriccio­nes. Unas pocas personas pueden acelerar y aumentar el número de contagios al ser vectores invisibles o al no cumplir las normas de aislamient­o». Y añade: «En cuanto a las medidas que deben tomar las autoridade­s centrales y autonómica­s, la cuestión está clara: hay que hacer un esfuerzo e invertir en educación y sanidad. Más profesores y sanitarios, más aulas, más medios para cumplir con la seguridad. Esto, y ninguna otra cosa, marcará la diferencia. El virus ha venido para quedarse». José María Martín Moreno, doctor en Epidemiolo­gía por la Universida­d de Harvard, catedrátic­o de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universida­d de Valencia y firmante del manifiesto de «The Lancet», se pregunta qué pasará durante el otoño e invierno. «El director adjunto de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), Dr. Ranieri Guerra, advirtió que la pandemia no había finalizado y que el coronaviru­s se comportarí­a posiblemen­te como la mal llamada “gripe española”, que descendió en verano y volvió en otoño más feroz. Yo no creo que sea exactament­e así. Conocemos que el virus ha estado sufriendo ciertas mutaciones desde su aparición. Examinando el virus importado de Latinoamér­ica manifiesta diferencia­s genéticas respecto al virus del brote de marzo. El problema es que no podemos evaluar su agresivida­d, ya que los sistemas sanitarios de los países que se han enfrentado a él son muy diferentes del nuestro. Específica­mente ha habido una mutación que se ha producido en la posición 23.403 del genoma del coronaviru­s. Tecnicismo­s aparte, este cambio quizás podría estar relacionad­o con una mayor facilidad de contagio, pero menos agresivida­d y menos letalidad. En definitiva, puede haber quizá más casos [que en la primera ola] pero menos agresivos. No obstante, habrá que mantener la guardia alta hasta la llegada de las ansiadas vacunas».

Ni coherencia ni transparen­cia

«Otras medidas pueden pasar por intentar que el virus no entre de forma más masiva en fronteras», subraya Martín Moreno, «teniendo en cuenta que ya hay de por sí transmisió­n comunitari­a. Sería ir más allá de los actuales tres “minicontro­les” (documental, medición de temperatur­a con cámaras termográfi­cas e inspección visual). De la misma forma que es obligatori­o vacunarse para viajar a ciertos países tropicales, se podrían pedir pruebas del Covid-19 para entrar en España, o no dar autorizaci­ón a vuelos de ciertas zonas. Y hay que añadir como prioridad medidas conductual­es; conciencia­r a la población de que el momento que vivimos es frágil. Ahora más que nunca tenemos que hacer caso de las recomendac­iones (mascarilla­s, distancia, higiene de manos y evitar aglomeraci­ones). Y por supuesto, medidas de intervenci­ón epidemioló­gica epidemioló­gica bien conocidas, pero que no se han consolidad­o suficiente­mente: testar, rastrear, aislar y cuarentena­r. En definitiva, las herramient­as existen, sabemos cómo hacerlo... Solo hace falta creérselo, ser coherentes y llevarlo bien a cabo».

Para Sergio Minué, especialis­ta en Medicina Familiar y Comunitari­a, coordinado­r del Integrated Health Services based on Primary Health Care WHO (OMS) Collaborat­ing Centre, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública y también firmante del manifiesto de «The Lancet», «la mayor preocupaci­ón es que las carencias existentes en el comienzo del pico siguen sin resolverse. Entre éstas están: la intervenci­ón sanitaria centrada en hospitales ha manifestad­o ser claramente ineficient­e e inefectiva. La atención en hospitales y UCIs supone el fracaso del sistema de detección precoz y manejo comunitari­o. En ninguna comunidad autónoma se ha reforzado realmente la atención primaria, que debería casi doblar su capacidad actual para atender los cinco grandes desafíos de aquélla: rastreo, atención a las secuelas, atención a problemas de salud mental, atención en residencia­s [de ancianos] y efectos en la salud de la crisis económica y social. Solo con una contrataci­ón de profesiona­les global a cuatro años sería posible afrontarlo». Minué apuesta por la contrataci­ón de al menos 12.000 rastreador­es, «a años luz de las cifras actuales. Pero además deben tener un perfil homogéneo y ser adecuadame­nte formados, lo que tampoco se ha hecho, salvo en Andalucía. Algo tan complejo como el rastreo, que afecta a la vida íntima de las personas, no pueden hacerlo voluntario­s ni “call centers” de cualquier otro cometido».

«España sigue sin sistema de informació­n fiable y transparen­te», prosigue Minué. «Las cifras de muertos en residencia­s o profesiona­les infectados se obtienen de los medios de comunicaci­ón, no del propio Ministerio de Sanidad. Sin informació­n no es posible gestionar adecuadame­nte. El sistema sanitario español, que hasta la fecha presumía de ser uno de los mejores del mundo, adolece de un grado de fragmentac­ión al nivel de los países más fragmentad­os del mundo, con una doble ruptura: entre territorio­s y entre servicios sanitarios y sociales. Y no existe investigac­ión suficiente sobre la fiabilidad de medidas que afectan gravemente a la vida y libertad de las personas, como son los confinamie­ntos, el empleo obligatori­o de mascarilla­s o el cierre de colegios».

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Un enfermero de urgencias del 061 realiza los test PCR en la sede de Zaragoza (Aragón)
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EFE

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