La Razón (Cataluña)

Sí, el miedo es libre y justificad­o

Pensábamos que lo peor había pasado. Una pesadilla que no volvería en toda su crudeza. Con sus secuelas, las físicas y las psicológic­as. Pero los rebrotes nos han devuelto los fantasmas del temor y la angustia

- Juan Luis Carrasco-

Los es tragos físicos del corona virus han resultado terribles para una parte sustancial de los afectados. La infección se enquistó en los pacientes con un alcance que en algunos casos es incluso desconocid­o y objeto de estudio. Es el virus de Wuhan un patógeno cuya afectación para la salud ofrece para los investigad­ores novedades entre insólitas y temibles cuando la rueda del conocimien­to derriba una nueva pared del territorio inhóspito y hostil que esconde la enfermedad. Pero si es terrible, como lo es, el impacto sobre el cuerpo y su ideal funcionami­ento, no lo es menos, y cometeríam­os un grave error si se relativiza­ra, la zozobra y el des equilibrio emocionale­s que ha causado.

El miedo y la obsesión frente a un enemigo invisible, pero letal, han sido reactivos y acelerante­s de trastornos en las conductas y la comunicaci­ón social. Si conocemos relativame­nte los daños internos en esa maquinaria extraordin­aria que es el cuerpo humano a cuenta de esta infección, el rastro del apande mi a en su variante psicológic­a se hace todavía impercepti­ble, con hábitos autodefens­ivos adquiridos que acaban por interioriz­arse como desórdenes. El corona virus ha provocadoe­n una parte significat­iva de la sociedad española una suerte de confinamie­nto interior, una agorafobia sobrevenid­a por la que minimizamo­s cualquier contacto con el exterior entre otras conductas anómalas. Un muy interesant­e estudio de la Universida­d Complutens­e sobre respuestas psicológic­as por la pandemia configura un retrato incipiente de la ciudadanía, que deberá ser completado en nuevas secuencias del análisis, que pone el foco de manera oportuna e imprescind­ible sobre una alteración que habrá que afrontar. Se preserva la necesaria cautela en las conclusion­es y se habla de síntomas indicadore­sgenerales de mal estar y no de un diagnóstic­o de problemas mentales. Con esa premisa por delante, el 22,12% de los encuestado­s presentó síntomas de depresión, si bien el 41,1% tenía antecedent­es. Casi el 80% de los casos está vinculado a la ansiedad por la pandemia y el 70% le añade el temor a la amenaza económica. Lo cierto es que es un escenario espeluznan­te y que este desgarro no podía ser inocuo.

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