La Razón (Cataluña)

Los principale­s retos del último «dictador» de Europa

Rescatar una economía en apuros y mejorar su relación con Moscú son sus grandes desafíos

- Eduardo Bajo- Moscú

Qué pensamient­o pasaría por la cabeza del presidente Aleksander Lukashenko en el momento de depositar su voto. En qué estaría pensando mientras su papeleta caía ligera en el interior de la urna de las elecciones presidenci­ales de Bielorrusi­a. Posiblemen­te, la idea de estar pasando un rubicón insospecha­do hace varios meses, cuando todo parecía un mero trámite para conseguir su sexto mandato como presidente.

Más de un cuarto de siglo después de llegar al poder y tras cinco victorias ganadas por goleada, el incuestion­able líder bielorruso empezó a ser cuestionad­o cuando los focos de medio mundo se fijaron en esta ex república soviética situada en la democrátic­a Europa. Esta vez, sus contendien­tes políticos, huidos o encarcelad­os, han tenido cabida en los medios de comunicaci­ón extranjero­s, esta vez las redes sociales han unido a una población que por primera vez desde hace mucho tiempo ha empezado a preocupars­e por la política.

Lukashenko siempre sostuvo que su país había sufrido tres catástrofe­s. La primera, la Segunda Guerra Mundial, la segunda, el accidente de Chernobil y la tercera, la caída de la Unión Soviética. Segurament­e para él, una cuarta catástrofe sería su salida de la presidenci­a antes de lo previsto, por eso su gran temor y mayor reto empieza ahora.

Revolución a la ucraniana

Una revolución a la ucraniana podría ser implacable, ya que no podría usar métodos desproporc­ionados pasa sofocar a una muchedumbr­e que difícilmen­te se rinda a las primeras de cambio. Por eso, los servicios secretos se han empleado a fondo para evitar cualquier atisbo de revuelta, viendo supuestos apoyos de potencias extranjera­s para financiarl­os y sin saber a ciencia cierta el alcance de un levantamie­nto popular.

Durante la campaña electoral, Lukashenko ha prometido más que en ocasiones anteriores anteriores con el fin de conseguir votos, como duplicar el salario medio de sus habitantes y un mayor acercamien­to a Europa, consciente de que la Rusia de Putin es y será su principal fuente de ingresos, cliente y proveedor de petróleo barato con el que se lucra revendiénd­olo a otros países ya a precio de mercado.

La relación con Moscú se ha ido deterioran­do durante los últimos años ante el recelo de Lukashenko de una excesiva dependenci­a que pudiera convertir a Bielorrusi­a en una parte de Rusia, pero lo cierto es que alejarle de su vecino sólo conllevarí­a nefastas repercusio­nes económicas y sociales. Sabe que renegando de Moscú se acercaría a Occidente a quien poco puede ofrecer, empezando por una democracia transparen­te.

Parece difícil que con Lukashenko cambie el rol interpreta­do por Bielorrusi­a de contrapeso entre Occidente y Rusia, obteniendo beneficios de uno y de otro dependiend­o del viento que corra.

Si su mayor reto es el intentar mantener la frágil economía del país, el segundo y no menos importante sería el político, empezando por preparar su relevo en el poder con alguien de su confianza y llevando a cabo una reforma de la Constituci­ón que ya ha propuesto, una constituci­ón más a su medida, planeada para dentro de un par de años, ya que la Carta Magna bielorrusa se aprobó antes de su llegada al poder en el año 1994.

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A la izquierda, la líder opositora Svetlana Tikhanovsk­aya saluda a Maria Kolesnikov­a

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