La Razón (Cataluña)

Alejandría EL FARO CULTURAL DEL MUNDO ANTIGUO

LA FUNDÓ ALEJANDRO MAGNO, LA DIO FAMA CLEOPATRA Y LA PRENDIÓ FUEGO JULIO CÉSAR. FUE FAMOSA POR SUS PALACIOS, SU FARO, ATRAER A LOS SABIOS DE TODAS LAS PARTES DEL MUNDO Y TENER LA BIBLIOTECA MÁS GRANDE JAMÁS REUNIDA

- David Hernández de la Fuente

EnEn el año 331 A.C. una intuición genial llevó a Alejandro III de Macedonia, llamado El Grande, a establecer una ciudad en el Delta del Nilo. Ya era antigua la relación de los griegos con el país del Nilo, al que miraban con una mezcla de admiración, respeto y envidia y del que se sentían en parte deudores en los planos cultural, político y religioso. Por eso, cuando el monarca macedonio arribó a tierras egipcias como un libertador frente al dominio persa, se hizo nombrar faraón y visitó el famoso oráculo de Zeus Amón en Siwa, pretendien­do casi ser descendien­te de aquel dios, hizo una parada estratégic­a en un lugar emblemátic­o del Delta del Nilo, situado entre el mar y el lago Mareotis y enclavado de forma magnífica entre dos puertos. Allí, según nos cuenta Plutarco en la «Vida» que dedicó al conquistad­or macedonio, Alejandro decidió fundar una de sus muchas «Alejandría­s», dentro del reguero de ciudades que llevan el nombre del mítico rey y que jalonan su ruta de conquistas por todo el mundo conocido de aquel entonces. Sin duda, esta Alejandría tendría ecos muy resonantes y el carácter visionario de su fundador solo puede compararse acaso al de los holandeses que compraron la isla de Manhattan a los indígenas o, algo más atrás en el tiempo, al genial Constantin­o, cuando refundó la vieja Bizancio con su propio nombre. El caso es que Plutarco refiere con detalle la anécdota de la fundación de esta ciudad de Alejandría «apud Aegyptum». Alejandro mandó trazar el perímetro de sus muros y sus calles con grano de cebada, al no tener la tierra caliza que pedía la vieja costumbre, pero los pájaros acudieron y se comieron todo lo que había sido vertido. Lejos de ver esto como una profecía ominosa, los sacerdotes que acompañaba­n al monarca, que siempre supo rodearse de un gran aparato propagandí­stico en cuanto a temas religiosos, interpreta­ron el vaticinio diciendo que aquella ciudad sería hollada por gentes de muchas razas y lenguas y que daría de comer a una enorme población.

Ciudad irrepetibl­e

Y en efecto, Alejandría fue la ciudad más populosa de su tiempo, el faro de toda la cultura helénica, con una bulliciosa y vibrante comunidad judía y, posteriorm­ente romana y bizantina, hasta llegar al mundo islámico. Fue una ciudad irrepetibl­e y maravillos­a que, por desgracia, se perdió luego en la noche de los tiempos. La actual Al-Iskandariy­a egipcia, de unos cinco millones de habitantes, alberga en algún lugar de su interior y su costa retirada lo que fue otrora la antigua Alejandría, con sus grandes avenidas, el Museo y la Bibliotefu­e ca, en el complejo palacial de los reyes helenístic­os de Egipto, los descendien­tes de Alejandro por vía de su lugartenie­nte Ptolomeo Lago, también llamados Lágidas. Y, por supuesto, el propio emplazamie­nto de la misteriosa tumba de Alejandro, un mausoleo que vieron por último los emperadore­s romanos que visitaron la ciudad en la antigüedad tardía y del que, como de la legendaria biblioteca, nada ya se sabe. El Faro, el doble puerto, las instalacio­nes culturales y deportivas, el Serapeo y otras maravillas de esa enorme ciudad que deslumbrar­a a la antigüedad y a sus cronistas están sepultadas en algún lugar desconocid­o debajo de la actual urbe.

La paradoja de esta cuarta ciudad perdida de la antigüedad es que sabemos más o menos dónde está, porque actualment­e se le superpone la metrópolis egipcia de bullicioso impulso. Pero también precisamen­te por ello es tan difícil sacarla a la luz, aunque algunos vestigios de su gloria se pueden ver hoy en el museo arqueológi­co de la ciudad. El trazado de la costa ha cambiado mucho y las capas sucesivas de construcci­ones y tierra han sepultado para siempre aquella fastuosa capital de los Ptolomeos, que

encomiada sin parangón desde la época de Alejandro hasta incluso después de la conquista árabe, en el siglo VII. La gran esperanza y la herramient­a que está dando frutos muy prometedor­es es la arqueologí­a submarina, que ha revelado algunos de los misterios de la vieja Alejandría, que reposan en el fondo del Mediterrán­eo. Se han rescatado, por ejemplo, 36 fragmentos del faro, que se han trasladado al teatro romano de la ciudad, así como estatuas e inscripcio­nes y un cementerio de barcos con varios pecios muy reveladore­s del rico comercio de la ciudad. Las portentosa­s ruinas subacuátic­as, que han sobrevivid­o a terremotos tardoantig­uos y medievales, han sugerido a las autoridade­s la necesidad de construir un museo que las albergue. El futuro nos deparará sin duda hallazgos extraordin­arios que ya han empezado a surgir más allá de la atractiva «corniche» que recorre el paseante actual, y en la que se puede ver la nueva Biblioteca. Por eso, con justicia, podemos clasificar a esta ciudad de Alejandro, aquella que proféticam­ente fue fundada para alimentar a tantas bocas, como la cuarta de las metrópolis de la antigüedad perdidas y rescatadas.

DEBAJO DE LA ACTUAL CIUDAD ESTÁN SUS AVENIDAS, SUS BIBLIOTECA Y LA TUMBA DE ALEJANDRO LAS RUINAS SUBACUÁTIC­AS SON TANTAS Y TAN RICAS QUE SE ESTÁ PENSANDO EN HACER UN MUSEO

 ??  ?? Reconstruc­ción de la biblioteca de Alejandría de O. Von Corven que se basó en las evidencias arqueológi­cas que tenían en el siglo XIX
Reconstruc­ción de la biblioteca de Alejandría de O. Von Corven que se basó en las evidencias arqueológi­cas que tenían en el siglo XIX

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